Capítulo 12 | "Sheila Brown"
Riley Duncan
Estoy sentada en mi cama, portando nada más que bragas y la camiseta de Malcom, me encuentro entre sus piernas, con mi espalda apoyada en su pecho desnudo, sólo trae puesta su ropa interior, lo que me deja apreciar cada parte de su musculoso cuerpo.
Gracias, beisbol.
Besa mi cuello delicadamente mientras sus manos reparten caricias delicadas por mis brazos y piernas.
Nos hemos quedado en esta posición luego de unos minutos, me encuentro cómoda entre sus brazos y a él tampoco parece molestarle.
Sus manos suben lentamente, llevándose su camiseta hasta arriba, dejando mis bragas al descubierto. Sigue subiendo, donde sus dedos finalmente rozan la cicatriz que reposa bajo mis costillas.
— Se ve grave — susurra.
— Lo fue.
Sube aún más sus manos, con sus dedos delineando el pequeño tatuaje que tengo bajo la clavícula, en mi lado derecho. Son unas pequeñas flores, unas margaritas.
El tatuaje que me hice por Sheila.
Eran sus flores favoritas, tenía todo su jardín lleno de margaritas. Así que, cuando ella murió, me hice un pequeño jardín de margaritas para mí.
— ¿Quieres hablar de ello? — cuestiona el pelinegro.
De nuevo, no sé por qué hablar con Malcom me resulta tan liberador, pero lo hago, decido contarle todo. Después de todo, prometí hacerlo, le prometí una conversación.
Primero decido hablarle sobre el divorcio de mis padres, sobre como mi padre y Lucas se fueron de casa, como poco a poco dejaron de llamar. Le hablo sobre como mi madre intentó ser una buena madre, aunque la ausencia de mi padre la destrozó demasiado, tanto que olvidó como ser buena madre de nuevo.
Luego le hablo sobre Sheila, sobre que era y siempre será mi mejor amiga, y que comencé a tener un amor platónico por su apuesto hermano mayor.
Le hablo sobre Jackson, hablo demasiado sobre él. Le cuento todo, todo lo que recuerdo, lo increíbles que me parecían sus ojos negros, como si fueran obsidianas, que parecían brillar bajo la luz de la luna. Le hablo de lo increíblemente bueno que era boxeando, que realmente creía que llegaría a ser un asombroso boxeador, que lograría llegar a ser todo un profesional.
Le hablo sobre todas las primeras veces que se llevó consigo, le hablo de que, además de ser mi primer novio, también fue mi mejor amigo.
Se siente bien, hablar de todo esto con Malcom es liberador, porque de algún modo, deja de doler, es abrumador, es... refrescante.
Le hablo sobre la relación de Sheila con Darlan, sobre la horrible persona que él siempre fue, sobre sus celos compulsivos.
Le hablo... le hablo sobre el accidente.
Mis ojos se humedecen cuando recuerdo el accidente, como una horrible película en mi cabeza, mi voz se quiebra, pero los brazos de Malcom parecen volverse más fuertes, apretándose a mi alrededor como una base sólida.
Le hablo sobre cómo el auto de Darlan nos envió al carril contrario cuando impactó contra nosotros, le hablo de cómo el auto se desplazó colina abajo, lo cual fue completamente aterrador. Le hablo sobre mis recuerdos del cuerpo de Sheila revotando de un lado a otro en el auto, que ella no dejaba de gritar mientras el auto giraba, y yo tampoco.
Le hablo sobre como recuerdo el sonido del cristal quebrándose cuando el cuerpo de Jackson impactó contra él, sobre como desperté en el hospital días después con una peligrosa contusión, con mi cuerpo lleno de heridas por los cristales, le hablo sobre cómo recuerdo el dolor punzante que sentí en mi abdomen.
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Home Run
RomanceRiley está en graves problemas, lo sabe desde el momento en que su madre entra a su habitación y la obliga a empacar sus maletas, puesto que se irá a vivir a Los Ángeles con su hermano mayor una temporada. La idea no le emociona en lo absoluto, su h...