cap. 2: Entre olas y miradas

104 5 0
                                    

Los días en El Palmar transcurrían con la misma rutina veraniega de siempre: sol radiante, juegos en la playa y cenas familiares bajo el cielo estrellado.

La casa estaba llena de risas y el calor del verano, pero para Carlos y Alexandra, el verano tenía una nueva dimensión. Desde aquella noche en la piscina, ambos habían sentido una tensión nueva, una conexión que no podían ignorar.

Sin embargo, Carlos estaba decidido a mantener sus sentimientos en secreto, temeroso de que revelarlos pudiera complicar las cosas, especialmente con Pablo y su amistad.Una mañana brillante, el grupo de amigos decidió pasar el día en la playa.

Con las tablas de surf bajo el brazo y toallas al hombro, se dirigieron al lugar de siempre. Marta y Alexandra iban charlando animadamente, mientras Carlos y Alejandro caminaban unos pasos detrás, inmersos en su conversación.

—Oye, Carlos, ¿qué pasa contigo y Alexandra? —preguntó Alejandro con una sonrisa traviesa—. Te he visto mirándola más de lo habitual.

Carlos se tensó, intentando mantener su compostura mientras observaba a Alexandra jugar con su tabla.—¿Qué quieres decir? —preguntó Carlos, tratando de sonar casual.

Alejandro levantó una ceja, notando el nerviosismo en la voz de su amigo.

—Nada, solo que pareces más atento a ella últimamente. No sé si lo estás ocultando, pero se nota que hay algo entre ustedes.

Carlos forzó una risa, intentando desviar el tema.

—Vamos, Alejandro. Es solo que nos conocemos desde hace mucho y hemos pasado mucho tiempo juntos. No es nada raro.

Alejandro no estaba convencido, pero decidió dejarlo pasar por ahora. Cuando llegaron a la playa, Carlos y Alexandra se lanzaron al agua con sus tablas de surf, disfrutando de las olas. Mientras surfeaban, Carlos intentó distraerse, manteniendo su mente ocupada con las olas y el mar.

Sin embargo, cada vez que Alexandra estaba cerca, su corazón latía más rápido.

Después de surfear un rato, Carlos se tomó un descanso y se sentó en la arena, observando a Alexandra mientras ella jugaba con Marta. Alejandro se acercó a él, todavía con una mirada inquisitiva.—¿Todo bien, Carlos? —preguntó Alejandro, sentándose a su lado.

Carlos asintió, aunque la preocupación era evidente en su rostro.

—Sí, solo estoy cansado. Creo que he estado pasando mucho tiempo en el agua —respondió, intentando sonar despreocupado.

Alejandro lo miró, con una mezcla de comprensión y preocupación.

—Si necesitas hablar de algo, ya sabes que estoy aquí para escucharte. Pero no quiero que te pongas tenso por cosas que podrían resolverse fácilmente.Carlos agradeció el apoyo de su amigo, aunque no estaba dispuesto a revelar sus verdaderos sentimientos.

—Gracias, Alejandro. Solo necesito un poco de tiempo. No quiero que las cosas se compliquen.

Mientras el grupo se reunía para el almuerzo, Carlos intentó actuar con normalidad, pero Alejandro notaba las pequeñas señales de su preocupación.

A pesar de los esfuerzos de Carlos por ocultar sus sentimientos, Alejandro comenzó a darse cuenta de que algo más estaba en juego.Esa noche, después de la cena, Carlos y Alexandra se encontraron nuevamente en el jardín, sentados en una esquina apartada.

La brisa nocturna era suave, y el sonido del mar creaba un ambiente relajante.

—Carlos, he notado que has estado un poco distante últimamente —dijo Alexandra, mirando al horizonte.

Carlos la miró, intentando mantener su sonrisa.

—No es nada. Solo he estado pensando en algunas cosas. Es todo —respondió, tratando de no dejar que sus emociones se reflejaran en su voz.Alexandra se acercó un poco más, preocupada.

—Si necesitas hablar de algo, sabes que estoy aquí para ti. Pero no tienes que cargar con todo solo.

Carlos sintió un tirón en su corazón. Quería decirle lo que sentía, pero se echó atrás, temeroso de que eso pudiera arruinarlo todo—Gracias, Alex. Lo aprecio. Solo… déjame procesar algunas cosas. A veces, es más fácil lidiar con ellas por mi cuenta.

Alexandra asintió, aunque la preocupación no desapareció completamente. Sabía que había algo que Carlos no estaba dispuesto a compartir, y eso la inquietaba.

Más tarde, mientras los demás estaban ocupados con sus actividades nocturnas, Alejandro se acercó a Carlos, buscando una conversación más profunda.

—Carlos, ¿todo bien? —preguntó, con un tono más serio—. He notado que algo te preocupa, y creo que tiene que ver con Alexandra.
Carlos suspiró, sabiendo que no podía ocultar sus sentimientos por mucho tiempo más.

—No es fácil, Alejandro. Hay cosas que no quiero complicar. No quiero que esto afecte nuestra amistad ni la relación con Pablo.

Alejandro lo miró con comprensión, pero también con un toque de seriedad.

—A veces, tratar de mantener las cosas ocultas solo las hace más difíciles. Si te preocupas por Alexandra, tal vez deberías hablar con ella y aclarar lo que sientes.

Carlos se quedó en silencio, procesando las palabras de su amigo. Sabía que Alejandro tenía razón, pero el miedo a las consecuencias lo mantenía cauteloso.

—Gracias por tu consejo, Alejandro. Lo pensaré.

Alejandro asintió, confiando en que su amigo encontraría una solución a su dilema.

Aunque no sabía exactamente qué pasaría, estaba dispuesto a apoyar a Carlos en lo que necesitara.Esa noche, mientras el mar seguía su curso y la luna iluminaba la playa, Carlos y Alexandra se encontraban en un estado de incertidumbre.

Ambos sabían que había algo especial entre ellos, pero el miedo a lo desconocido y las complicaciones externas mantenían las palabras y los sentimientos en un delicado equilibrio.

El verano en El Palmar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora