Capítulo 5

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Capítulo 5 | "Jaula metálica"

Riley Duncan

Hoy tampoco había dormido mucho.

Mis ojeras eran kilométricas, el usual verde brillante de mis ojos se había apagado, dejándole paso a un verde oscuro, que podría camuflarse con un café claro. Además, las sombras negras bajo mis ojos eran un poco llamativas.

Necesitaba dormir, aunque el trabajo y las pesadillas no me lo permitían. Los chicos del equipo pedían cosas bastante absurdas. Uno de los chicos necesitaba que su habitación de hotel tuviera tres almohadas y no sólo dos. Otro de ellos no soportaba que los hoteles le entregaran jabón con aroma a lavanda, debía ser otro aroma. Otro de ellos necesitaba que las sábanas fueran de seda, no algodón.

Y la lista de exigencias absurdas seguía. Así que conseguir un hotel que estuviera dispuesto a seguir cada una de estas exigencias para que los Dodgers pudiesen hospedarse fue un completo martirio. Sin embargo, todo apenas empezaba.

Tras conseguir el hotel que estuviera dispuesto a seguir dichas exigencias, necesitaba asegurarme que se prepararan en la cocina todas las dietas respectivas, dado que eran atletas de alto rendimiento, con un riguroso plan de comida.

También tuve que asegurarme que ninguno de los beisbolistas tuviera alguna multa, o que sus pasaportes estuvieran vigentes, porque de lo contrario, no podrían viajar.

Para finalmente, tranquilizar a mi hermano y a Douglas sobre el viaje, amenazándolos sobre no estar sobre mí a cada segundo. Descubrí que el rubio, amigo de mi hermano, parecía haberme adoptado también como su pequeña hermana menor, y Douglas era un grano en el culo pero que Lucas.

Agotador.

Caminábamos hasta el estadio, de ahí saldría un autobús con todos los chicos del equipo, hacia el aeropuerto. Ignoré las miradas que me lanzaban algunos de los chicos, más al observarme llegar junto a mi hermano, parecía que aún no lograban acostumbrarse.

— Cuatro días — susurré — Sólo cuatro días.

— Sí — se burló Douglas — Suerte con ello.

Mi hermano simplemente rio, revoloteando mi cabello antes de subir a uno de los autobuses.

Decidí subir en el segundo autobús, el que se encontraba un poco más vacío, colocándome las gafas de sol sobre el puente de la nariz mientras algunos de los jugadores me dedicaban miradas de reojo.

— El siguiente que vea haciéndome mala cara, se quedará sin desayuno mañana.

No más miradas.

Lotería.

Rápidamente llegamos al aeropuerto, los chicos viajarían en un vuelo privado, por lo que la tramitología fue un poco más sencilla. Abordando en el avión, llamé a todos los jugadores frente a mí, tachándolos de mi lista como si del jardín de infantes se tratara, pero bueno, así se comportaban de vez en cuando, y yo debía asegurarme que ninguno de ellos se me escapara.

Algunos de los jugadores incluso rieron divertidos cuando los amenacé sobre dejar de hostigar a las pobres chicas de sobrecargo, alegando que, si obtenía una sola queja de alguna de ellas por acoso, los dejaría sin desayuno, de nuevo.

El único que aún no abordaba era Malcom, junto al entrenador, que mantenían una pequeña discusión fuera del avión.

El entrenador subió al avión pasados los minutos, silenciando por completo el avión con su mirada de pocos amigos. Malcom subió dos segundos después, al parecer bastante cabreado, tomando el asiento disponible a mi lado.

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