cap. 13: Mis personas favoritas

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El día siguiente amaneció con un cielo gris y nublado, pero la atmósfera en la casa de Carlos y Alexandra era mucho más luminosa. Martín, después de haber pasado la noche bajo el cuidado de sus padres, se encontraba mucho mejor. Su pequeño rostro había recuperado algo del color perdido, y su energía comenzaba a regresar, a pesar de que todavía llevaba su manta favorita envuelta alrededor de sus hombros.

Carlos, aprovechando que su hijo estaba mejor, decidió retomar su entrenamiento matutino con Ferrero en la pista del jardín. El aire era frío, y la humedad en el ambiente hacía que el césped se sintiera resbaladizo bajo sus pies, pero Carlos no se detuvo. Estaba concentrado, moviéndose con rapidez y precisión, golpeando la pelota con una fuerza que resonaba en el aire frío.

Mientras tanto, Alexandra se encontraba en la casa, observando a través de la ventana cómo Carlos y Ferrero entrenaban con intensidad. Martín, envuelto en su manta, estaba sentado en su regazo, también mirando a su padre. Aunque aún se sentía un poco débil, sus ojos brillaban con admiración al ver a Carlos en acción.

—¿Quieres ir a ver a papá? —le preguntó Alexandra, acariciando suavemente el cabello de Martín.

El niño asintió con entusiasmo, así que Alexandra se levantó y lo envolvió mejor en su manta antes de dirigirse al jardín. El frío era más intenso afuera, pero la sonrisa de Martín al ver a su padre hacía que cualquier molestia fuera irrelevante.

Carlos estaba tan concentrado en su entrenamiento que no se dio cuenta de que Alexandra y Martín se habían acercado hasta que escuchó una risita familiar. Bajó la raqueta, deteniéndose por un momento, y cuando levantó la vista, vio a su esposa y su hijo a unos metros de distancia.

—¡Pero si son mis personas favoritas! —exclamó Carlos con una amplia sonrisa, dejando la raqueta a un lado y acercándose a ellos.

Martín extendió sus brazos hacia él, y Carlos no tardó en levantarlo en volandas, sintiendo el calor del cuerpo de su hijo contra el suyo. El niño soltó una pequeña carcajada mientras se acomodaba en los brazos de su padre, sus ojos brillando de felicidad.

—¿Cómo está mi pequeño campeón? —preguntó Carlos, besando la frente de Martín.

—Mejor, papá —respondió Martín, apoyando su cabecita en el hombro de Carlos.

Alexandra sonrió al ver la escena. Había algo reconfortante en la manera en que Carlos y Martín se conectaban. Era como si, a pesar de todas las dificultades y desafíos, siempre encontraran la manera de hacer que cada momento juntos fuera especial.

Ferrero, que había estado observando con una sonrisa, se acercó para saludar a Martín.

—¡Hola, pequeño! —dijo Ferrero con su tono amistoso, extendiendo una mano para acariciar suavemente la cabeza de Martín—. Me alegra verte mejor.

Martín, siempre tímido al principio, sonrió levemente antes de acurrucarse un poco más en los brazos de su padre. Ferrero rió suavemente ante la reacción del niño y luego se volvió hacia Carlos.

—Creo que tu pequeño fan está mucho mejor hoy —comentó, con una mirada aprobatoria.

—Sí, por suerte sí —respondió Carlos, mirando a Alexandra con gratitud—. Alex ha sido increíble cuidándolo.

Alexandra sonrió, quitándole importancia con un gesto de la mano.

—Solo hice lo que cualquier madre haría —respondió, aunque la mirada de cariño que le dirigió a Carlos decía más de lo que las palabras podían expresar.

—Bueno, fue suficiente para que yo no tenga que preocuparme por nada más que por darle a Martín todo el amor que merece —dijo Carlos, volviendo su atención hacia su hijo—. ¿Qué dices, campeón? ¿Te apetece ver cómo entrenamos un poco más?

Martín asintió, sus ojos brillando con emoción. Aunque era pequeño, había heredado de su padre una fascinación por el tenis, y siempre que podía, lo acompañaba durante los entrenamientos.

Carlos lo sostuvo firmemente mientras retomaba su raqueta con la otra mano, lanzando una mirada cómplice a Ferrero.

—Bien, amigo —dijo Carlos—. Vamos a mostrarle a Martín cómo se juega al tenis.

Ferrero asintió, preparado para continuar el entrenamiento, pero ahora con la presencia de un espectador muy especial. Alexandra se retiró un poco hacia un banco cercano, desde donde podía observar cómo Carlos y Ferrero volvían a la pista, esta vez bajo la atenta mirada de su hijo.

Mientras Carlos golpeaba la pelota con precisión, escuchaba las pequeñas risitas de Martín cada vez que hacía un buen tiro, y su corazón se llenaba de una calidez que ni siquiera el frío de diciembre podía enfriar.

Alexandra, mientras observaba a su familia, sintió una profunda paz. A pesar del cansancio de la noche anterior y del frío de la mañana, ver a Carlos y Martín juntos, compartiendo esos momentos, le recordaba lo afortunada que era de tener a ambos en su vida.

El entrenamiento continuó, pero para Carlos, lo más importante no era la técnica ni la velocidad de sus golpes. Era ver la sonrisa de su hijo y sentir la mirada amorosa de Alexandra sobre él. Sabía que estos momentos, aunque cotidianos, eran los que verdaderamente definían su vida y la llenaban de significado.

Al terminar la práctica, Carlos caminó hacia Alexandra, aún con Martín en brazos. Ferrero se despidió con una sonrisa y una promesa de volver a entrenar pronto.

—¿Cómo estuvo el espectáculo? —preguntó Carlos, con una sonrisa traviesa.

—Maravilloso, como siempre —respondió Alexandra, levantándose para besar suavemente a Carlos.

Martín, que ya se veía un poco más cansado, bostezó mientras se acurrucaba aún más en los brazos de su padre. Carlos miró a su hijo con ternura, acariciando su espalda para que se relajara.

—Creo que es hora de una siesta para este pequeño campeón —dijo Carlos.

Alexandra asintió, y juntos se dirigieron de vuelta a la casa, disfrutando del calor del hogar que los esperaba. Mientras caminaban, Carlos miró a su alrededor, observando el cielo gris que se desplegaba sobre ellos, y no pudo evitar sonreír. La vida, con todas sus complejidades y desafíos, no podía ser más perfecta. Tenía a su familia, tenía amor, y eso era todo lo que realmente necesitaba.

El verano en El Palmar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora