La noche seguía siendo una tormenta de insomnio y emociones reprimidas. Mi cuerpo no encontraba descanso, y mi mente vagaba por laberintos oscuros. Deambulé por los pasillos del castillo, mi corazón acelerado con una mezcla de confusión y determinación. No estaba segura de qué me impulsaba a volver a su habitación, pero antes de darme cuenta, ya estaba frente a la puerta de Morian.
Sin pensarlo, empujé la puerta y entré. La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la luz plateada de la luna que se filtraba por las cortinas. Morian estaba en la cama, sus ojos abiertos y fijos en el techo. No hizo ningún movimiento cuando me vio entrar, como si ya supiera que iba a aparecer.
—¿Otra vez aquí, Ilyana?. ¿Por qué? —preguntó con un tono irónico, sin molestarse en disimular su burla.
—No puedo dormir —respondí con frialdad, cerrando la puerta tras de mí. No quería mostrarle que mi corazón latía con furia en mi pecho, que algo en mí anhelaba este enfrentamiento.
—¿Y crees que yo soy la solución a tus problemas de insomnio? —Su voz era cortante, pero había algo más, una curiosidad latente detrás de su sarcasmo.
Me acerqué, con la mirada fija en él, dejando que la distancia entre nosotros se acortara. Sabía que cada paso que daba hacia él era peligroso, pero no podía detenerme.
—No, Morian. Pero hay tantas mentiras y secretos entre nosotros que apenas puedo respirar. ¿Por qué no dejas de jugar y me dices de una vez qué demonios está pasando?
Se levantó de la cama en un solo movimiento fluido, su presencia dominando la habitación. Se acercó a mí, su rostro apenas a unos centímetros del mío, sus ojos oscuros perforando los míos.
—¿Quieres saber la verdad, pequeña furia? —su voz era un susurro cargado de veneno—. ¿Realmente estás preparada para soportarla? Porque la verdad, Ilyana, es que soy un monstruo. Y tú, con tu desesperación, solo estás cavando más hondo en este infierno.
—No soy yo quien hizo de ti un monstruo, Morian. Tú decidiste caminar por ese camino —espeté, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear en mi interior—. ¿Por qué no eres honesto por una vez? ¿Por qué te escondes detrás de esa máscara?
Morian me agarró por los hombros, su toque firme pero no agresivo. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir el calor de su aliento.
—¿Honestidad? ¿De verdad quieres eso, Ilyana? —río amargamente—. La verdad es que fui maldecido por una mujer que decía amarme. Y ahora, estoy atrapado en este cuerpo, luchando contra un demonio que solo quiere destrucción. Pero tú... tú me haces sentir algo que creía haber perdido hace siglos.
Mi respiración se detuvo ante sus palabras, pero me negué a ceder terreno.
—¿Y qué se supone que debo hacer con esa confesión? —respondí, con la voz temblando por la mezcla de miedo y atracción—. ¿Sentir pena por ti? Después de todo lo que has hecho...
—No necesito tu compasión, Ilyana. —Su voz era un susurro peligroso—. Lo que necesito es que entiendas lo que está en juego aquí. Mi humanidad pende de un hilo, y cada día que pasa, ese hilo se hace más delgado. Tú puedes ser la clave para romper esta maldición, pero solo si tienes el coraje de enfrentarte a lo que eso implica.
—¿Por qué yo? —pregunté, mi voz apenas audible—. ¿Por qué me involucraste en todo esto?
Morian se quedó en silencio por un momento, como si estuviera debatiendo consigo mismo si debía continuar. Finalmente, habló, su voz cargada de una amarga honestidad.
—Porque eres la única que puede hacerlo y la única que ha despertado algo en mí en siglos. Algo que no sea solo odio o sed de venganza. Y esa es precisamente la razón por la que estoy tan... furioso contigo. —Sus ojos se clavaron en los míos, intensos y oscuros—. Porque cada vez que te veo, me recuerdas lo que he perdido, y lo que nunca podré tener.
—¿Y por qué no amabas a Isadora? —pregunté, mis palabras llenas de desafío—. Ella te dio su amor, y tú la maldijiste con tu indiferencia.
Morian soltó una risa amarga y se apartó de mí, dándome la espalda como si mi pregunta le hubiera golpeado en lo más profundo.
—Isadora... Su amor era puro, pero no podía corresponderlo. No porque no quisiera, sino porque ya estaba perdido en mi propia oscuridad. Su maldición solo saco a la luz mi verdadero yo.
Me acerqué a él, mi rabia desvaneciéndose lentamente mientras veía la lucha interna en sus ojos.
Morian se giró hacia mí, sus ojos llenos de una mezcla de furia y desesperación.
—Maldita sea. He intentado romper esta maldición, recuperar lo que queda de mi humanidad. Pero cuanto más lo intento, más me hundo en esta oscuridad. Y ahora, tú eres lo único que podría salvarme... o condenarme por completo.
Nos quedamos en silencio, mirándonos mutuamente con una intensidad que electrificaba el aire a nuestro alrededor. Morian se acercó de nuevo, su rostro tan cerca del mío que nuestras respiraciones se mezclaban.
—No sé si puedo perdonarte —dije, mi voz apenas un susurro—. Pero no sé porqué quiero entenderte. Quiero saber quién eres realmente.
Morian levantó una mano y la colocó suavemente en mi mejilla, su toque enviando una corriente de emociones conflictivas a través de mí.
El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez, el aire estaba cargado de algo diferente. La batalla interna que ambos librábamos parecía haberse calmado por un breve instante, dejándonos con una conexión que era tan peligrosa como inevitable. A pesar de la oscuridad que aún nos rodeaba, había un atisbo de luz en nuestra interacción, una posibilidad de redención y tal vez, solo tal vez, algo más.
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Cautiva del Abismo
FantasyElla, es la última de su linaje de alquimistas, vendida como esclava y obligada a casarse con el príncipe demoníaco que mató a toda su familia. Debe luchar no solo contra su peor enemigo, sino también contra el deseo que amenaza con destruirla. Él...