[TERCER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Dios ama a toda su creación , incluyendo a los demonios. Pero...
¿Amará suficientemente a su hijo caído y a la primera Lilim en pisar tierras mortales como para salvarlos?
Descúbrelo en la tercera y última entrega de es...
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Capítulo dedicado a @Bella_Rivera_527
-Esto no me da buena espina.
El susurro de Deimos al salir de una de las habitaciones del corredor fue acompañado de un gesto mío para que guardara silencio.
Con el dedo índice sobre mis labios ladeé la cabeza para que se hiciera a un lado al divisar un rápido movimiento al fondo del corredor. Algo había cruzado rápido, introduciéndose de una habitación a otra.
-Ten cuidado, no hay mucha luz.
No supimos si reír o llorar porque en ese momento mi mirada descendió a mi brazo derecho el cual comenzó a iluminarse. Las venas atravesaron la venda y nos permitieron ver todo como si fuera de día.
Caminé segura hacia una habitación pero salí a los pocos segundos ya que solo contenía dos muebles pequeños de cinco cajones de madera cada uno. La otra habitación era un dormitorio varonil con una grandísima cama rodeada de unas finas cortinas azul claro. Sentí la mano de Deimos colocarse en mi espalda baja para indicarme que sería el quien avanzara primero hacia la gigantesca sombra de animal que traspasaba la cortina.
Con cautela extendió la mano al llegar hacia esta y poco a poco empezó a apartarla.
No pude evitar reír al observar un diminuto caniche de pelaje blanco despeinado sobre la cama, gruñendo y mirándonos desconfiado. Deimos terminó de abrir agresivamente las cortinas para cogerlo del pescuezo sin temor alguno. Aquello sorprendió incluso al animal quien cesó sus gruñidos al instante para comenzar a gemir como víctima.
-¿Será que este es uno de ellos? ¿Se pueden transformar en perros así de diminutos? -preguntó sacándome otra sonrisa, con el perro colocado frente a su rostro de cejas fruncidas y mueca divertida.
-¡Rápido! ¡Los hemos encontrado! -nos hizo sobresaltar Lorcan, asomándose por la puerta agitado.
Deimos soltó al caniche y bajamos las escaleras para seguir a Lorcan hasta el vestíbulo donde habían desplazado la alfombra principal a un lado, descubriendo así una gigantesca puerta que abierta daba a un oscuro sótano.
Antes de bajar las escaleras ambos observaron mi brazo con una ceja alzada.
Fue tan cómica la escena que sólo pude reír, levantando mi brazo entre nosotros.
-Es una puta linterna y yo no tengo localizado aún su botón de apagado. -me sinceré.
-¿De qué hablas? -preguntó Lorcan, con sus ojos bien abiertos aún fijados en la venda.- ¿Has probado a hablar internamente con ella?
