La Luz en la Oscuridad

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Boruto cayó al suelo con un golpe sordo, su cuerpo sintiendo el peso de la devastación que Naruto había desatado. El dolor se extendía como fuego por sus músculos y huesos, una sensación que le hacía difícil respirar, pero no era solo el dolor físico lo que lo paralizaba.

Era el dolor en su corazón, el dolor de ver a su padre transformado en una sombra de lo que alguna vez fue, un guerrero que ahora se había convertido en un autómata sin alma, esclavizado por la oscuridad de Kazuto.

El frío del suelo bajo su cuerpo se mezclaba con la calidez de su sangre, pero Boruto no tenía tiempo para lamentarse. Sentía el peligro inminente, la amenaza constante de la presencia de su padre, que seguía avanzando hacia él, su cuerpo aún envuelto en esa luz letal del modo sabio, sus ojos vacíos fijos en su objetivo.

Con un esfuerzo supremo, Boruto cerró los ojos y se concentró, llamando a la fuerza que sabía que estaba dentro de él, esa luz que nunca lo había abandonado. Y entonces, en medio de la oscuridad que lo envolvía, sintió la chispa de vida, el fuego interior que siempre había llevado consigo. Sus ojos se abrieron de golpe, pero esta vez, ya no eran los ojos de un joven ninja, sino los ojos de un guerrero que portaba el poder de los dioses.

El Jogan brilló en ambos ojos, una luz azulada y etérea que parecía capaz de atravesar cualquier sombra, cualquier barrera. Y en ese instante, Boruto sintió cómo el poder del Kyuubi, la esencia de Kurama, se despertaba dentro de él.

A pesar de que Kurama había perecido, su chakra vivía dentro de Boruto, mezclado con su propio ser. Era como si el alma de Kurama hubiera renacido en él, convirtiéndolo en su versión humana, en el portador de esa furia y poder incontrolable.

El chakra del Kyuubi fluyó a través de su cuerpo, cicatrizando cada una de sus heridas, cerrando cada grieta en su alma. Era un torrente de energía pura que lo envolvía, revitalizando su cuerpo y su espíritu.

Boruto se levantó, sus ojos brillando con una determinación renovada, y miró a su padre, pero esta vez, a través del Jogan, vio algo más allá de la fría máscara de destrucción.

Dentro de Naruto, Boruto pudo ver la prisión mental en la que estaba atrapado, una prisión hecha de sombras y desesperación, donde su padre estaba encadenado por el poder oscuro de Kazuto. Era un lugar donde no había luz, solo el eco constante del dolor, un abismo en el que Naruto se hundía cada vez más, sin esperanza de escapar.

Boruto vio el sufrimiento de su padre, el remolino de emociones que lo consumían desde dentro, la impotencia de saberse un peón en el juego de Kazuto.

- Papá...- susurró Boruto, su voz resonando en la mente de Naruto como un susurro lejano, un eco que intentaba llegar hasta él.

Dentro de la prisión mental, Naruto estaba de rodillas, su cuerpo encorvado por el peso del dolor y la desesperación. Sabía lo que estaba haciendo, sabía que estaba atacando a su propio hijo, pero era incapaz de detenerse.

Cada intento de resistir, cada esfuerzo por liberarse, era rápidamente aplastado por la oscuridad que lo envolvía, una oscuridad que se burlaba de su impotencia, que se alimentaba de su culpa.

- Lo maté...- murmuró Naruto, su voz llena de dolor - Maté a mi propio hijo...

El abismo de desesperación en el que estaba atrapado se hizo más profundo, un pozo sin fondo que lo arrastraba cada vez más lejos de la luz, cada vez más cerca de la oscuridad total.

Pero entonces, en medio de esa negrura, en medio de ese caos interior, escuchó algo, un sonido que no debería haber estado allí, un sonido que rompió la monotonía del dolor. Era la voz de Boruto, su hijo.

- Papá, estoy bien. No me has matado. Sigo aquí.

Esa voz, esa luz, era como un faro en medio de una tormenta, una chispa de esperanza que atravesó la oscuridad y llegó hasta el corazón de Naruto. Por un momento, la oscuridad retrocedió, y Naruto pudo ver la luz de su hijo, la luz que intentaba llegar hasta él, la luz que se negaba a ser apagada.

- Boruto... - murmuró Naruto, levantando la vista, sus ojos encontrando la figura luminosa de su hijo en la distancia - Estás vivo...

Esa revelación fue como un golpe de energía que recorrió todo su ser. El abismo de desesperación en el que había estado atrapado comenzó a tambalearse, sus paredes de sombras comenzaron a agrietarse, y por primera vez en mucho tiempo, Naruto sintió un rayo de esperanza atravesar su alma.

- Papá, escúchame - continuó Boruto, su voz firme pero llena de amor - No es tu culpa lo que pasó en Konoha. No es tu culpa que me hayas atacado. Estás siendo controlado, pero puedes salir de esto. No estás solo. Estoy aquí contigo.

Las palabras de Boruto eran como una cuerda lanzada en el abismo, una cuerda a la que Naruto se aferró con todas sus fuerzas. Sentía cómo la luz de su hijo lo envolvía, lo calentaba, lo llenaba de una energía que había olvidado. Era la luz del amor, la luz de la esperanza, la luz de la familia.

- Boruto...- susurró Naruto, sintiendo cómo su fuerza interior comenzaba a regresar, cómo la oscuridad que lo había mantenido prisionero comenzaba a retroceder - Lo siento tanto... Lo siento tanto...

- Papá, no es tu culpa - insistió Boruto, su voz resonando con una intensidad que rompió las últimas cadenas que lo ataban - Kazuto es el enemigo, no tú. Pero juntos, podemos derrotarlo. Juntos, podemos salvar Konoha.

Poco a poco, la luz de Boruto comenzó a inundar la prisión mental en la que Naruto estaba atrapado. Las sombras retrocedieron, las cadenas se desintegraron, y la oscuridad que había consumido a Naruto comenzó a desvanecerse, como la niebla disipándose ante la luz del sol. Sentía cómo su fuerza regresaba, cómo su mente se aclaraba, cómo la desesperación que lo había envuelto comenzaba a desaparecer.

Y entonces, en un último esfuerzo, Naruto rompió la prisión de oscuridad que lo había mantenido cautivo. Con un grito que resonó en la misma esencia de su ser, expulsó la influencia de Kazuto de su mente, destruyendo las sombras que habían intentado consumirlo.

El brillo en los ojos de Naruto regresó, la calidez y la compasión que siempre habían definido su mirada volvieron, y su cuerpo, que había estado rígido y controlado, se relajó. Respira bocanadas profundas de aire, como si estuviera respirando por primera vez después de una eternidad en las profundidades. Y allí, frente a él, estaba Boruto, su hijo, la luz de su vida, la razón por la que había luchado durante tantos años.

- Boruto...- susurró Naruto, y antes de que pudiera decir más, Boruto corrió hacia él, abrazándolo con toda la fuerza de su ser.

Las lágrimas brotaron de los ojos de ambos, lágrimas de alivio, de amor, de esperanza. Habían estado al borde del abismo, pero ahora estaban juntos, y nada podría separarlos. El dolor y la desesperación que habían sentido se desvanecían, reemplazados por la calidez de su abrazo, por el amor que compartían.

- Papá, pensé que te había perdido...- murmuró Boruto, su voz quebrada por la emoción.

- Lo siento tanto, Boruto...- respondió Naruto, sus palabras impregnadas de arrepentimiento - Lo siento tanto...

- Ya pasó, papá. Lo importante es que estás aquí, que estamos juntos.

Mientras padre e hijo se abrazaban, sus lágrimas humedeciendo sus rostros, el mundo a su alrededor parecía llenarse de luz. Pero esa luz también traía consigo la sombra de lo que habían enfrentado, la oscuridad que aún acechaba en los rincones de sus almas.

En ese momento, Sarada y Mitsuki regresaron a la sala, sus pasos silenciosos, sus miradas llenas de asombro al presenciar la escena frente a ellos. No dijeron nada, permitieron que ese momento entre padre e hijo se desarrollara sin interrupciones, sintiendo en sus corazones el peso de la batalla que habían librado.

Finalmente, Boruto se separó de su padre, aunque sus manos aún se aferraban a él, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.

- Sarada, Mitsuki...- dijo Naruto, su voz todavía temblorosa -Gracias... Gracias por todo.

- Septimo... - comenzó Sarada, pero su voz se quebró por la emoción, y todo lo que pudo hacer fue asentir, sus ojos brillando con lágrimas que se negaban a caer.

Lazos De Sangre Y Furia (Boruto Uzumaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora