Las horas que siguieron fueron una batalla constante contra mis propios pensamientos. La celda, normalmente un espacio oscuro y opresivo, se había convertido en un campo de reflexión estratégica. Cada vez que la desesperación amenazaba con abrumarme, recordaba las palabras de Isadora y la fría determinación de Morian. No había margen para errores; cualquier cosa que hiciera debía ser meticulosamente calculada.
A medida que la noche avanzaba, una sensación de inquietud me envolvía. La posibilidad de que el rito se llevara a cabo estaba cada vez más cerca, y aunque sabía que debía mantener la calma, el miedo y la rabia seguían burbujeando en mi interior. Era imposible no pensar en las consecuencias de lo que se avecinaba, pero también tenía que prepararme para la posibilidad de enfrentar a Morian de una manera que no me dejara completamente desprotegida.
Pocas noches después, después de medianoche, la puerta de la celda se abrió de nuevo. Esta vez, no era el guardia habitual, sino un grupo de sirvientes vestidos con túnicas oscuras y expresiones severas. Se movieron con una eficiencia fría, despojándome de mis ropas y guiándome fuera de la celda. Mi corazón latía con fuerza, anticipando lo que estaba por venir.
—Ven —dijo uno de los sirvientes con una voz sin emociones—. El príncipe te está esperando.
Me condujeron a través de un laberinto de pasillos y escaleras hasta llegar a una cámara de preparaciones. Era un espacio lujoso pero inquietantemente frío, adornado con velas y espejos que reflejaban la luz en un brillo tenue. Los sirvientes me sumergieron en un baño de agua tibia perfumada, el calor contrastando con la frialdad que sentía en mi pecho. La limpieza fue meticulosa y casi invasiva, diseñada no solo para purificarme, sino también para prepararme para el rito que se avecinaba.
Una vez bañada, me peinaron con delicadeza, aunque el proceso parecía más una forma de imposición que de cuidado. Mis cabellos fueron alisados y arreglados en un estilo elegante pero austero, cada mechón colocado con precisión. La sensación de ser tratada como un objeto en lugar de una persona era una herida añadida a la ya profunda angustia que sentía.
Luego, me vistieron con una túnica ceremonial que era tanto hermosa como desalentadora. La tela era de un color dorado y blanco, adornada con intrincados bordados que reflejaban los símbolos arcanos que estaban a punto de cobrar vida en el rito. La vestimenta, aunque impresionante, también era un recordatorio cruel de la ceremonia que estaba a punto de llevarse a cabo.
Finalmente, los sirvientes me condujeron de regreso por el laberinto de pasillos y escaleras, llevándome hacia la gran sala donde él me esperaba. La atmósfera en la sala era tensa y solemne, con las paredes adornadas con símbolos arcanos que brillaban tenuemente con una luz azulada. En el centro de la sala había un altar, y en el fondo, estaba él, su presencia dominante llenando el espacio con una mezcla de poder y desesperación.
Cuando llegamos a la gran sala, volvió a aparecer Isadora. La expresión en su rostro era una mezcla de compasión y tristeza, como si estuviera esperando un momento específico para intervenir. Me miró con una intensidad que no podía ignorar.
—Recuerda, aún tienes una oportunidad —dijo con voz baja y cargada de urgencia—. Después del rito, en el momento de consumarlo, Morian estará más vulnerable. La magia que ha estado sosteniéndolo como un demonio se debilitará. Estará más cerca de lo que sería un ser humano normal en cuanto a debilidades y mortalidad.
Mis ojos se abrieron con sorpresa y esperanza. La posibilidad de que Morian se debilitara después del rito me ofrecía una nueva estrategia.
—¿Cómo puedo aprovechar eso? —pregunté, mi voz era un susurro temblando con la mezcla de ansiedad y anticipación.
La mujer se acercó un poco más, su presencia etérea emanando una mezcla de esperanza y desesperación.
—Su poder estará en su punto más bajo y su capacidad para defenderse será limitada. Esto te dará una oportunidad para eliminarlo. Aprovecha ese momento.
Antes de que pudiera hacer más preguntas, la mujer se desvaneció en el aire, dejándome con un nuevo propósito y una renovada determinación. El tiempo se volvía aún más preciado, y la certeza de que mi única oportunidad de sobrevivir y vengar a mi familia estaba al alcance, me infundía una fuerza renovada.
Me enfrenté a Morian con una determinación fría y calculada, tratando de mantener la compostura mientras sentía la presión de la situación. Avanzó hacia el altar y, con un gesto de su mano, hizo que los símbolos arcanos comenzaran a brillar con mayor intensidad.
Mis ojos se encontraron con los suyos, tratando de leer su expresión. Había una intensidad en su mirada que no podía ignorar, una mezcla de desesperación y determinación que me hizo sentir que estaba a punto de cruzar una línea de no retorno. No tenía otra opción. La única forma de sobrevivir era seguir adelante, aunque eso significara ceder a sus demandas y enfrentar la indignidad que me imponía.
—Acabemos con esto cuanto antes —dije con voz firme, aunque mi corazón estaba lleno de tormenta.
Morian asintió con un brillo frío en sus ojos y se acercó al altar, señalando un círculo de runas que había sido trazado en el suelo. Las runas, delineadas con un polvo brillante, parecían pulsar con una energía latente, reflejando un brillo dorado bajo la luz tenue de las antorchas que rodeaban la sala. Me dirigió hacia el centro del círculo, y mientras me movía con pasos vacilantes, la realidad de la situación se hizo más palpable. No había vuelta atrás.
El rito comenzó con una serie de palabras en un idioma antiguo que resonaban en la sala, llenando el aire con una energía mágica palpable. Cada palabra pronunciada por él parecía hacer temblar el aire a su alrededor, mientras las runas en el suelo emitían una luz pulsante en sincronía con el ritmo del hechizo. Las sombras danzaban en las paredes, proyectadas por la luz de las llamas que parpadeaban de forma irregular, creando un ambiente cargado de una atmósfera ominosa.
Seguía las instrucciones del hechizo con una precisión meticulosa, moviéndose alrededor del círculo con una gracia inquietante. En su mano, sostenía un cetro adornado con gemas oscuras que emitían un resplandor siniestro, que usaba para trazar patrones en el aire, sumergiéndome en una red de símbolos flotantes. La ceremonia era más que un simple acto físico; era una fusión de magia y voluntad, una mezcla de lo profano y lo sagrado.
Las runas comenzaron a brillar intensamente, y el círculo en el suelo parecía cobrar vida propia, ondulando y girando en un patrón hipnótico. La energía mágica se intensificaba, y el aire se llenó de un zumbido eléctrico que vibraba en mis huesos. Sentía el peso de la magia como una presión en el pecho, cada pulso de energía resonando con el latido de mi corazón.
Mientras la ceremonia avanzaba, me obligué a concentrarme en lo que estaba en juego. No solo mi vida estaba en juego, sino también la posibilidad de cambiar el curso de los eventos. Aunque el acto en sí era una violación de mi dignidad, sabía que tenía que encontrar una manera de usar esta situación para mi beneficio. El rito, con todo su esplendor oscuro, era mi oportunidad para influir en el resultado final. La esperanza de desafiarlo en su propio terreno, era lo único que mantenía mi espíritu en pie.
Las energías del rito comenzaron a alcanzar un clímax, un crescendo mágico que hacía que las runas brillaran con una intensidad cegadora. Las llamas de las antorchas se alzaron en un torbellino de fuego, proyectando figuras grotescas y enigmáticas en las paredes de piedra. La magia del rito envolvía el aire, formando un campo de fuerza casi tangible que crepitaba con una energía primordial.
Cuando el hechizo alcanzó su punto culminante, una oleada de poder y tensión me atravesó, como si una corriente eléctrica hubiera recorrido mi cuerpo. Morian, con los ojos brillantes de una mezcla de desesperación y triunfo, estaba al borde de la realización. Yo, en el centro del ritual, sentía cómo el peso de la ceremonia caía sobre mí, atrapada en la tormenta de magia y voluntad que acababa de desatarse.
El rito estaba terminado, y mientras el silencio se asentaba en la sala, me di cuenta de que el verdadero desafío aún no había terminado. Aunque la ceremonia estaba completa, el impacto de lo que acababa de suceder continuaría resonando en nuestras vidas. Mi lucha por la supervivencia y la justicia, en medio de las sombras y los secretos que se habían revelado, apenas comenzaba.
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Cautiva del Abismo
FantasyElla, es la última de su linaje de alquimistas, vendida como esclava y obligada a casarse con el príncipe demoníaco que mató a toda su familia. Debe luchar no solo contra su peor enemigo, sino también contra el deseo que amenaza con destruirla. Él...