Capítulo 5

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Una de las ventajas de este calor asfixiante es que los dos estamos completamente secos después de un par de minutos de pie al aire (sin mirarnos, con las manos convenientemente colocadas delante, por cierto). Aún me estoy poniendo las zapatillas cuando Beau echa a caminar tan tranquilo.

—Espera un segundo, por favor —⁠le digo, tropezando con los cordones mientras intento seguirle.

Me sorprendo cuando veo que el coche del señor Zebb sigue aparcado en el mismo sitio, sin una manada de polis a su alrededor. Sin embargo, no me sorprende lo más mínimo la explosión de llamadas perdidas y mensajes en mi móvil, de mamá, papá, Blair y Sadie. Me pongo el cinturón del asiento del copiloto y voy pasando la ristra de mensajes, cada vez más aterrados, mientras recuerdo mi fase de luna de miel en el bucle temporal, cuando me apartaba de la rutina tan a menudo que encontrarme con un montón de mensajes histéricos de mi familia pasó a ser lo habitual.

El primer mensaje, de mamá, dice:

¿Dónde estás? Me han llamado del instituto y dicen

que ¿¿HAS ROBADO EL COCHE DE TU PROFESOR

DE MATEMÁTICAS???? Dime que es un error.

El segundo mensaje, de Blair:

¿?¡!¿¿??¡! Tío... qué está pasando...

El tercero, de papá:

La señora Hazel dice que no sabe nada de ti. Clark,

¿nos puedes llamar?

El cuarto mensaje, de Sadie:

Vale, corre el rumor de que le has robado el coche

a zebb... De verdad, es el mejor chiste que he oído

en mi vida.

El quinto mensaje, de Sadie (diez minutos después del primero):

ESPERA ¡¡QUE DICE TU MADRE QUE ES VERDAD!! ¿¿¿CLARK???

Hay un sexto, séptimo, octavo mensaje, y más. Empiezo a escribir para garantizarles que no es tan malo como parece y que pronto volveré a casa a hornear algo para la fiesta de cumpleaños, pero me paro antes de darle a enviar. ¿Por qué debería ponerme un toque de queda el mejor día que he tenido desde hace siglos? Cierro y dejo el móvil en el portavasos, junto a la cerveza rancia del señor Zebb, y me fijo en que Beau también está distraído leyendo su propia ristra de mensajes. Cuando escribe frenético aparece de inmediato el bocadillo de respuesta del destinatario que, a juzgar por la velocidad delirante de la conversación, está angustiadísimo por nuestra deriva delictiva como ladrones de coches.

⁠—¿Va todo bien? —⁠le pregunto⁠—. ¿Tus padres también están subiéndose por las paredes, igual que los míos?

Manda un último mensaje antes de guardar el móvil en el bolsillo con un suspiro nervioso.

—No pasa nada.

⁠—¿Seguro?

—Solo son problemas de chicos —⁠Beau se sube las comisuras de los labios con las yemas de los dedos, obligándose a sonreír⁠—. Me niego a permitir que nos agüen la fiesta hoy.

Problemas de chicos.

Ouch.

«Problemas de chicos» puede significar mil cosas, pero confirmaría dos detalles que ambos compartimos —⁠que a Beau le gustan los chicos y que tiene problemas⁠— y un tercero que me quema más de lo esperable: Beau está saliendo con alguien.

Drops of Time TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora