[TERCER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Dios ama a toda su creación , incluyendo a los demonios. Pero...
¿Amará suficientemente a su hijo caído y a la primera Lilim en pisar tierras mortales como para salvarlos?
Descúbrelo en la tercera y última entrega de es...
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Capítulo dedicado a @SofiaCitlaly
-¡Mami! ¡Quiero más!
-Ya te e dado la respuesta, Alaida.
Continuó estrellando sus pequeños puños sobre la mesa y fingiendo llorar para darle otro trozo del bizcocho de chocolate elaborado por las manos de ángel de Richard.
En el instante en que todos nos habíamos sentado a merendar supe cómo acabaría todo. Agarré una servilleta para limpiarle las comisuras de la boca pero giró el rostro en dirección a Lorcan.
Suplicó ayuda pero él la miró con ojos de perdón.
-Tuve que ir al infierno para recuperar mis ojos, pequeña. No quiero ni imaginar lo que tendría que hacer para recuperar mis manos.
-¿Tus manos? -pregunté.
-Confío en usted, mi ama. Pero la conozco lo suficiente como para saber que en el instante en que me atreva a cortarle un trozo de bizcocho mis manos quedarían de adorno junto a este.
Me hice la ofendida mientras los demás reían.
Alaida procedió a mirar a su padre quien con los brazos apoyados sobre la mesa y los dedos entrelazados la observaba fijamente.
Algo que Alaida no compartía conmigo era el sentimiento que generaba la oscura mirada de Deimos: ella era inmune a ella.
-¡Papá! ¡Quiero más!
-Ya has escuchado a tu madre.
-¡Ella nunca dice sí!
-Y lo hago por tu propio bien. -le respondí, apresando sus mejillas con fuerza para poder limpiar el chocolate de su cara.
Empezó a chillar histéricamente y a intentar alejarme de ella.
-¡Alaida compórtate! ¡Niña mala, eres una niña mala! -le grité.
Aquello pareció activar una alarma peligrosa en ella ya que de un momento a otro dejó de moverse para mirarme como muñeca asesina.
Y bajo la atenta mirada de todos se pasó la mano por su boca para después pasarla por todo mi pecho, manchando la camisa de mi traje blanco. Escuché cómo se detuvo cada respiración de aquella mesa. Cerré los ojos para no maldecir cada célula del cuerpo de mi hija y al volver a mirarla ella eliminó su sonrisa de venganza al notar mi mirada carente de toda emoción.
