Era una mañana tranquila de primavera, y el sol brillaba cálidamente sobre la costa. La familia había decidido pasar el día en El Palmar, el lugar donde tantas de sus historias habían comenzado. Después de varios años, aquel rincón de Cádiz seguía siendo un refugio especial para ellos. Alexandra y Carlos habían traído a Martín para que conociera más a fondo el lugar donde sus padres se habían conocido, y se sintieron envueltos en una nostalgia agradable al recorrer los mismos caminos que solían recorrer cuando eran adolescentes.
Aquel día en particular, Carlos había estado más pensativo de lo habitual, aunque trataba de ocultarlo. Alexandra lo notó, pero decidió no preguntar, asumiendo que se trataba de alguna preocupación por el trabajo o simplemente que estaba disfrutando del paseo en silencio. Sin embargo, Carlos tenía un plan en mente, un plan que había estado elaborando durante meses.
Al llegar la tarde, Carlos sugirió que se dirigieran al mirador donde solían pasar el atardecer juntos. Era un lugar especial para ambos, con vistas al mar y a la playa donde tantas veces habían caminado de la mano. Alexandra aceptó encantada, recordando todos los momentos felices que habían compartido allí.
Martín, con su energía inagotable, corría de un lado a otro, fascinado por las olas que rompían en la orilla. Mientras caminaban hacia el mirador, Carlos tomó la mano de Alexandra, apretándola suavemente. Ella lo miró, notando una mezcla de nerviosismo y emoción en sus ojos.
—¿Estás bien? —preguntó Alexandra con una sonrisa, levantando una ceja.
Carlos asintió, devolviéndole la sonrisa, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que el momento estaba cerca, pero quería que todo fuera perfecto.
—Estoy más que bien —respondió, besando la mano de Alexandra—. Solo estaba pensando en lo mucho que hemos vivido aquí, en este lugar.
Alexandra sonrió, recordando todo lo que había pasado entre ellos en esos años. La primera vez que se dieron cuenta de sus sentimientos, las peleas, las reconciliaciones, y cómo todo había llevado a ese momento, caminando juntos, con su hijo corriendo delante de ellos.
Finalmente, llegaron al mirador. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. La vista era impresionante, y Alexandra se detuvo un momento para admirarla.
—Es hermoso —dijo, respirando profundamente el aire salado del mar.
—Sí, lo es —respondió Carlos, sin apartar la vista de ella.
Martín se había sentado en la arena, jugando con algunas conchas que había encontrado, dejando a sus padres un momento de tranquilidad. Carlos sabía que era ahora o nunca. Con cuidado, sacó una pequeña caja de su bolsillo, sintiendo que el tiempo se ralentizaba mientras lo hacía.
—Alex —dijo Carlos, llamando suavemente su atención.
Alexandra se giró hacia él, y al verlo arrodillarse frente a ella, su corazón se detuvo por un instante. Su mente tardó un segundo en procesar lo que estaba sucediendo, y cuando finalmente lo comprendió, una mezcla de sorpresa y emoción la invadió.
Carlos abrió la caja, revelando un hermoso anillo de compromiso. El sol se reflejaba en el diamante, haciéndolo brillar con una intensidad que solo rivalizaba con la mirada de amor que Carlos le dirigía.
—Alexandra —comenzó Carlos, su voz temblando ligeramente por los nervios—, hemos compartido tantos momentos, tantas risas, tantas lágrimas... Hemos creado una vida juntos, una familia que amo más que a nada en este mundo. Cada día que paso contigo es un recordatorio de lo afortunado que soy, y no puedo imaginar un futuro sin ti a mi lado. Así que hoy, en este lugar que significa tanto para nosotros... quiero preguntarte si estarías dispuesta a pasar el resto de tu vida conmigo. ¿Te casarías conmigo?
Alexandra sintió que las lágrimas llenaban sus ojos mientras una oleada de felicidad la envolvía. Miró a Carlos, el hombre con el que había crecido, el hombre que había estado a su lado en cada paso de su vida adulta, y supo, sin ninguna duda, cuál era su respuesta.
—Sí, Carlos, por supuesto que sí —respondió, sin poder contener las lágrimas mientras una sonrisa inmensa se dibujaba en su rostro—. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.
Carlos se levantó y, con manos temblorosas pero firmes, deslizó el anillo en el dedo de Alexandra. Luego, la rodeó con sus brazos y la besó con toda la pasión y el amor que había sentido por ella durante tantos años. Alexandra le devolvió el beso, sintiendo que su corazón estaba a punto de estallar de felicidad.
Martín, que había estado observando con curiosidad, se levantó y corrió hacia ellos, abrazando las piernas de sus padres. Carlos y Alexandra se rieron, separándose solo para levantar a su hijo y abrazarlo entre los dos, sintiendo que su familia era ahora más fuerte y unida que nunca.
El sol terminó de ponerse en el horizonte, y la brisa marina acarició sus rostros mientras los tres se quedaban allí, juntos, mirando hacia el futuro con esperanza y amor.
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El verano en El Palmar
RomanceLa familia Alcaraz y la familia Martínez siempre pasaban los veranos en El Palmar, Cádiz ,las familias eran muy unidas y dentro de esa unión estaban Carlos y Alexandra,mejores amigos desde la infancia,hasta ese verano,ese verano fue el cambio de tod...