Mal de ojo

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Era una noche perfecta. Había dejado a mi esposa y mis dos hijos en casa, para fugarme, tras una buena excusa y pasármela en grandes con dos bellas modelos, especialistas en las artes del placer. 
Fuimos al apartamento cinco estrellas que me prestó un socio y la pasé como nunca. En verdad, las chicas eran unas profesionales que valían lo que cobraban.
De madrugada, de regreso a mi casa, me encontré con Fela, la vieja loca y pordiosera del barrio. Estaba en la esquina, como casi siempre, revolviendo entre la basura. Crucé a la acera de enfrente, tratando de evitarla. Pero me vio y se me cruzó en el camino.
- No sé cómo coño puede moverse tan rápido con esa pata coja, inflamada y llena de llagas.
Se me acercó y me dijo.
-- Oye vacilador, sálvame con algo pa´ resolver mis antojos.

La combinación  de tufo a alcohol de bodega y peste a siglos sin bañarse era repugnante.     
-- Olvídate de eso Fela, yo no tengo nada para ti. Mira ver si entre la mierda encuentras una soga para que te ahorques y así resolvemos todos.
Escupí con asco y seguí mi camino.
-- ¡Que el amor se te convierta en muerte hijo de puta!
-¡Yo soy Fela monte! ¡Y lo que Fela dice, se cumple! 
-- ¡Vaya pal carajo vieja loca!- Le grité y seguí andando, mientras pensaba.
-Yo no soy como algunos come mierdas del barrio que le tienen miedo y le dan cosas para librarse del mal de ojo que dicen que echa la vieja.
Desde que me mudé para acá, he oído mil cuentos sobre los embrujos de Fela. Que si tiene pacto con el diablo. Que si lo hizo para tener poder y volver loco al marido que le pegó los tarros. Que si el marido se dio candela. Que si la amante se mató ella misma a mordidas. Que si el hijo del marido con la amante se tiró en el foso de los cocodrilos del Zoológico. Que si está así, hecha leña, es porque el diablo da, pero después te quita y mil mierdas más.
Pero yo no creo en nada. Yo me limpio el culo con todo eso.      
Una cuadra antes de llegar  mi casa, mi perrito se me acerca corriendo
-  Pompi volviste a escaparte. 
Movía la cola y saltaba contento.
De pronto, no sé qué me pasó, pero esa muestra de cariño, me provocó una ira incontrolable. En uno de sus saltos lo atrapé por el cuello y lo apreté hasta estrangularlo. Después, lo lancé contra el suelo y comencé pisotearlo, hasta convertirlo en un revoltijo de pelos y tripas.
Aturdido corrí con las palabras de Fela retumbando en mi cabeza. --  ¡Que el amor se te convierta en muerte! --  ¡Que el amor se te convierta en muerte!
Llegué a mi casa y abrí la puerta. Las luces se prendieron de pronto.
  ¡Feliz día de los padres! Gritaron mi mujer y mis niños, saltándome encima para llenarme de besos y abrazos. 
Y otra vez sentí ira y no pude controlarme.             
FIN

Terror, espadas y erotismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora