♾️ Prefacio ♾️

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—. Gran Bretaña, Islas Zetland. Año 974.

La noche se cernía como un manto oscuro que parecía absorber incluso la luz de las estrellas. El viento, azotaba las ramas de los árboles haciéndolas crujir y retorcer. Las nubes, densas y amenazantes, se arremolinaban en el cielo, presagiando una tormenta inminente.

Los dos jóvenes permanecían ocultos entre los árboles, sus almas tensas como las cuerdas de un arco. El castillo, imponente y sombrío, se alzaba en la distancia, sus torres parecían vigilar como centinelas. Los guardias, invisibles en la oscuridad, patrullaban sus murallas con ojos agudos y espadas afiladas.

Axel temblaba, no solo por el frío que se filtraba a través de su ropa, sino también por el miedo que le atenazaba el corazón. Brynjar, en cambio, mantenía la calma, sus ojos estaban fijos en el camino que llevaba al castillo. Ella había prometido venir, y él confiaba en su palabra.

—Tenemos que marcharnos ya, Brynjar. No podemos demorarnos más —expresó Axel con voz nerviosa, su aliento era visible en el aire gélido.

—No, Axel. Confío en que ella vendrá —respondió Brynjar con la mirada fija en el camino—. Lo prometió.

—¿Y si se ha arrepentido? Piénsalo bien. Su situación es muy complicada —insistió Axel, sus dedos crispados en el mango de su daga.

—No, ella estaba segura de lo que hacía. Algo habrá salido mal. Voy a buscarla —declaró Brynjar, saliendo de su escondite.

—¡Estás loco! Te pillarán. Espera... —gritó Axel, pero Brynjar ya se había adentrado en la oscuridad, su figura se desvanecía entre los árboles y la lluvia que comenzaba a caer.

Brynjar, decidido y sigiloso, avanzaba entre los árboles, esquivando a los soldados de guardia como un felino acechando a su presa. El viento, ahora más intenso, silbaba a su alrededor, como si quisiera advertirle que estaba en territorio prohibido.

Entró en el castillo sin ser visto y se dirigió a los pasillos secretos, aquellos que los sirvientes utilizaban para moverse sin perturbar a los señores. Cada paso era firme, cada giro calculado. Había recorrido esos caminos en innumerables ocasiones, memorizando cada piedra, cada sombra.

Finalmente, llegó a la habitación de la joven. La puerta estaba entreabierta, y una luz tenue se filtraba desde el rincón de lectura. El cuarto estaba sumido en las tinieblas, pero Brynjar pudo distinguir la cama, vacía y deshecha. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a la mesita.

Allí, sobre el pulido mueble, encontró una nota. La caligrafía, cursiva y elegante, parecía danzar en el papel:

"Creíste que te saldrías con la tuya, Brynjar. Siempre voy un paso por delante de ti. Si quieres volver a verla, ya sabes dónde encontrarme.
Markkus."

La rabia y la frustración se adueñaron de su mente. ¿Qué había ocurrido? Brynjar apretó los puños y pensó para sí mismo:

—Maldita sea, no puede ser. ¿Cómo nos ha descubierto? —susurró, mientras escuchaba como la tormenta rugía fuera del castillo complicando aún más las cosas.

Estaba furioso, ardiendo de ira. La situación se le escapaba de las manos, como arena entre los dedos. Sabía muy bien que Markkus, era capaz de cualquier cosa, era un depredador implacable. El tiempo se desvanecía, y Brynjar no sabía cuánto había pasado. La incertidumbre afectaba su capacidad para razonar.

La habitación, se cerraba a su alrededor y  parecía gritar: "¡Date prisa!". Markkus no era un hombre de paciencia, sino un lobo hambriento, un cazador sin piedad. Brynjar se lanzó hacia la puerta, y sin mirar atrás emprendió el camino de regreso mientras la adrenalina rugía en sus venas.

—¿Qué está pasando? —preguntó Axel al ver la cara de preocupación de su amigo.

Pero Brynjar no podía detenerse para dar explicaciones. La urgencia de encontrarla era primordial, debía rescatarla cuanto antes de las garras de Markkus. Ella era su razón de ser, su todo.

—No hay tiempo, Markkus la tiene. ¡Vamos, tenemos que darnos prisa! —respondió Brynjar con urgencia, sintiendo que algo iba mal, pero prefirió dejar de lado su instinto, ella era lo más importante en ese momento.

Los dos amigos se precipitaron por el bosque, sus pisadas resonaban en la tierra húmeda hasta que llegaron al lugar donde habían escondido a sus caballos. Montaron con destreza y cabalgaron. El bosque era un laberinto de sombras que los envolvió en el silencio de la noche.

Al llegar al claro, un santuario de misterio se abrió ante ellos, todo estaba en silencio.

Desmontaron con cautela y sus botas se hundieron en el suelo húmedo. El aire estaba cargado de una energía pesada como si temieran despertar a los espíritus del lugar. Los caballos se pusieron nerviosos y comenzaron a relinchar, los calmaron y ataron las riendas a los arbustos en un gesto de confianza y precaución, pero algo no encajaba.

Brynjar tenía todos sus sentidos alerta, miró a su alrededor. La caballería de Markkus debería estar aquí, pero no había rastro de ellos. Solo estaban las llamas danzantes de las antorchas que se esparcían por todo el sitio con un resplandor inquietante.

—Esto es una trampa, Brynjar —susurró Axel, sus ojos reflejaban la incertidumbre—. Estamos expuestos, vulnerables. Debemos irnos.

—No, Axel. Tengo que encontrarla. Si Markkus la tiene, podría hacerle daño.

Avanzaron con sigilo, usando como escudo las enormes piedras que estaban dispersas por todo el sitio. La tormenta acechaba con truenos rugiendo y relámpagos que rasgaban el cielo. En el centro, donde se encontraba la piedra del sacrificio, junto a ella se veían dos figuras, apenas visibles por la luz de las fogatas.

Fue entonces cuando Brynjar sintió el terror correr por sus venas como una corriente helada con agujas de hielo destrozando todo a su paso. Su corazón latió desbocado golpeando duro contra su pecho. La adrenalina lo impulsó hacia adelante como si sus piernas fueran resortes al reconocer a una tercera persona de rodillas, sus manos estaban atadas a la espalda y permanecía con la cabeza gacha.

A su lado estaba Markkus, un ser lleno de crueldad. Todo el sitio era un escenario macabro, marcado por círculos blancos. Las figuras extrañas que trazaba la bruja Ketsya, estaban por todo el lugar. Ella susurraba un lenguaje prohibido de magia antigua.

Al escuchar unos pasos apresurados, la joven alzó la vista. Sus ojos enrojecidos y llenos de dolor se encontraron con los de Brynjar. El terror se reflejaba en su rostro y las lágrimas le humedecían las mejillas.

Markkus que observaba la escena con deleite, disfrutaba con una sonrisa perversa y triunfante al ver a Brynjar correr hacia ellos. Justo en ese momento, la bruja exclamó:

—Esta hecho señor. ¡Ahora!

Markkus sin un astibo de piedad, levantó del suelo a la joven como una marioneta sin hilos. Apoyó la daga fría y afilada en el cuello frágil y tembloroso. Hizo un corte limpio y la sangre brotó en un río carmesí, luego lamió la hoja para sellar un ritual macabro.

Brynjar horrorizado, gritó sintiendo como sus cuerdas vocales se rasgaban por el esfuerzo. Corrió con más fuerza, como si pudiera desafiar al destino, pero era demasiado tarde.

Almas Gemelas: El Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora