Cuentas claras, amistades largas

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Más que una oficina, el último piso de ese gran casino parecía una elegante sala de estar en la que el dueño podía beber coñac hasta hartarse sin que nadie pudiera perturbar la paz de llenarse los bolsillos a partir de ludópatas con su percepción financiera tan sesgada por los placeres momentáneos que pudiera generar el "ganar" más dinero en algún punto de la noche.
Un gran espacio de colores cafés rojizos oscuros bajo tenue iluminación cálida que hacían del lugar un tanto tranquilo cómo incómodamente seductor. Grandes sillones en forma de L de color gris que rodeaban una mesa de centro circular de color chocolate dónde las bebidas servidas reposaban.

Bambam no quería beber o bajar la guardia ante alguien que podía apoderarse de dobles intenciones conforme la conversación profundizara en el verdadero problema. Se limitaba a mirar cada detalle de su contraparte para intentar leer su lenguaje corporal, estaba tan nervioso que pensaba en estudiar algo de psicología corporal al volver a casa. Si es que volvía.

—No creo que sea nada personal, chico —dijo aquel hombre de cabellos castaños. Incluso llegando a terminar sus cuarenta años, tenía un rostro perfectamente cuidado que podría fácilmente pasar por un respetado actor de la pantalla chica. Reposó su pantorrilla izquierda sobre la rodilla derecha, mirando a Bambam con superioridad y una expresión de confianza que daba escalofríos—. Es probable que sólo no le guste la idea de que el Pandora pueda convertirse en un prostíbulo al igual que todas sus cadenas.

—El Pandora no es un prostíbulo —respondió—. Es un sitio de entretenimiento musical, baile y bebidas. Un maldito club nocturno. Pero aquel idiota que destrozó otra de mis camionetas dijo que probablemente vendía un supuesto polvo de estrellas en el Pandora y créame cuando le digo que esa vez fue la primera ocasión en la que escucho algo como eso.

Yugyeom junto a otros guardaespaldas se encontraban detrás de Bambam, mirándose fijamente con los guardaespaldas del hombre frente a ellos. Todos de pie detrás de sus patrones esperando una orden para movilizarse. 
Ellos vestían elegantes trajes de los que probablemente tenían chalecos antibalas debajo, estaban peinados igual, llevaban audífonos y gafas oscuras que ocultaban parcialmente su identidad. Por otro lado, los de Bambam tenían un aspecto similar sólo que eran prestados de su hermano y Yugyeom sólo llevaba su clásica camisa de cuello alto negra y mangas largas junto a unos pantalones cargo del mismo color, además de su cabello suelto cayendo sobre sus ojos y nuca.
No sabía que había un código de vestimenta. Ni siquiera sabía que irían a ese lugar del que no quería conocer ni saber nada, sólo fue comunicado sobre ello y tuvo qué ponerse sus botas de vuelta ya que ya se había tumbado en un sofá de los vestidores de los bailarines del Pandora. Fue en el camino dónde se enteró de todo el plan y realmente no estaba muy de acuerdo.

—Puedo entender que no tengas nada qué ver con lo que se te acusa, niño. No eres del tipo de persona que pueda volverse un proxeneta y prestar esa clase de servicios, pero, ¿qué quieres que haga? Yo no fui quién envió gente a amenazarte. 

—Quiero una alianza temporal, protección para mi personal —replicó, sorprendiendo a su mejor amigo—. No para mí. Mis trabajadores no son esa clase de prestadores y no quiero que corran riesgos sólo porque un loco cree que le estoy queriendo dar competencia.

El hombre se encorvó hacia enfrente, colocó sus codos en sus rodillas y miró a Yugyeom, moviendo lentamente sus pupilas hacia arriba; después miró a Bambam con la misma paciencia. Su retador aspecto y la alza de su ceja le dijo a Bam en la cara que estaba totalmente incrédulo de sus palabras. 

—¿Eres capaz de buscar alianzas con alguien a quién apenas conoces?, ¿qué te hace pensar que yo no pueda traicionarte y apoderarme de tu apreciado Pandora? —inquirió con voz hipnotizante, ladeando su cabeza.

Just tonight we'll go to heaven and back [GOT7 fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora