El sol brillaba en lo alto del cielo, iluminando con su luz dorada cada rincón de El Palmar. Las olas del mar rompían suavemente en la orilla, como si susurraran bendiciones para lo que sería un día inolvidable. La brisa marina traía consigo un aire de frescura que ayudaba a calmar los nervios de todos los presentes. Era el día que tanto habían esperado: el día de la boda de Carlos y Alexandra.
La ceremonia se llevaría a cabo en la playa, en un lugar especial para ambos, donde todo había comenzado. Los preparativos habían comenzado desde temprano en la mañana, con la familia y amigos cercanos ayudando en cada detalle. Una larga alfombra blanca se extendía desde el borde de la arena hasta un hermoso altar decorado con flores silvestres, que se balanceaban suavemente al compás del viento. Las sillas estaban dispuestas en filas, cada una adornada con lazos y pequeñas flores que combinaban con el ramo de la novia.
Alexandra estaba en una pequeña casita cercana, donde se había estado preparando con la ayuda de Marta, su mejor amiga y dama de honor. Llevaba puesto un vestido de encaje blanco, sencillo pero elegante, que resaltaba su figura. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, decorado con pequeñas flores. Marta terminaba de ajustarle el velo, y cuando Alexandra se miró en el espejo, se quedó sin palabras. La imagen que veía reflejada no era solo la de una mujer hermosa, sino la de alguien que estaba a punto de comenzar un nuevo capítulo en su vida.
—Estás preciosa, Alex —dijo Marta, con una sonrisa de orgullo y emoción.
—Gracias, Marta —respondió Alexandra, sintiendo un nudo en la garganta—. No puedo creer que finalmente haya llegado el día.
Marta le dio un suave apretón en la mano.
—Carlos va a estar encantado cuando te vea —añadió—. Y estoy segura de que él también está nervioso, pero en el buen sentido.
Alexandra asintió, tomando aire profundamente para calmar los nervios. Sabía que estaba lista, pero los nervios y la emoción se entrelazaban en su estómago, creando una sensación que nunca había experimentado antes.
Mientras tanto, Carlos estaba en otra parte de la playa, acompañado por Alejandro y Ferrero, quienes también estaban nerviosos, pero trataban de distraerlo con bromas y conversaciones ligeras. Carlos llevaba un traje azul marino, elegante pero sin excesos, con una corbata en tonos suaves que combinaba perfectamente con el entorno marino. Se sentía más nervioso de lo que hubiera esperado, pero también estaba increíblemente feliz.
—Tranquilo, hermano, que todo va a salir perfecto —dijo Alejandro, dándole una palmada en la espalda.
Carlos asintió, intentando calmarse.
—Es solo que… quiero que todo sea perfecto para ella —dijo, mirando hacia el altar, imaginándose a Alexandra caminando hacia él.
Ferrero se rió.
—Todo ya es perfecto, Carlos. Hoy es el día en que te casas con la mujer que amas. Nada puede salir mal.
Las palabras de sus amigos lo tranquilizaron un poco. Estaba listo para dar este paso, uno que había soñado durante mucho tiempo.
La música comenzó a sonar, suave y melódica, señalando que la ceremonia estaba a punto de comenzar. Los invitados tomaron sus asientos, y la atmósfera se llenó de una emoción palpable. Carlos se colocó en su lugar, junto al altar, sintiendo su corazón latir con fuerza. Las olas del mar parecían sincronizarse con sus emociones, moviéndose en un ritmo constante y calmante.
Finalmente, el momento llegó. Alexandra apareció al inicio del camino, tomada del brazo de su padre, quien la miraba con orgullo y emoción. Cuando Carlos la vio, todo a su alrededor desapareció. Alexandra se veía radiante, como si el sol la hubiera elegido como su musa en ese día tan especial. A medida que caminaba hacia él, con cada paso que daba, Carlos sentía cómo su amor por ella crecía aún más.
Cuando Alexandra llegó al altar, su padre le dio un beso en la mejilla y la entregó a Carlos, quien la tomó de la mano. Ambos se miraron a los ojos, sonriendo, y todo a su alrededor pareció detenerse. Solo existían ellos dos, el mar, y el amor que los unía.
El oficiante, un amigo cercano de la familia, comenzó la ceremonia con unas palabras que hablaban de amor, compromiso y la importancia de la unión entre dos personas que deciden caminar juntas por la vida. Carlos y Alexandra escuchaban con atención, pero sus miradas seguían fijas el uno en el otro, como si cada palabra que se decía resonara en lo más profundo de sus corazones.
Llegó el momento de los votos. Carlos fue el primero en hablar, y aunque había preparado un discurso, decidió hablar desde el corazón.
—Alexandra, hemos compartido tantas cosas juntos, hemos crecido el uno al lado del otro y hemos creado una vida que jamás podría haber imaginado sin ti. Hoy, aquí, frente a nuestras familias y amigos, quiero prometerte que estaré a tu lado en cada paso, en cada risa, en cada lágrima. Quiero que sepas que mi amor por ti es eterno, y que siempre lucharé por nosotros. Eres mi mejor amiga, mi confidente, y el amor de mi vida. Y hoy, te elijo, una y otra vez, para caminar conmigo por siempre.
Alexandra sintió que las lágrimas le llenaban los ojos mientras escuchaba las palabras de Carlos. Respiró profundamente antes de comenzar a hablar.
—Carlos, desde que éramos adolescentes, supe que eras alguien especial. Hemos pasado por tanto juntos, y no hay nadie más con quien quisiera compartir mi vida. Me has enseñado lo que es el amor verdadero, el compromiso, y la felicidad. Prometo amarte, apoyarte, y estar a tu lado en cada momento, en los buenos y en los malos. Eres mi hogar, mi refugio, y la razón por la que sonrío cada día. Hoy, frente a todos los que amamos, te elijo a ti, para siempre.
Las palabras resonaron en el aire, y el viento las llevó hacia el mar, como si fueran una bendición más para la pareja. Los dos se miraron con ojos llenos de amor mientras el oficiante pronunciaba las palabras que los unían en matrimonio.
—Carlos, puedes besar a la novia.
Carlos no esperó un segundo más. Se inclinó hacia Alexandra y la besó con todo el amor que sentía por ella. Fue un beso lleno de promesas, de sueños compartidos, y de un futuro que ambos estaban ansiosos por construir juntos.
Los invitados aplaudieron y vitorearon mientras la pareja se separaba, sonriendo ampliamente. Carlos tomó la mano de Alexandra, y juntos caminaron por el pasillo, entre las sonrisas y las felicitaciones de todos sus seres queridos. El mar, testigo de su amor durante tantos años, se alzaba a su alrededor como un símbolo de lo eterno y constante, al igual que su amor.
Después de la ceremonia, la celebración continuó en un pequeño restaurante junto a la playa. La fiesta fue alegre y llena de risas, con música, comida deliciosa, y sobre todo, mucho amor. Alexandra y Carlos compartieron su primer baile como esposos bajo las estrellas, mientras Martín corría alrededor de ellos, riendo y feliz de ver a sus padres tan contentos.
La noche se alargó, y cuando finalmente la fiesta llegó a su fin, Carlos y Alexandra se retiraron a su habitación, agotados pero felices. Se sentaron en el balcón, observando el mar bajo la luz de la luna, disfrutando de la tranquilidad después de un día tan especial.
—No puedo creer que ahora seas mi esposa —dijo Carlos, rompiendo el silencio con una sonrisa.
—Y yo no puedo creer que seas mi esposo —respondió Alexandra, apoyando su cabeza en su hombro.
Se quedaron allí, en silencio, disfrutando del momento. Sabían que, a partir de ese día, su vida sería un nuevo viaje lleno de aventuras, desafíos, y, sobre todo, mucho amor. Pero estaban listos, porque sabían que, juntos, podían con todo.
Y así, bajo las estrellas y con el sonido del mar de fondo, Carlos y Alexandra comenzaron su nueva vida como marido y mujer, con la certeza de que el futuro les deparaba un amor tan inmenso como el océano que los había unido desde el principio.
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El verano en El Palmar
RomanceLa familia Alcaraz y la familia Martínez siempre pasaban los veranos en El Palmar, Cádiz ,las familias eran muy unidas y dentro de esa unión estaban Carlos y Alexandra,mejores amigos desde la infancia,hasta ese verano,ese verano fue el cambio de tod...