¿Cómo llenar estos espacios vacíos? ¿Debería comprar otra guitarra? ¿Debería consumir más drogas, más alcohol? ¿Debería seguir teniendo sexo con decenas de mujeres? La música es mi hogar, mi sustento, mi droga, mi alivio y mi salvación...y Candy jam...
Los días pasaban un poco lentos y pesados para Terry pero, tanto los hermanos Cornwell como Elisa, Tony y Albert no se habían dado cuenta hasta ese momento -con el descanso obligatorio- de lo agotados que se sentían. Elisa y Anthony, aunque pasaban la mayor parte del día trabajando, también se permitieron darse un respiro. La habilidad y el poder de negociación de Elisa había logrado que se postergaran la mayor parte de las fechas de los conciertos, teniendo que cancelar en muy pocas ciudades, esto por deseo de Terry que le suplicó que no detuviera la gira, ésta se reanudaría en un poco más de un mes y los chicos junto con Pitufina habían estado ensayando bastante relajados, sin presiones y hasta habían podido componer un poco, aunque la mayor parte del tiempo se la pasaban en la piscina o jugando Atari en la estancia de la lujosa residencia. Terry día con día parecía mejorar, Maggie, su tía, al ver qué él parecía recuperarse bien había vuelto a su casa en Cambridge.
Aquel día era de madrugada, aún no amanecía, Terry revisando su sencillo reloj Casio se percató de que ya era la hora estipulada, estaba un poco desesperado de estar dando vueltas en la cama por el insomnio que ya era bastante frecuente y se levantó y usando solo su ropa interior salió de su habitación. La casa estaba en absoluto silencio y a obscuras. Se asomó por el ventanal de la terraza que daba hacia la piscina y el bungalow situado del otro lado de ésta en donde se habían instalado Elisa y Anthony, afortunadamente también estaba obscuro, nadie lo descubriría. Siguió caminando descalzo, sus pasos eran silenciosos sobre un frío piso cerámico, cruzó la enorme cocina y llegó hasta la puerta de servicio.