Sauce llorón

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La tormenta continuó durante la noche y no paró hasta la madrugada del día siguiente. En la aldea los fuertes vientos parecían querer arrancar los techos y en el castillo golpeaban los muros como un ejército enemigo. Afortunadamente para los habitantes de Nottingham, nobles y plebeyos, la peor parte se la llevó el bosque. A la mañana siguiente un sol resplandeciente se adueñaba del cielo despejado como una disculpa por el nefasto clima. 

Los cazadores de la aldea partieron temprano, como de costumbre, envueltos en gruesos abrigos de pieles engañados por la lluvia constante que perturbaba la paz en la penumbra, se adentraron en el bosque y se vieron sorprendidos al encontrar sus presas, normalmente escurridizas, bajo las ramas de los árboles o debajo de algunos deslizamientos de tierra producidos en algunas zonas. 

En la aldea los esperaban los cargamentos de comida que apenas veían la luz del día tras ser escondidos en una bodega oculta en casa de la herrera que los ayudó a sobrevivir a la inspección de los guardias. Por primera vez en mucho tiempo había comida en abundancia en la aldea.

En el castillo la vida despertaba poco a poco tras una noche de inusual descanso profundo, los empleados se organizaban para preparar el palacio. Uno de ellos, un pobre lacayo de nombre irrelevante barría el suelo del calabozo hablando entre dientes, molesto, cuando encontró por casualidad una bolsa bajo el catre de los prisioneros. La recogió del suelo y dejó su oficio a un lado, entregando su atención a la bolsa, la apretó tratando de averiguar qué contenía, pero lo que sintió no le dijo nada. Pensó un momento, indeciso, finalmente salió de la celda con su hallazgo en manos y fue a ver al príncipe Juan. 

Frente a las puertas del salón del trono el lacayo se acobardó, quiso regresar, pero una patrulla de guardias apareció subiendo las escaleras y sintió una vergüenza repentina. Antes de que ellos pudieran verlo tocó la puerta tres veces y entró sin esperar que se lo indicaran. 

- Príncipe Juan - sorprendido de encontrarlo en el trono, aunque iba expresamente a verlo, su presencia le arrebató las palabras de la boca - Mi príncipe. 

- ¿A qué has venido? - preguntó el nombrado en tono despectivo - Acércate. 

- Encontré esta bolsa mientras barría las celdas del calabozo - dijo mientras obedecía su orden - Vine a entregársela. No sé qué pueda contener. 

- No deseo tener en mi presencia nada que pertenezca a algún sucio criminal, deshazte de ellas. 

El joven se hincó frente a su príncipe y extendió la bolsa hacia él contra su voluntad. Dudó en decirle aquel detalle, pero en su valoración interna lo juzgó necesario y con voz insegura y baja se lo dijo: 

- Estaba en la celda de Tuck. 

Esto fue necesario para retomar el interés del príncipe, este tomó el pequeño saquito y sin esperar más lo abrió. 

El príncipe Juan, agradecido con su sirviente lo envió a continuar su trabajo sin ninguna recompensa y pidió además que llamara al Sheriff. El lacayo por su parte siguió las indicaciones rezongando. 

Cuando el Sheriff llegó encontró al príncipe jugando con lo que parecían un montón de almendras y más feliz de lo usual. 

- ¿Mira esto, Sheriff? - le preguntó, extendiendo su puño lleno de las extrañas almendras, el hombre asintió, desconcertado - Esto nos llevará a la captura de Robin Hood.

El Sheriff se tomó un momento antes de responder, examinó con cuidado las almendras verdes y peludas que se ofrecían ante él y se dio por vencido al no encontrar lógica en el asunto. 

- No entiendo cómo estas almendras nos ayudarán a capturar a Robin, señor. 

- Primero que nada, Sheriff, no son almendras, son semillas de sauce llorón. El sauce llorón solo crece donde hay mucha agua, en un sitio especial de Sherwood cerca del río. Esta bolsa de semillas fue encontrada en la celda de Tuck, lo que me lleva a pensar que cerca de este lugar que menciono está la guarida de Robin. Ahora deseo ir a comprobar mi hipótesis y para esto usted reunirá un grupo de guardias para acompañarnos y un séquito de nobles, solos los que estén disponibles, pero cuantos más mejor, quiero que vean mi victoria sobre ese vulgar ladrón. Avíseme cuando esté todo listo. 

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