El silencio que siguió a la culminación del rito era denso y pesado. El aire en la sala parecía cargado de una energía mágica que pulsaba con una intensidad inquietante. Morian se quedó de pie frente al altar, su figura erguida y tensa, como si estuviera esperando alguna señal de que la ceremonia había sido un éxito.
Me tambaleé hacia un lado, intentando recuperar mi equilibrio mientras trataba de procesar la magnitud de lo que acababa de ocurrir. Sentía una mezcla de humillación y desorientación que me abrumaba, pero también una extraña sensación de alivio, como si una parte del peso que había estado cargando se hubiera levantado, aunque no sin un precio terrible.
—¿Está terminado? —pregunté, mi voz rasposa y temblorosa mientras miraba a Morian.
Él se volvió hacia mí, y aunque su rostro seguía siendo una máscara de frialdad, había un brillo en sus ojos que revelaba un resquicio de alivio.
—El rito ha sido completado, pero la maldición aún no ha sido... alterada.
Me obligué a mantener la calma, aunque la desesperación por la incertidumbre me apretaba el pecho.
—¿Y qué pasa ahora?
Morian se acercó, su mirada fija en mí con una mezcla de agotamiento y determinación. —La magia es caprichosa y requiere tiempo para estabilizarse. Esto aún no ha acabado.
La puerta de la sala se abrió de nuevo, y una mujer apareció con una expresión impasible. Morian le hizo un gesto, y ella se acercó con una actitud que era a la vez distante y profesional.
—Llévala a sus nuevos aposentos —ordenó —. Asegúrate de que tenga todo lo que necesite.
La mujer asintió y se acercó a mí, con una mirada que no ofrecía consuelo ni simpatía. Me hizo un gesto para que la siguiera, y mientras caminábamos por los pasillos, mis pensamientos seguían girando en torno a la reciente ceremonia y a la realidad que me esperaba.
La nueva habitación era más confortable que la celda, pero el lujo no era suficiente para mitigar la sensación de desasosiego que me acompañaba. A pesar de las comodidades, me sentía atrapada en una prisión de lujo, con la esperanza de encontrar una oportunidad para cambiar mi destino.
Una vez en la habitación, la mujer se limitó a entregarme algunos artículos básicos y se retiró sin una palabra adicional. Me quedé sola, rodeada de un silencio que era tanto un alivio como un recordatorio de mi situación.
El tiempo pasaba lentamente, y mientras intentaba acomodarme en el nuevo espacio, la realidad de lo que había sucedido me abrumaba. El hechizo había sido completado, pero el camino hacia la libertad y la justicia estaba lleno de incertidumbres y riesgos. A pesar de la aparente estabilidad, sabía que aún había mucho en juego y que debía estar preparada para cualquier eventualidad.
Mi mente seguía inquieta mientras me sentaba en la ventana, mirando el paisaje nocturno que se extendía más allá de las murallas del castillo. La oscuridad y el silencio fuera del castillo eran engañosos, ofreciendo una sensación de paz que contrastaba con la turbulencia interna que sentía.
—No puedo quedarme aquí esperando sin hacer nada —murmuré para mí misma—.
El peso de la decisión y la responsabilidad seguían pesando sobre mis hombros. No había forma de saber qué vendría a continuación, pero la determinación de no dejar que la desesperanza me derrotara era lo único que me mantenía en pie. La lucha por mi libertad y por un futuro mejor estaba lejos de terminar, y estaba dispuesta a enfrentarlo con todas las fuerzas que me quedaban.
El crepitar de las llamas en la chimenea era la única compañía en la vasta habitación que me habían asignado. La opulencia de los tapices y el mobiliario elegante solo acentuaba el vacío que sentía, como si la riqueza a mi alrededor solo sirviera para resaltar mi desesperación. Cada día se sentía interminable, y el temor a la visita de Morian era una constante que me mantenía en vilo. Su presencia era una sombra que se cernía sobre mí, intensificando mi angustia.
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Cautiva del Abismo
FantasyElla, es la última de su linaje de alquimistas, vendida como esclava y obligada a casarse con el príncipe demoníaco que mató a toda su familia. Debe luchar no solo contra su peor enemigo, sino también contra el deseo que amenaza con destruirla. Él...