Era una tranquila tarde de invierno, y la lluvia caía suavemente fuera de la casa, creando un sonido relajante que se mezclaba con el calor acogedor del hogar. Carlos y Alex estaban acurrucados en el sofá, con una manta suave cubriéndolos mientras veían una película. Martín, después de una mañana llena de energía, dormía profundamente en su habitación, dándoles a sus padres un momento de paz.
La película era una comedia ligera, algo perfecto para una tarde tranquila. Alex estaba recostada contra el pecho de Carlos, sintiendo la comodidad de su calor y disfrutando del simple placer de estar juntos. Todo estaba en calma, cuando de repente, sintió un pequeño movimiento en su vientre.
Al principio pensó que podría haber sido su imaginación, pero luego volvió a sentirlo, esta vez un poco más fuerte. Eran las primeras patadas de su hija.
—¡Carlos! —exclamó, sentándose un poco más recta y tomando la mano de su esposo—. Creo que acaba de moverse. Nuestra pequeña acaba de patear.
Carlos reaccionó de inmediato, sus ojos se abrieron con sorpresa y emoción. Rápidamente colocó su mano en el vientre de Alex, buscando sentir ese pequeño movimiento que era como un milagro tangible.
—¿Dónde? —preguntó con una mezcla de nerviosismo y felicidad—. ¿La sentiste aquí?
Alex asintió, guiando su mano al lugar exacto donde había sentido la patada. Como si su hija respondiera al toque de su padre, volvieron a sentir una pequeña y delicada patada, como un saludo desde dentro.
Carlos soltó una risa suave, llena de asombro y amor.
—Hola, princesita —dijo, su voz baja y cariñosa mientras acariciaba suavemente el vientre de Alex—. Soy papá. No puedo esperar para conocerte.
Alex observó cómo la cara de Carlos se iluminaba con una emoción pura, algo que la hizo sentir un nudo de amor en la garganta. Cada vez que Carlos hablaba con su hija, lo hacía con tanta ternura y dedicación que era imposible no sentirse conmovida.
—Parece que ya está lista para hacer su presencia conocida —dijo Alex, riendo suavemente.
—Es nuestra pequeña luchadora —respondió Carlos con una sonrisa—. Ya quiere asegurarse de que sabemos que está aquí.
Se quedaron en silencio unos momentos, simplemente disfrutando de la conexión con su bebé, y luego Carlos, con un tono más serio, preguntó:
—Oye, Alex, ¿ya has pensado en algún nombre para ella? Quiero que sea algo especial, algo que realmente signifique lo que sentimos.
Alex lo miró a los ojos, pensando en la pregunta. Habían hablado vagamente sobre nombres, pero nunca se habían decidido por uno en particular. Sin embargo, en ese momento, un nombre le vino a la mente, uno que había estado rondando sus pensamientos desde que supo que tendría una hija.
—Sí, en realidad he estado pensando en un nombre —respondió, con una leve sonrisa—. ¿Qué te parece Irene?
Carlos se quedó en silencio un momento, dejando que el nombre resonara en su mente. Luego, una sonrisa cálida se extendió por su rostro.
—Irene... —repitió, probando el sonido del nombre—. Es perfecto, Alex. Irene, nuestra pequeña Irene.
Alex sintió una oleada de felicidad al escuchar a Carlos decir el nombre. Le parecía perfecto, simple pero lleno de significado, representando la paz y la serenidad que tanto deseaban para su hija.
—Entonces, Irene será —dijo Alex, tomando la mano de Carlos y llevándola de nuevo a su vientre—. Nuestra pequeña Irene, la princesa de papá.
Carlos inclinó su cabeza para besarla suavemente en la frente, y luego volvió a hablarle al vientre de Alex.
—Princesa Irene, eres tan esperada y amada —dijo con un tono lleno de promesas—. Tu mamá y yo no podemos esperar a tenerte con nosotros, a enseñarte el mundo y a verte crecer.
Se quedaron así, disfrutando del momento y de la tranquilidad de saber que pronto su familia estaría completa. Mientras la película continuaba de fondo, lo único que importaba era ese pequeño y preciado momento, en el que decidieron el nombre de la nueva luz que estaba por llegar a sus vidas.
Afuera, la lluvia seguía cayendo, pero en el interior de su hogar, todo estaba lleno de una calidez inigualable. Una tarde perfecta, donde la expectativa del futuro y el amor incondicional que ya sentían por su hija se entrelazaban en un instante que recordarían para siempre.
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El verano en El Palmar
RomanceLa familia Alcaraz y la familia Martínez siempre pasaban los veranos en El Palmar, Cádiz ,las familias eran muy unidas y dentro de esa unión estaban Carlos y Alexandra,mejores amigos desde la infancia,hasta ese verano,ese verano fue el cambio de tod...