Luz En El Abismo I

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La oscuridad que envolvía a Sarada era como una marea negra que se alzaba con la intención de ahogarla, de reclamarla para sí. Los espejos a su alrededor reflejaban no solo su imagen, sino también sus más profundos miedos, sus inseguridades, las sombras que acechaban en su corazón.

En uno de esos espejos, Sarada vio una visión que le cortó el aliento: Boruto, su amado, corría por calles desoladas, siendo perseguido y odiado por todos aquellos a quienes alguna vez había protegido. Sus ojos, llenos de desesperación, buscaban ayuda, pero no había nadie que pudiera salvarlo.

Sarada intentó moverse, gritar, hacer algo para detener lo que veía, pero su cuerpo estaba atrapado, inmóvil ante la imagen reflejada. En el espejo, Boruto tropezaba, caía al suelo mientras las figuras sombrías lo rodeaban, sus rostros distorsionados por el odio y el desprecio.

Y ella, en su reflejo, no era más que una figura impotente, observando desde la distancia, sin poder intervenir, sin poder salvarlo. La culpa comenzó a enredarse en su pecho, apretando con fuerza, como espinas que crecían desde dentro.

En medio de su confusión y dolor, una nueva figura apareció en los espejos. Era Kawaki, pero no el Kawaki de carne y hueso, sino una versión que emanaba una oscuridad tan intensa que parecía absorber la poca luz que quedaba en el lugar. Kawaki la miró con una sonrisa llena de burla, sus ojos brillando con una malicia fría y calculada.

- ¿Ves, Sarada? - dijo Kawaki, su voz resonando como un eco en la prisión de espejos - No puedes salvarlo. Todo lo que puedes hacer es mirar, impotente, mientras él sufre. Eres débil, Sarada. Siempre lo has sido.

Las palabras eran como dardos envenenados que se clavaban en su corazón. Sarada sintió que las piernas le temblaban, que su fuerza la abandonaba.

Era verdad. Siempre había sido Boruto quien la salvaba, quien la protegía, quien enfrentaba los mayores peligros mientras ella lo observaba desde la distancia.

¿Qué valor tenía su amor si no podía proteger al hombre que significaba todo para ella?

- Boruto siempre es quien te salva - continuó Kawaki, su tono cargado de un desprecio que la hacía estremecer - Y tú, ¿qué haces? ¿Crees que tu amor es suficiente? Eres una carga, Sarada, y lo sabes. Me odias porque te he expuesto, porque te he mostrado lo insignificante que eres sin él.

Las palabras de Kawaki se enroscaban en su mente como serpientes, avivando la culpa que Sarada había intentado reprimir durante tanto tiempo. Se sentía inútil, indigna de estar junto a Boruto, de ser parte de su vida.

La imagen de Boruto siendo perseguido y odiado, mientras ella no podía hacer nada, se grababa en su mente, un recordatorio constante de sus propias debilidades.

La oscuridad que emanaba de Kawaki comenzó a rodearla, apretando con fuerza, intentando sofocar la luz que aún brillaba débilmente en su interior. Sarada sentía cómo su corazón se hundía, cómo la culpa y el dolor la arrastraban hacia un abismo del que no sabía si podría escapar.

Sus ojos, que alguna vez habían brillado con determinación, ahora estaban llenos de lágrimas, de impotencia, de un miedo que la paralizaba.

Pero justo cuando la oscuridad parecía invencible, cuando Sarada sentía que se desvanecía en el vacío, una luz brillante emergió de la oscuridad, rompiendo las sombras que la rodeaban.

La luz era cálida, reconfortante, y envolvió a Sarada en un abrazo que le devolvió la fuerza que había creído perdida. Y entonces, lo vio. Era Boruto, su figura bañada en una luz dorada que contrarrestaba la negrura a su alrededor.

- ¡Sarada!- La voz de Boruto era clara y llena de amor, una voz que la alcanzó en lo más profundo de su ser, rescatándola del abismo -No estás sola. Estoy aquí.

Lazos De Sangre Y Furia (Boruto Uzumaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora