cap. 3: Recuerdos

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El sol se alzaba brillante sobre El Palmar, y la casa junto al mar estaba llena del bullicio matutino típico de los días de verano. Después de un desayuno copioso, la mañana prometía ser igual de animada.

Carlos y Alejandro decidieron aprovechar la tranquilidad antes de que todos se adentraran en sus actividades diarias. Se dirigieron a la piscina, donde el agua cristalina reflejaba la luz del sol, creando destellos en el aire.

—¿Recuerdas cómo solíamos estar siempre en el borde de la piscina cuando éramos pequeños? —preguntó  

Alejandro, acomodándose en el borde con las piernas colgando sobre el agua.Carlos se sentó a su lado, mirando la piscina con una mezcla de nostalgia y preocupación.

—Claro que sí. Pasábamos horas aquí, hablando de cosas sin importancia y, por supuesto, de las chicas —respondió, sonriendo al recordar aquellos días despreocupados.

Alejandro soltó una risa nostálgica, su mirada fija en el agua.

—Sí, y siempre era la misma historia: tú baboseando por Alexandra y yo por Marta. Recuerdo que estábamos todo el día hablando de ellas, intentando impresionarlas con nuestras tonterías.Carlos se rió, asintiendo con la cabeza.

—¡Cómo olvidarlo! Nos creíamos unos expertos en ligar, aunque solo teníamos 12 años. Era como si toda nuestra vida girara en torno a esas chicas.

Alejandro miró a Carlos con un tono más serio, notando la inquietud en su amigo.

—Pero ahora las cosas son diferentes, ¿verdad? No solo estamos hablando de recuerdos, sino de algo que realmente importa.

Carlos asintió lentamente, su mente volviendo a la conversación de la noche anterior.—Sí, ahora es diferente. No sé qué hacer con todo esto. Tengo miedo de que si expongo mis sentimientos, las cosas se compliquen con Pablo y nuestra amistad.

Alejandro lo miró con comprensión, sabiendo lo difícil que debía ser para él.

—Carlos, a veces, lo mejor es ser honesto contigo mismo y con los demás. Si te importa Alexandra, deberías hablar con ella y enfrentar lo que sientes.

Guardar tus sentimientos solo crea más tensión.

Mientras tanto, en la piscina, Alexandra y Marta estaban metidas hasta la cintura en el agua, jugando al voleibol.

El sonido de sus risas y los salpicones del agua llenaban el aire. Ambas disfrutaban del juego, sin preocuparse por nada más.

—¡Vamos, Marta, ponme un buen pase! —gritó Alexandra, preparándose para un remate.Marta, con una sonrisa de complicidad, le lanzó la pelota con precisión.

Alexandra la golpeó con destreza, enviándola al otro lado de la red. Las dos amigas seguían riendo y disfrutando del juego, ajenas a la conversación que se estaba llevando a cabo en el borde de la piscina.

De repente, Pablo apareció con una bolsa de patatas fritas en la mano. Al ver a Alexandra y Marta en la piscina, se acercó con una sonrisa.

—¡Hey, chicas! ¿Quieren unas patatas? —preguntó, agitando la bolsa en el aire.Alexandra y Marta se acercaron al borde de la piscina, extendiendo las manos para agarrar unas patatas.

—¡Sí, por favor! —dijo Alexandra, mientras intentaba evitar mojar las patatas con el agua de la piscina.

Pablo se sentó en una de las tumbonas cercanas, disfrutando de las patatas mientras observaba a las chicas.

Luego, notó a Carlos y Alejandro en el borde de la piscina, y se acercó para unirse a la conversación.

—¿Qué tal va la charla, chicos? —preguntó Pablo, mordisqueando una patata.

El verano en El Palmar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora