Capítulo 7

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El retumbar de los pasos en el pasillo era inconfundible. Cada golpe resonante anunciaba la llegada de Morian antes de que lo viera. Su andar era pesado y deliberado, y me llenaba de una inquietud casi palpable. La celda, fría y austera, era un recordatorio constante de mi impotencia. Había buscado refugio en un rincón oscuro, pero al escuchar sus pasos, me enderecé con dificultad, preparándome para lo inevitable.

La puerta de la celda se abrió con un crujido sordo, y su presencia eclipsó la escasa luz que había en el lugar. Sus ojos, brillaban con una intensidad que hacía que mi piel se erizara. La frialdad de su mirada y el odio en sus facciones eran claros y directos.

—¿Pensabas que podrías intentar matarme sin consecuencias? —su voz cortante resonó en la penumbra, como un cuchillo afilado. – Además, tu intento habría sido en vano.

Sus palabras confirmaban mis peores temores. Intenté tragar el nudo en mi garganta y mantenerme firme, pero el terror me consumía.

Se acercó con una calma perturbadora y extendió la mano para agarrar mi brazo. La presión de su agarre era insoportable, y un grito involuntario escapó de mis labios. Mi intento de liberarme solo intensificaba el dolor, y cada movimiento que hacía parecía divertirlo más.

—¡Déjame ir! —grité, mi voz temblando entre el dolor y la frustración.

Inclinó la cabeza con una sonrisa cruel en los labios.

—¿Eres una pequeña furia, verdad Ilyana?.

Su uso de mi nombre me sorprendió y me llenó de confusión. No permitió que mi desconcierto se convirtiera en alivio. Con un movimiento decidido, agarró un mechón de mi cabello y tiró de él con una fuerza que hizo que me estremeciera.

—Sé quién eres —dijo con un susurro amenazante—. Y sé lo que has perdido. Pero también sé que tienes más que ofrecer que simplemente una resistencia estéril.

Sus palabras me golpearon como una bofetada, el reconocimiento de mi identidad y el dolor de mi pérdida combinándose en una mezcla que casi no podía soportar. Me quedé inmóvil, sintiendo cómo el peso de su conocimiento me aplastaba, dejándome expuesta y vulnerable ante él.

—Así que, ¿quieres continuar con tu resistencia? — preguntó, su tono cargado de un cruel disfrute. —¿O prefieres hablar y encontrar una manera de hacer esto más interesante para ambos?

Su mirada era implacable y no podía confiar en nada de lo que decía. Su conocimiento de quién era solo aumentaba la amenaza que representaba. El temor de lo que podría suceder me mantenía en un estado de desesperación.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté, mi voz temblando pero decidida.

Morian soltó mi cabello con un brusco tirón y me empujó hacia atrás.

—Lo que quiero no es sencillo de explicar. Pero lo que está claro es que tu vida aquí no será fácil. Cada acción que tomes tendrá consecuencias, y cada intento de desafiarme será respondido con la misma crueldad de hoy.

Se volvió para salir de la celda, pero antes de cerrar la puerta, me lanzó una última mirada, una mezcla de desprecio y amenaza.

—Recuerda, no estás aquí para jugar a los héroes. Estás aquí para aprender la realidad de tu nueva existencia.

El golpe de la puerta al cerrarse resonó con un estruendo, dejándome en la penumbra de la celda. La oscuridad parecía tragarse cada vestigio de esperanza que había quedado. Me desplomé en el suelo frío, el dolor y la impotencia envolviéndome mientras las palabras de Morian seguían resonando en mis oídos. La angustia y la desesperanza se mezclaban en el silencio, convirtiéndose en una pesada carga que parecía interminable.

si todo lo que hacía fuera parte de un macabro juego, una grotesca exhibición en la que el dolor y el tormento eran la atracción principal.

Vi cómo levantaba a mi padre como si fuera una marioneta rota, su fuerza inhumana y despiadada hacía que el sonido de los huesos rompiéndose resonara aterradoramente en la habitación. Mi madre, desesperada, intentó intervenir, pero el destino le reservaba el mismo horror. Sus gritos llenaron la estancia, una sinfonía de desesperación que se unió al ruido infernal del caos.

Desperté con un sobresalto, el corazón palpitando con un miedo persistente. La realidad, aún más cruel que el sueño, se había apoderado de mí. El eco de aquella noche seguía resonando en mi mente, grabado como una cicatriz imborrable. La visión de mi familia, el terror en sus ojos, y el brillo cruel y despiadado de Morian estaban grabados en mi memoria como una marca indeleble que nunca sanaría. La angustia de esa noche seguía siendo una tormenta incesante, un dolor que no se desvanecería jamás.

Cautiva del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora