Capítulo 17: "Pecho vacío"

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El joven abrió los ojos ante el resplandor del sol filtrándose por la ventana con las persianas abiertas y siseó por el dolor que le atacó la cabeza

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El joven abrió los ojos ante el resplandor del sol filtrándose por la ventana con las persianas abiertas y siseó por el dolor que le atacó la cabeza. Trató de mantenerlos un poco abiertos, pero el martilleo se asemejaba a las resacas odiosas que una vez había sentido y solo entendió a qué se debía cuando pudo sentir sus ojos más pequeños de lo normal.

Apretó la almohada de Roy entre sus brazos, de inmediato recordando lo ocurrido. Un nudo se atravesó en su garganta y las lágrimas llenándole los ojos le hicieron arder los mismos con crueldad, provocando que quisiera llorar más.

Olfateó el aroma de su esposo en la suave almohada, aumentando el dolor en su pecho el hecho de tenerlo tan lejos. Su celular comenzó a vibrar en la mesita de noche, llamando su atención, viró a sus espaldas y vió que eran mensajes entrantes. Entre estos, pudo ver con algo de letargo la hora que era y jadeó al ver que casi eran las ocho.

Hundió su cabeza en la almohada con un quejido, no podía ir a trabajar así, estaría pensando en Roy a todo momento, en cómo recuperarlo, aún así...

Se irguió a regañadientes y se dirigió hacia el baño, su reflejo no le causó ninguna reacción. Era como imaginaba que iba a estar luego de llorar toda la noche hasta quedarse dormido. Ojos rojos, pequeños e hinchados, cabello desordenado, su piel maltratada por la tela de la almohada que había abrazado entre lágrimas, la sombra de lo que una vez había sido marcándose en sus ojeras. Era un fracaso, no había hecho nada bien últimamente y se sentía como el hombre más patético en la faz de la tierra.

Tomó su cepillo de dientes con los ojos ardiendo por las lágrimas que se formaban, y se detuvo un segundo a contemplar el espacio vacío al lado del mismo, dónde debía ir el cepillo de Roy. Luego miró hacia donde colgaban las toallas, solo se hallaba la de él y el llanto amenazó con hacerlo acurrucar contra la pared.

Mientras se arreglaba un poco respondió llamadas tanto como podía. Trató de ausentarse, pero la secretaria le había recordado unos deberes de carácter urgente para ese día y la presión lo hizo darse una ducha reparadora, hacer su rutina para la piel que no había hecho la noche anterior, vestirse decentemente e irse del apartamento que se sentía tan solitario.

No tenía hambre. De nuevo el sentimiento de querer vomitar al pensar en comida le atacaba, y se negó a probar bocado. Antes de entrar a su primera reunión del día se acercó a su secretaria con algo de ansiedad, está lo miró con una sonrisa comprensiva, podía notar que su jefe no se hallaba bien a pesar de haber hecho todo lo posible por ocultar su cara demacrada.

—Señorita Jhonson, quisiera pedirle un favor—comentó frunciendo los labios.

—Lo que quiera—ella le sonrió como siempre, con amabilidad y eso lo relajó un poco

—Es un favor bastante personal del que no quisiera que mi papá ni nadie se enterara.

—Usted dirá.

Por siempre [Mi chico Revoltoso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora