Capítulo 12

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Alguien salvó mi vida esta noche,


Cariño, casi me tenías atrapado, ¿Verdad, querida?


Casi me tenías atado y amarrado, hipnotizado,


Pero la dulce libertad susurró en mi oído:


"Eres una mariposa, y las mariposas son libres para volar, vuela lejos, alto y lejos, adiós".








San Francisco, California


Marzo 1981



El mundo volvió a la vida en un suspiro doloroso, como si emergiera desde las profundidades de un sueño oscuro y turbulento. El primer impacto fue la luz, una claridad blanca y cegadora que atravesaba sus párpados cerrados, forzándolos a abrirse lentamente. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su visión borrosa, hasta que las formas y colores comenzaron a tomar forma en el entorno estéril del hospital.


Sus oídos, que inicialmente parecían llenos de un zumbido distante, comenzaron a captar sonidos: el pitido rítmico de un monitor cardíaco, el suave murmullo de las voces en el pasillo y el silbido bajo de un respirador cercano. Cada sonido era una prueba de su supervivencia, un recordatorio de que aún estaba vivo.


El dolor vino después, una sensación sorda y palpitante en todo su cuerpo. Sus músculos se sentían pesados y doloridos, como si hubiera corrido una maratón. Había una rigidez incómoda en sus articulaciones, especialmente en sus brazos, donde las agujas de las vías intravenosas perforaban su piel. Intentó mover una mano y el pinchazo agudo de la aguja le hizo jadear.


El olor a desinfectante y a medicinas impregnaba el aire, mezclándose con el tenue aroma de las sábanas recién lavadas. La frialdad del aire acondicionado acariciaba su piel, pero no conseguía calmar el sudor frío que cubría su frente y su pecho. Estaba empapado, como si hubiera estado luchando contra una pesadilla febril.


Con cada respiración, un peso aplastante en su pecho le recordaba la fragilidad de su estado. Sentía una opresión, no solo física sino también emocional. La culpa y la vergüenza se mezclaban con el alivio de estar vivo. Pensamientos oscuros se arremolinaban en su mente, se preguntaba cómo era que había llegado allí. La heroína, la aguja, y después una laguna mental obscura y nebulosa.


Miró alrededor, intentando encontrar algo familiar, algo que le diera consuelo. La habitación era funcional, fría, desprovista de calidez humana, salvo por una figura sentada a su lado. Reconoció aquel bello rostro preocupado.


Las lágrimas comenzaron a arder en sus ojos, pero no las dejó caer. Se sentía vulnerable, expuesto y sin una salida.


-Oh cariño, has despertado


Una dulce voz que con solo escucharla hizo que su corazón doliera por la vergüenza de saber que la mujer que más quería en el mundo había cruzado el océano para estar a su lado.


-Maggie...


Su voz salió débil y pastosa, el dolor de su cuerpo apenas le permitía moverse y el sudor frío le hacía temblar involuntariamente.

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