Byron, un reconocido médico, es contratado por una pareja asiática, con el objetivo de tener un médico personal para su hijo, quien frecuentemente se lesiona en sus entrenos de Kung Fu.
El hijo del médico, Edgar, no tiene un mínimo de interés en en...
— ¿Cuándo te has dado cuenta...? — pregunto, apartando la mirada de él. Siento su mirada en mí, pero no siento que me juzga. — Antes, en el agua. — despega sus ojos de mí un momento y mira alrededor. — Ven, te voy a devolver el favor. Llevo mucho tiempo curando mis propias heridas antes de que llegarais tú y Byron. — extiende su mano hacia mí, como pidiendo que le deje mi brazo.
Dudo un segundo, pero lo hago de todas formas. Él sostiene mi brazo con delicadeza, como si fuera a romperse. Es raro ver algo así en un chico con el físico de Fang. Aquel agarre fuerte que sentí el primer día que nos conocimos parecía haberse disipado por completo.
Me quejo un poco cuando pasa una gasa con desinfectante por mis cortes. Él la aleja de mi piel y para.
— Perdón, ¿estás bien? — habla, con tono algo preocupado. No entiendo porqué hace esto. Asiento con timidez mientras sigo mirando sus manos. Cuando me venda, lo hace muy despacio, supongo que le dará algo de miedo hacerme daño de nuevo. Es algo cantoso, pero por esto me he traído una chaqueta, la cual me pongo cuando termina. Lo que menos me esperaba hoy es que Fang me vendase los brazos. Parece de cuento.
— Gracias... — agradezco, jugueteando con mis manos. Si, me ha dado un poco de vergüenza. Fang sonríe y se adelanta, para estar dentro del círculo de gente, pero sigue sentado a mi lado.
Parece un niño pequeño.
— Oye, he visto que tocas el bajo, ¿no? — curiosea, girando su cabeza hacia mí de nuevo. Algunos mechones morados caen por su frente y los lados de su cara. Está despeinado, pero sigue con su característica coleta baja. — Sí, ¿cómo lo sabes? — menciono. No recuerdo haber mencionado nada sobre ello. — Tu padre lo dijo el otro día. Tiene pinta de molar. —
Así hablamos por varias horas. Entre copas y más copas, me habló sobre alguno de sus hobbies y yo sobre los míos. No suelo abrirme así con la gente, y menos con alguien tan gilipollas como Fang, pero no me pareció mala idea. Supongo que fue el alcohol.
Nos hemos empezado a seguir en Instagram. Tiene bastantes fotos en su perfil, la mayoría con sus amigos, aunque bastantes son solo suyas. Jesús, no quiero imaginarme como de solicitados tienen que estar sus mensajes directos. Es muy fotogénico, las cámaras capturan sus rasgos y su belleza muy bien. Tiene que ser muy divertido fotografiarle.
No suelo hacer fotos de gente (porque no se dejan), pero no me molestaría en absoluto hacerle alguna foto a Fang.
Parece que ahora nos aguantamos un poco más, al fin de cuentas tengo que verle casi a diario hasta que sus padres decidan que tiene edad para pagarse un doctor él solo.
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Narra Fang:
Ya son casi las 2 de la mañana, la fiesta está cerca de acabar. Si fuese una discoteca estaría abierta más tiempo, pero es una piscina, es algo peligroso.
Todos empezamos a recoger nuestras cosas y algunos se adelantan y nos esperan en la puerta. De todas formas, salgo de los primeros.
Fuera están Edgar, Bibi, Maisie y Crow. Me acerco a ellos y veo que Bibi y Edgar tienen un cigarro en la boca. No sabía que fumaban, pero tampoco me sorprende.
— Crow, ve a pedirle las llaves a Bull. Maisie, ayúdame a subir las cosas a la minivan, anda. — se excusa la pelinegra. — Intentad no mataros mientras no estamos, ¿ok? — sugiere antes de darse la vuelta e ir hacia el vehículo de Bull. Maisie la sigue y Crow también nos deja solos.
Miro a Edgar y él me devuelve la mirada, soltando el humo por la nariz y vuelve a dejarse el cigarro en la boca.
Sin pensarlo, lo agarro y lo dejo en mi mano. — No deberías fumar esto, chaval. — digo, levantando una ceja y tirando el cigarro al suelo. Edgar me mira con el ceño fruncido. — Aquí el doctor soy yo, guapo. — me contesta. Pf, no se deja regañar este niñato. Da un paso y se acerca a mí. Pone su dedo índice en mi pecho y me mira a los ojos, levantando la cabeza. — Me debes un piti, que lo sepas. — comenta, arrastrando un poco las palabras. Se nota que ha bebido.
Me río al ver su reacción. Tiene una expresión muy graciosa en la cara. Tiene el ceño fruncido pero parece tener un pequeño puchero en los labios.
Al fin, llegan el resto de personas que faltan. Nos despedimos de todos y cada grupo se sube a uno de los coches para ir a casa.
Ha sido un muy buen día. Me lo he pasado de puta madre, aunque mañana tendré una resaca horrenda...
— Draco, espero que no nos metas en un accidente de tráfico eh, que tengo que darle de comer a mi perro. — salta Brock. — Anda calla, que negativo que eres, estúpido. — replica Maisie. — Oye Fang, como ligas, ¿no? — me pregunta Chester. Le miro con cara de confusión y levanto una ceja. — ¡Eso! Tienes al emo ese en el bote, conquistador. — añade Draco desde el asiento del conductor. Me echo una mano a la cara y llevo la cabeza hacia atrás. ¿No serán mis amigos los más pesados del mundo? — Sois tontísimos... — murmuro. — Que dices anda, si a tí también te encanta él. — escucho la voz de mi mejor amigo, Buster, a mi derecha. El resto de los presentes en el coche empiezan a hacer el típico "uuuuuyyy". Suspiro con molestia e intento ignorarles.
— No lo niega, entonces es verdad. — añade el chico de piel morena desde el asiento del copiloto, entre risas. — Nuestro Fang se ha enamorado señores y señora. —
Cierro los ojos y me apoyó en la ventana, esperando a que se callen dos mil años. Estoy demasiado cansado para esto ahora mismo, encima me duele la cabeza que flipas.
— ¿Algo que decir? — habla Maisie, poniendo su mano delante de mi cara como si agarrase un micrófono. — Moríos todos ya porfavor. — digo con desgana. Ellos solo se ríen y siguen hablando de las cosas que les han pasado hoy en la piscina.
Vaya flipados, mis padres me matarían si llegan a escuchar algo así... Son muy conservadores. Supongo que así les criaron.
