El Reino De Las Sombras

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La noche, que ya era oscura y opresiva, se volvió aún más siniestra cuando Kazuto alzó sus manos, y de sus dedos brotó una niebla densa y oscura que comenzó a envolverse alrededor de Sarada y Mitsuki.

La niebla era más que simple vapor; era una entidad viviente, cargada de maldad, que se deslizó con rapidez hacia ellos, encerrándolos en su abrazo gélido y sofocante.

Sarada y Mitsuki, en un instante, sintieron cómo el mundo a su alrededor se desvanecía. La niebla no solo cubría su visión, sino que parecía penetrar en sus mentes, en sus almas, llenándolas de un terror primitivo.

Los sonidos de la batalla, los gritos de Naruto y Boruto, se desvanecieron, reemplazados por un silencio sepulcral que resonaba con un eco lejano, como si estuvieran siendo arrastrados a un abismo sin fondo.

El aire se volvió pesado, tan denso que respirar se hizo un esfuerzo doloroso. Sarada intentó moverse, pero una repentina y abrumadora parálisis la inmovilizó. Sus brazos, sus piernas, incluso su pensamiento, estaban atrapados en esa oscuridad viscosa que la rodeaba.

Trató de activar su Sharingan, pero la niebla era como un veneno que adormecía su chakra, que apagaba su voluntad. A su lado, Mitsuki intentaba resistir, pero sus esfuerzos eran en vano.

La niebla lo envolvía como cadenas invisibles, apretando su pecho, robándole el aliento, hasta que todo lo que podía sentir era la desesperación.

Las carcajadas de Kazuto resonaron a su alrededor, reverberando en la negrura, crueles y sádicas, como si el mundo mismo se burlara de su impotencia. Esas risas no eran solo sonidos; eran como garras afiladas que rasgaban sus mentes, dejándolos vulnerables, expuestos al terror que crecía en su interior.

— ¡Boruto...! — pensó Sarada, pero su voz interior era débil, un susurro ahogado por el miedo. La imagen de Boruto, su sonrisa, su determinación, se desvanecía en la neblina de sus pensamientos, como un sueño que se disuelve en la mañana.

— Boruto...— repitió Mitsuki en su mente, su corazón apretándose con la idea de no poder estar allí para él, de no poder protegerlo como había prometido. Sabía que debían luchar, que debían resistir, pero la niebla era implacable, su peso mental y emocional era insoportable.

La voz de Kazuto, fría y metálica, se coló en sus mentes antes de que todo se desvaneciera en la oscuridad.

— Boruto padecerá, y ustedes me ayudarán, quieran o no. Bienvenidos a mi reino, el Reino de las Sombras y las Pesadillas.

Y con esas palabras, Sarada y Mitsuki sintieron cómo la conciencia los abandonaba, cómo el mundo se convertía en un vacío absoluto.

Sus últimas imágenes antes de caer en la inconsciencia fueron de Boruto, su amigo, su amado, a quien sabían que nunca volverían a ver.

Y luego, la niebla los arrastró a ese mundo oscuro, a ese reino de sombras donde las pesadillas eran la única realidad.

Mientras tanto, en el centro del claro, Boruto y Naruto se encontraban rodeados por la misma oscuridad que había atrapado a sus compañeros.

La niebla, densa y sofocante, parecía intentar penetrar sus corazones, sus mentes, llenándolos de una desesperación que amenazaba con consumirlos.

Cada respiración se volvía más difícil, como si el aire se volviera más espeso, más pesado, con cada segundo que pasaba.

Naruto, que apenas se mantenía en pie después de la lucha contra Kazuto, sentía cómo la fuerza lo abandonaba. Pero el pensamiento de Boruto, su hijo, lo mantenía firme, lo empujaba a seguir luchando.

Lazos De Sangre Y Furia (Boruto Uzumaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora