Capítulo 11

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Capítulo 11 | "Malditamente adictiva"

Riley Duncan

Malcom conduce por las calles de Los Ángeles sin decirme a donde vamos, pese a que lo intento en varias ocasiones con mis preguntas insistentes, simplemente me ofrece su sonrisa divertida.

No parece molestarle la idea de que Darío nos siga a una distancia prudente, porque prometí explicarle lo que está pasando, una parte del problema al menos.

Me lleva a las afueras de la ciudad, donde hay un pequeño restaurante bastante privado donde ha reservado toda la terraza sólo para nosotros, tendremos una especie de picnic.

Es una vista impresionante que me hace sonreír, de verdad parece que se ha esforzado en esta segunda cita.

Me sirve una copa de vino, cenando entre risas y algunas bromas. No parece interesado en tocar el tema de mi ausencia, o al menos no todavía, puesto que ambos sabemos que la burbuja en que nos encontramos, se rompería.

Cenar con Malcom es increíble, es una bocanada de aire fresco luego de sentir como mis problemas me arrastraban hasta el fondo, ahogándome. Es refrescante.

— ¿También besas en la segunda cita?

Río por su comentario, sin embargo, no pongo ninguna queja. Dejo que se acerque y me bese.

Esta vez es un beso más lento, más suave, aunque igual de apasionado. Sus labios impactan con los míos en una caricia, con un roce apenas perceptible de nuestras lenguas, colocando una de sus manos en la parte trasera de mi cuello, atrayéndome aún más cerca de su cuerpo.

No hay prisa, todo es increíble.

Al separarse, me sonríe ampliamente.

— No sé qué es lo que me sucede contigo, Riley — me sonríe — Sólo sé que besarte es una de mis actividades favoritas.

— Yo tampoco sé qué me ocurre contigo — admito.

— ¿Y eso está mal para ti? — cuestiona.

— No, me gusta dejarme llevar contigo — sonrío, es cierto — Contigo es como si el mundo se silenciara. Me gusta eso.

— No quiero que te sientas incómoda con algo.

— No lo hago, realmente me gustas y...

Me silencio abruptamente, percatándome de lo que he dicho. He admitido que me gusta.

Malcom me observa fijamente, con una enorme sonrisa brillándole en el rostro.

— Yo no... — comienzo, pero él me interrumpe.

— Tú también me gustas, pecas.

No me deja mucho margen de reacción a sus palabras, puesto que su boca rápidamente está sobre la mía de nuevo, un poco más hambriento esta vez.

No sé cuánto tiempo tardamos besándonos, sólo sé que uno de los meseros se acerca a nosotros, con el rostro levemente sonrojado, informándonos que el restaurante cerrará pronto, así que Malcom decide llevarme a casa.

Nos besamos de nuevo en el ascensor, y de nuevo de camino al pasillo, no tengo idea de donde está Darío, pero espero que haya decidido tomarse la noche libre.

Llegamos a la puerta de mi apartamento.

Malcom ríe contra mi boca mientras toma un paso atrás para dejarme abrir la puerta, cuando lo hago, giro a mirarlo.

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