Los días en la lujosa pero opresiva habitación se extendían interminablemente.
La rutina se había convertido en una cadena de horas vacías; apenas salía de la habitación, y el tiempo se desvanecía en un abismo de aburrimiento y desesperación.
La tristeza de mi situación me envolvía, y la constante espera solo hacía que el peso de la decisión se sintiera aún más pesado.
Un día, mientras me encontraba sentada en una silla junto a la ventana, el sonido de unos golpes en la puerta interrumpió mi ensimismamiento.
El corazón me dio un vuelco.
Las visitas de Morian siempre traían consigo una mezcla de inquietud y anticipación.
Me levanté de un salto, intentando mantener la calma a pesar de la agitación interna.
—Adelante —dije, mi voz temblorosa por la expectativa.
La puerta se abrió, y Morian apareció en el umbral, su presencia tan imponente como siempre.
Esta vez, sin embargo, no parecía tan amenazante. En sus manos llevaba varios libros con cubiertas de cuero fino y elegante.
Su rostro, aunque seguía mostrando una frialdad habitual, tenía una expresión de casi genuina diversión.
—Pensé que podrías necesitar algo de distracción —dijo con una sonrisa torcida, sus labios curvándose en una mueca que era tanto seductora como irónica—. Estos son algunos de los textos más interesantes que he encontrado. Considera esto un pequeño regalo.
La sorpresa me hizo detenerme por un momento.
Aunque el gesto era inesperado, no podía evitar sentir una mezcla de desconfianza y curiosidad.
Me acerqué a la puerta y extendí la mano para recibir los libros.
Al hacerlo, nuestras manos se rozaron brevemente, un contacto fugaz pero electrizante. La sensación me hizo estremecer, y me encontré con su mirada, que parecía brillar con una intensidad inesperada.
—¿Por qué haces esto? —pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa mientras tomaba los libros con un gesto cuidadoso.
Morian se encogió de hombros, su sonrisa ligeramente más abierta que de costumbre.
—No estoy seguro de que haya una razón concreta. Tal vez simplemente me aburre ver cómo te desesperas sin nada que hacer. O tal vez es solo un pequeño gesto de... amabilidad calculada. No esperes que cambie mucho la dinámica entre nosotros.
Su tono juguetón y arrogante estaba allí, como siempre, pero había algo en su mirada que me hizo cuestionar si su frialdad era solo una fachada.
La manera en que me miraba ahora tenía un matiz de interés que no podía ignorar, aunque me resultaba difícil confiar en él.
—No necesito tu caridad —dije, tratando de sonar firme a pesar de la creciente confusión—. Lo que necesito es salir de aquí y que la maldición que llevas sea rota. No tengo tiempo para distracciones.
Morian inclinó la cabeza, sus ojos aún fijos en los míos.
—Y sin embargo, aquí estás, aceptando un pequeño consuelo mientras esperamos a que me pidas...eso. ¿Te molesta tanto?
Antes de que pudiera responder, se acercó un poco más, su presencia aún intimidante pero con una nueva cercanía que era difícil de ignorar.
Su mirada parecía explorar cada rincón de mi rostro, buscando una reacción que no podía descifrar.
La distancia entre nosotros era tan breve que podía sentir el calor de su cuerpo.
—Mientras tanto, disfruta de los libros. Tal vez encuentres algo que te haga pensar en algo más que en nuestra... situación actual.
Sus palabras eran mordaces, pero el tono seductor y la forma en que me observaba tenían un matiz que no se podía ignorar.
En ese breve momento, la línea entre enemigos y algo más se desdibujó, y el aire parecía cargado con una tensión que me desconcertaba.
Justo cuando se giró para irse, una pregunta me asaltó, y antes de que pudiera detenerme, ya había salido de mis labios.
—¿Qué ha sido de los dos guardias que siempre me escoltaban? —pregunté, observando cómo se detenía en seco—. ¿Por qué han sido cambiados por otros?
Morian se giró lentamente hacia mí de nuevo, su expresión se oscureció, y su voz resonó en la habitación con una frialdad que me heló la sangre.
—Están muertos.
Sentí que mi estómago se hundía.
—¿Por qué? —pregunté, incapaz de evitar que mi voz temblara.
Morian dio otro paso hacia mí, sus ojos se fijaron en las cicatrices que los látigos habían dejado en mi piel.
Con una lentitud exasperante, alzó una mano y, con una delicadeza que contrastaba con sus palabras, acarició las marcas.
—Porque te hirieron —dijo en un susurro, su voz contenía una mezcla de furia reprimida y algo más, algo más profundo y oscuro.
Me aparté bruscamente, sintiendo una oleada de confusión y rabia.
—Pero fuiste tú quien les ordenó que me castigaran —espeté, incrédula ante la contradicción.
Se encogió de hombros, como si el asunto fuera trivial.
—Qué importa —replicó con indiferencia—, habrían muerto igualmente si no me hubieran obedecido.
Sus palabras me dejaron sin aliento, y por un momento, no supe si debía sentir miedo, furia, o una extraña y perturbadora comprensión.
¿Qué tipo de monstruo podía decidir la vida y la muerte de otros con tal desapego?.
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Cautiva del Abismo
FantasyElla, es la última de su linaje de alquimistas, vendida como esclava y obligada a casarse con el príncipe demoníaco que mató a toda su familia. Debe luchar no solo contra su peor enemigo, sino también contra el deseo que amenaza con destruirla. Él...