Dos años después.
*.*.*
El gran Julio César tenía razón.
Son unos salvajes.
Eso piensa YiBo al ver cómo sus legiones no pueden contener a los pictos. Se supone que sería una campaña sencilla, fácil. Solamente tenían que aplastar a estás tribus para así detener las continuas incursiones a los asentamientos romanos.
YiBo suspira. Subestimó a estas tribus. Y el terreno donde deben luchar no ayuda. Las legiones son más efectivas cuando luchan en campo abierto, no rodeados de tantos árboles, tanta niebla, humedad; y el suelo resbaladizo empeora todo.
YiBo desde un pequeño montículo contempla como vergonzosamente sus hombres huyen. Al ser el general muy raras veces entra en batalla. Todos saben que dependen de las decisiones del soldado de mayor rango, así que debe permanecer intacto, siempre acompañado de la escolta que ha sido designada para él.
Marcus y Cayo están a su lado. Craso al ser un maldito loco dice que no piensa enmohecerse, está en el campo de batalla gritando órdenes mientras lucha también. No ha perdido el deseo de impresionar a su amante. Sabe que Cayo lo mira atentamente, aunque no por admiración, lo hace por si se ve rodeado y en peligro, debe ir a rescatarlo sin dudar si se diera el caso.
YiBo mira con decepción como de los bosques salen más pictos. Los malditos parecen hormigas saliendo del hormiguero cuando les lanzan agua. YiBo y Marcus hicieron eso muchas veces cuando eran niños, y muchas veces no les fue nada bien, y terminaban cubiertos de hormigas picandolos mientras corrían y lloraban hasta que su madre y su tía los bañaban mientras los regañaban. Ambos sollozaban sin decir nada porque sabían que las mujeres tenían razón. Luego los llevaban al cuarto de YiBo en dónde les aplicaban lociones para calmarles las miles de picaduras. Zhan y Attius siempre estaban allí, con rostros preocupados. Los traviesos e impulsivos siempre preocupando a los chicos centrados.
Últimamente YiBo tiene demasiados recuerdos. Demasiados.
Los gritos de los pictos se escuchan cada vez más fuerte. Hay demasiados y muy cerca. Los ojos del general escanean todo el terreno tratando de buscar quien es el líder, aunque pone en duda que haya alguno, ya que su estilo de batalla, si es que tienen uno, es demasiado desordenado.
Los legionarios huyen de manera vergonzosa. Los gritos pictos de guerra aumentan, así como la decepción de YiBo.
—General... —dice Marcus.
YiBo suspira de nuevo antes de dar la orden. —Que se replieguen.
Marcus con una mirada a Druso transmite la orden y la corneta suena dando la indicación de repliegue. Si se van a retirar, YiBo al menos quiere que sea de una manera ordenada.
*.*.*
Una vez en el campamento los legionarios sienten la tensión general. Ninguno se atreve a acercarse a la tienda central, esa enorme tienda que pertenece al general en jefe de las legiones y que a su vez sirve de cuartel.
YiBo se baja de su caballo, retira su casco y se lo entrega a Attius que ya está listo para recibir a su amo. El general rodeado de su escolta camina seguro entre los legionarios que se hacen a un lado, saben que el general está molesto, se nota en su rostro —aunque ellos no saben que esa es la expresión natural de YiBo —, cabizbajos ven pasar al joven patricio que dirige la campaña.
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El General Extranjero.
FanficLa diferencia entre una República y un Imperio es la lealtad del ejército. Julio Cesar.