Capítulo 7

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Capítulo 7 | "Pecas"

Malcom Williams

La práctica me había dejado exhausto, cada vez que mis amigos y yo nos escapábamos del entrenador, en la siguiente practica lo pagábamos con creces.

Pero valía la pena.

Llegué al hotel, durmiendo parte de la tarde para intentar recuperarme. Acercándose la noche, finalmente comenzando a prepararme. Ducha, vaqueros negros, deportivas, playera blanca, chaqueta de cuero.

Era lo más formal que podría vestirme.

No me culpen, soy un deportista. Toda mi ropa está compuesta de sudaderas.

Esperaba que Riley aceptara mi intento de ropa formal.

Riley.

Aún no creía que realmente había aceptado salir conmigo, porque vamos, no era idiota. Sabía que su hermano debía haberle hablado sobre mí, sobre mi hermosa personalidad y sobre lo poco que me soportaba a su alrededor.

De todos modos, era mutuo. Yo también lo detestaba.

Esperaba algún día tener la oportunidad de atropellarlo. Era una de mis fantasías.

Pero, si dejábamos de lado la horrible suerte que Riley tenía con respecto a sus familiares, dejábamos a una chica bastante guapa, con esos ojos verdes y esas pecas que la hacían ligeramente tierna.

Quien pensaría que una chica que pudiera verse así, tuviera tan terrible carácter, pero bueno.

También me atraía la manera en que sus ojos parecían brillar cada vez que reía de mis bromas. No se ofendía con mi dudoso sentido del humor, que normalmente tendía a ofender a las demás personas, por el contrario, cada vez que lanzaba alguno de mis comentarios listillos, Riley contratacaba con algo aún peor.

Me descolocaba, me intrigaba.

La curiosidad siempre fue uno de mis problemas.

Porque también me intrigaba el dolor que a veces surcaba sus facciones, me intrigaba la extraña relación que tenía con el idiota de su hermano, por qué había llegado a Los Ángeles así de la nada si ni siquiera se hablaban antes de llegar.

Tenía muchas ansias de conocerla, y eso era demasiado peligroso.

Toqué la puerta de su habitación, esperando por ella. Cuando abrió la puerta, me regaló una de sus sonrisas.

Joder.

Mi mirada no pudo evitar desobedecerme, bajando de su rostro hasta sus piernas desnudas, debido a la falda de cuero que traía puesta y que, de manera casual, parecía hacer juego con mi chaqueta. Las botas altas negras hasta la rodilla le daban un aire sensual que me hizo tragar saliva, un top rojo de mangas largas terminaba su conjunto.

Sus ojos parecían brillar a través de sus largas pestañas, con sus labios brillando del mismo color que su cabello, rojo.

Era un idiota, un idiota que no podía apartar la mirada de su cuerpo, al menos hasta que observé el sonrojo que comenzó a apoderarse de sus mejillas, haciéndome sonreír.

— Estás preciosa.

El rubor aumentó, pero sonrió aún más con mis palabras.

La guie hasta el ascensor con una de mis manos en su espalda. Pese a llevar tacones, su cabeza apenas llegaba a mi mandíbula, su cuerpo diminuto en comparación al mío, lo que me hizo tragar saliva con fuerza, mitigando todos los pensamientos que llegaron a mi mente.

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