Obabi

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Fragmentos del diario de campaña del Curandero Íkarus Plómer.

Tercera luna de Átlos. Séptimo ciclo de la Oleada Redentora.
Esta mañana los Paladines de la vanguardia me han traído un sobreviviente de las Franjas Letales que protegen la aldea de Kod. Es un niño de  unos nueve o diez ciclos, desnudo y con la marca de los Corredores de la Fortuna tatuada en el cráneo rapado. El enemigo los utiliza para limpiar los terrenos plagados de Trampas Fauces, que acechan bajo la arena  No sé como pudo escapar a esas terribles armas que se activan de tan solo rozarlas. Todas las víctimas que he visto atrapadas por esos instrumentos de muerte, estaban cercenadas por la mitad, a la altura de la zona pélvica. El pequeño había tenido mucha suerte. Al parecer, la diosa Kíla, estaba de su lado.
El paciente está inconciente. Su pierna izquierda es un muñón ensangrentado a la altura de la rodilla. Mis conocimientos de Tejedor de heridas me han permitido hacer todo lo posible. Si mis remedios detienen la podredumbre, es posible que sobreviva.           

Quinta luna de Átlos. 
El paciente ha despertado. La herida está mejor. Su vida ya no corre peligro, pero sus gritos de adoración a la Madre Bélik, han atraído la atención del campamento. El capitán Délmos ha venido a mi cabaña. Después de sedar al paciente, le he explicado a mi superior que esa reacción es normal. Que es un síntoma típico de los adictos a las drogas que los Señores de la Guerra les dan a los niños para enviarlos a pelear. También le he dicho que con mis remedios, estos síntomas irán disminuyendo. Que todo es cuestión de tiempo. Délmos me sonrió complacido. Es un buen hombre y al igual que yo, ama a los niños.

Primera luna de Barél
Nuestras tropas están dando la estocada final al último reducto enemigo. Gracias al Creador, la guerra está por terminar.
Después de tantas lunas, el paciente está casi desintoxicado. Me ha dicho que su nombre es Obábi y que su verdadera madre es la Madre Bélik.  Que la hembra y el macho que se unieron para que él naciera, solo eran parte del proceso de su verdadero renacer del vientre de Bélik. El mismo les quitó la vida y se tatuó con esa sangre, la marca púrpura  de los Corredores de la Fortuna. Lo escuché en silencio, sin poder evitar que las lágrimas se desbordaran de los ojos.   
También, me contó de sus hermanos menores. Todos fueron  Escudos, me dijo con orgullo y todos habían muerto.

Tercera luna de Kiréa.
Esta maldita guerra no termina. Los Clanes del sur se han aliado en nuestra contra y están ganando terreno. El eco de sus cánticos de guerra llega hasta el campamento. Los soldados están nerviosos. Délmos, envió por refuerzos, pero los mensajeros no han regresado. La letanía y los tambores del enemigo me trastornan los pensamientos.  
Obábi se me acerca mientras escribo. El muy diablillo se ha vuelto un experto caminando con la pierna de madera que le hice. Me ha dicho que extraña a su Madre, que extraña a Belik. Lo veo alejarse, tengo miedo.

Cuarta luna  de Kiréa.
Obábi está muerto. Lo encontraron esta mañana, en uno de los fosos que protegen el campamento. Tenía la garganta cortada  y su pequeño cuerpo, marcado por las más perversas vejaciones. Parecía un muñeco de trapo, lanzado con desprecio al barro, después que su dueño se aburriera de maltratarlo. Estoy destrozado. No puedo sacarme esa horrible imagen de mi mente. ¿Qué bestias fueron capaces de hacerle eso? Si, bestias, porque fue más de uno, quien cometió el crimen. Mis años de experiencia, no pueden engañarme.      
Le he pedido al capitán que busque a los culpables, pero ha sido inútil. El enemigo está a nuestras puertas, me ha dicho. Siento lo del pequeño, pero no puedo darme el lujo de tener crisis internas en estos momentos.
Tuve que tragarme mi ira y ahogar mi pena con vino y hierbas anímicas.

Quinta luna de Kiréa.
Los refuerzos han llegado. Mil Segadores de Kiméria se nos unen. Al amanecer, atacaremos. El vino y las hierbas no ayudan. Tengo que tomar algo más potente. No puedo sacarme a Obábi de la cabeza.

Séptima luna de Kiréa.
El combate fue cruento, pero logramos la victoria. Tejer tantas heridas, ha sido bueno. Concentrarme en lo que hago, no me deja pensar. Pero, ya casi termino y el dolor, vuelve.   
Entre los prisioneros, han traído a tres Corredores de Fortuna. Estoy muy afectado. En cada uno de ellos me parece ver el rostro de Obábi. A veces vivo. Otras, muerto. No lo soporto. ¿Y los soldados? Los soldados los miran con odio, con hambre de venganza, como bestias. ¿O no? Malditas pócimas ilusorias.  Maldito Obábi. Maldita guerra.

Octava luna de Kiréa.
El capitán Dálmos me ha preguntado si quiero hacerme cargo de los niños rescatados. Al parecer, esa es su forma de resarcir mi pérdida.
He aceptado con mucho gusto. Esos niños son mi responsabilidad. No permitiré que corran la suerte de Obámi. Me siento mejor.
Acabo de darles de comer a mis protegidos. Aún están atados y me miran con odio, pero el hambre se impuso. El veneno que he puesto en el guiso es rápido y letal. Apenas  sufrirán.

FIN

    

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