El bosque despertaba recibiendo los primeros rayos del sol al despuntar el alba. Las pequeñas avecillas estiraban sus alas al sentir el calor sobre sus plumas y comenzaban a entonar canciones alegres y a revolotear al rededor de sus nidos buscando su alimento.
En la prisión los destellos de luz atravesaron la trampilla que la comunicaba con el mundo exterior. Tuck los recibió con disgusto y se dio la vuelta en el camastro buscando evitarlas. El guardia de turno soltó un bostezo sonoro y el joven luchó con la fatiga por el sueño arrebatado. Cerró los ojos con fuerza, tratando en vano de recuperar la tranquilidad. De pronto la puerta se abrió y el guardia se puso de pie haciendo crujir su armadura.
- Buenos días, Lady Marian, ¿cómo se encuentra el día de hoy? - Tuck trajo a su memoria las duras palabras que recibió del mismo soldado horas atrás y su tensión aumentó.
- De maravilla. Vengo a darle comida al prisionero, tú puedes descansar e ir a desayunar.
- ¿Está segura mi Lady? ¿No prefiere que me quede aquí para cuidarla de estos bandidos?
- Puedo cuidarme sola. Te llamaré si te necesito.
El ruido de la puerta fue todo lo que Tuck necesitó para levantarse, puso las manos en los barrotes y en cuanto estuvieron solos su amiga se acercó.
- Buenos días, Tuck - en sus manos llevaba una porción de pastel, la cual le ofreció - Pensé que querrías desayunar.
- Y no te equivocas - tomó el pastel mientras relamía sus labios y lo comió con devoción bajo la mirada cargada de dulzura de Marian - Gracias - él imitó la sonrisa que ella le ofrecía.
- Quería preguntarte sobre la pelea de anoche. No tenía idea de que fueras tú a quien atraparon, tan solo pude ver las sombras de Robin y Pequeño Juan pero no fui capaz de reconocerlos en ese momento.
- El príncipe Juan logró desprender una de las grandes cortinas del salón del trono, me atrapó con ella y me trajeron aquí. Eres la primera en ser amable conmigo desde ese momento - ella rió al escucharlo.
- No es nada. Ayer estaba en el puesto de vigilancia del puente levadizo cuando nuestros amigos escaparon, mientras lanzaba las bombas de humo me dije que debería traer algo de comer a quien fuera que estuviera aquí. Por eso vine. También me levanté temprano porque estoy convencida de que Robin vendrá a buscarte y quiero ayudarlo.
Tuck le sonrió genuinamente pero apartó la mirada por pura cobardía. La noche pasada, cuando vio que Robin llegó hasta ellos sin las puntas de las flechas niebla después de haber pasado por la habitación de Marian de inmediato pensó que las dejó con ella, sin embargo, al no verla con él su razonamiento lo llevó a una decepcionante conclusión: Robin alejaba a Marian a propósito, la evitaba. Le faltó valor para romper sus ilusiones y se guardó sus pensamientos.
- Él lo apreciará mucho. Eres una buena persona, Marian, no te olvides de eso.
Marian agradeció sus palabras y se retiró para dejarlo solo. Atravesó el patio del castillo y llegó a la cocina para pedir su desayuno, solo Scarlett se encontraba en ese momento. La princesa se sentó en la mesa a esperar. Un cargamento de comida no tardó en llegar, en la entrada los guardias le hicieron detenerse para revisarlo.
- Uno de los muchos cargamentos de comida que no tocarán las manos de los aldeanos - le dijo a Scarlett, quien abandonó su quehacer para acercarse a mirar aquello que la enfurecía tanto - Es tan solo una injusticia entre miles que comete el príncipe Juan.
- Robin lo resolverá - respondió la pelinegra regresando a su tarea. Su frase se repetía como una letanía religiosa que diría un creyente. Marian suspiró al sentir un ardor en el pecho cuando escuchó ese nombre evocando esperanza.
