Depredador

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La alarma del móvil despertó a Víctor. Sus ojos se abrieron de golpe, unos ojos  salvajes, color rojo sangre, que poco a poco fueron tomando una tonalidad verde y humana. 
El rubio, de pelo largo y lacio hasta los hombros, estiró los músculos de su cuerpo perfecto, como un felino para desperezarse.  Se levantó de un salto. Su piel desnuda, blanca e inmaculada, contrastaba con las negras cortinas del cuarto.
Víctor, se vistió de polo, jeans y zapatillas deportivas. Se perfumó y salió de la habitación. El reloj marcaba las once y treinta de la noche.
Hambre – pensó, mientras bajaba las escaleras rumbo a la sala. Se sentía ansioso. Después de su primera experiencia,  deseaba volver a probar la comida “criolla”.
En la sala, Concha, la señora de la casa, se balanceaba en su sillón, disfrutando con la novela de turno. Víctor,  aceleró de forma sobrenatural sus movimientos. En un instante, estaba frente a la gruesa mujer, de olor rancio y cabellos descuidados.
Yo no existo – dijo Víctor sin hablar. Concha asintió hipnotizada. Un hilillo de baba corrió por la comisura de sus labios.
Víctor sonrió, le divertía jugar con la “carne”. Tomó su auto y salió de cacería.
  Cerca del cine Yara encontró lo que buscaba. Tenía el equilibrio perfecto entre hembra y macho, justo como le gustaban. El BMW se detuvo junto a la acera.  La fauna nocturna comenzó a acercarse al lujoso auto, como moscas sobre un pastel. Vendedores de Viagra, de sexo, drogas y otros placeres se iban acercando a su objetivo.
Víctor los desechó con un pensamiento
¡Fuera!—rugió mentalmente y al momento, todos perdieron el interés, volviendo a su rutina. Todos menos su elegido. El chico, vestido de chica y senos de silicona, continuó acercándose.
¿Cuánto? – preguntó Víctor con acento extranjero.
Cincuenta – respondió “ella” metiendo descaradamente la cabeza pelirroja por la ventanilla. El olor mentolado del chicle acarició a Víctor, que abrió la puerta y la invitó a subirse.
El coche se alejó en la oscuridad, envuelto entre miradas de envidia.
Primero, fueron a comer. Víctor no probó bocado, justificándose con una dieta que debía seguir de forma rigurosa.  Se limitó a disfrutar como su acompañante devoraba la cena, mientras “ella” lo miraba con lascivia, acariciándole la entrepierna, con un pie descalzo.
Después, fueron a bailar. Entre alcohol y reggaetón, la “chica” frotaba con lujuria sus nalgas, contra la pelvis de   su cliente. Víctor estaba excitado. Ella lo sabía, notaba la “dureza” a través del fino tejido de su minifalda.     
Vámonos – dijo él.
Estás loco por comerme. Le contestó “ella”, tras pasarle la lengua por la oreja. Víctor sonrió.
¿A dónde vamos?
Al Bosque de la Habana. A mí me gusta hacerlo al aire libre, a lo salvaje, en el monte. Fíjate, que en la farándula me dicen Jana de la selva.
Remató la frase con una estridente carcajada. Víctor, rió por seguirle la corriente. Los chiste de la “carne”, no eran su fuerte.
El auto se adentró entre los matorrales. Una puerta se abrió y ambos cuerpos salieron, entrelazados, desnudos, puro instinto. Lenguas, jadeos y apretones.
Víctor la puso en cuatro y la penetró por detrás. “Ella” se dejó hacer meneándose como una posesa. En medio del éxtasis, Víctor cerró los ojos y sacó sus colmillos.
Las fauces del vampiro buscaron la carne y el fluido vital, pero se toparon con una sorpresa. La filosa dentadura, no pudo penetrar la ahora escamosa piel se su víctima.
Antes de que Víctor pudiera reaccionar, una larga cola de reptil, brotó vertiginosa del trasero de su pareja, desgarrando a su paso los genitales del vampiro.
Este cayó hacia atrás en un grito ahogado de dolor. El enorme cocodrilo giró, atrapando entre sus poderosas mandíbulas la cabeza de su víctima. El saurio giró varias veces sobre sí mismo hasta decapitar a su presa. Tras terminar su faena, volvió a su forma humana.    
El joven travesti, miró el cadáver y sonrió complacido. Tomó el dinero de la cartera del muerto, se transformó en lechuza y voló hacia la noche sin luna, apretando entre sus garras el fajo de billetes.  
FIN

Terror, espadas y erotismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora