Era una mañana tranquila en la casa de los Alcaraz Martínez. El sol comenzaba a iluminar las habitaciones, y el día se presentaba prometedor. Irene, con solo dos años, estaba en el sofá bebiéndose su biberón mientras veía sus dibujos animados favoritos. A su lado, Martín, ya con seis años, disfrutaba de su desayuno, sumido en la serie de televisión que le encantaba.
Desde la cocina, Alex observaba a sus hijos con una sonrisa cariñosa mientras preparaba su café matutino. Las mochilas de los niños estaban listas y bien organizadas cerca de la puerta, esperando su salida para el día. El aroma del café llenaba la cocina, brindando un confort familiar.
Carlos, recién levantado, apareció por el pasillo con su habitual energía matutina. Saludó a sus hijos y a Alex con un beso en la mejilla, antes de dirigirse a la cocina para desayunar. La ausencia de su entrenamiento ese día le permitía pasar más tiempo con su familia, y estaba decidido a aprovecharlo al máximo.
—Buenos días, familia —dijo Carlos, con una sonrisa amplia—. ¿Cómo va esa mañana?
—¡Buenos días, papá! —respondió Martín, mientras seguía mirando la televisión—. ¿Hoy tienes un día libre?
—Sí, hoy no tengo entrenamiento —confirmó Carlos, acercándose para darle un beso a Alex en la mejilla—. Así que puedo ayudar con todo.
Carlos se sentó en la mesa y comenzó a desayunar, mientras Alex se encargaba de vestir a Irene. La pequeña estaba entretenida con su biberón y los dibujos animados, ajena al ajetreo que se desarrollaba a su alrededor. Alex se movía con eficiencia, ayudando a Irene a ponerse su chaqueta y preparándola para salir.
Martín, ya con su mochila puesta, estaba ansioso por ir al colegio. Con la ayuda de Alex, se aseguró de que todo estuviera en orden y se dirigió al salón para esperar a que su papá y su hermana estuvieran listos.
—Carlos, ¿puedes llevar a Martín al colegio hoy? —le preguntó Alex, mientras terminaba de preparar el bolso de Irene para la guardería—. Yo me encargaré de llevar a Irene.
—Claro, no hay problema —respondió Carlos, tomando un sorbo de su café y poniéndose de pie—. Vamos, Martín, ¡es hora de ir al colegio!
Martín se levantó de un salto, emocionado por la idea de ir al colegio con su papá. Alex lo ayudó a salir de la casa y lo metió en el coche, mientras Carlos tomaba la mano de Irene y la llevaba hacia el vehículo que los llevaría a la guardería.
El trayecto hacia el colegio de Martín y la guardería de Irene fue tranquilo. Carlos y Martín conversaban sobre el día que les esperaba, y Alex charlaba animadamente con Irene, quien estaba contenta de ir a la guardería y jugar con sus amigos.
Una vez que dejaron a Martín en el colegio y a Irene en la guardería, Carlos y Alex se dirigieron a hacer algunos recados. Pasaron por el mercado local para hacer la compra semanal y luego se detuvieron en la librería para buscar algunos libros que Martín había pedido.
—Es agradable tener un día libre de vez en cuando —dijo Carlos, mientras recorrían los pasillos del mercado—. Me hace apreciar aún más estos momentos juntos.
—Sí, lo es —respondió Alex, sonriendo mientras revisaba la lista de compras—. A veces, entre el trabajo y las actividades de los niños, es fácil olvidar lo importante que es disfrutar del tiempo juntos.
Después de completar los recados y regresar a casa, el día continuó con la misma armonía. Carlos y Alex prepararon el almuerzo juntos, conversando sobre los pequeños detalles de su vida cotidiana y disfrutando de la compañía del otro. La casa estaba llena de una sensación de calidez y amor, y a pesar de los desafíos y las responsabilidades, era evidente que su familia estaba bien conectada y feliz.
El día pasó rápidamente, y cuando llegó la hora de recoger a los niños, Carlos y Alex se encontraron en el parque de la guardería, donde Irene se abalanzó hacia ellos con una sonrisa radiante. Martín, ya con su mochila al hombro, estaba igualmente contento de ver a sus padres.
Al regresar a casa, todos se acomodaron en el salón, donde pasaron la tarde jugando y riendo. Era una de esas mañanas que, aunque llenas de las rutinas diarias, estaban marcadas por la alegría y el amor de la familia, recordándoles a Carlos y Alex lo valioso que era cada momento compartido.
Mientras la tarde avanzaba, y con el sol poniéndose en el horizonte, la familia se reunió en la mesa para cenar, disfrutando de una comida casera y de la compañía de cada uno. Los pequeños detalles de la vida cotidiana se entrelazaban con momentos de felicidad, haciendo de cada día una experiencia llena de significado y amor.
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El verano en El Palmar
RomanceLa familia Alcaraz y la familia Martínez siempre pasaban los veranos en El Palmar, Cádiz ,las familias eran muy unidas y dentro de esa unión estaban Carlos y Alexandra,mejores amigos desde la infancia,hasta ese verano,ese verano fue el cambio de tod...