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I'm still a believer but I don't know why
I've never been a natural
All I do is try, try, try

Diego estaba sentado en el borde de su cama, las luces apagadas, solo iluminado por el suave resplandor de la pantalla de su celular. Había terminado de hablar con Kevin hace unos minutos, pero no tenía fuerzas para hacer nada más. El día había sido otro infierno, como todos últimamente. No podía dejar de pensar en las palabras de su papá, que lo retumbaban en su cabeza, haciéndolo sentir como un peso muerto, como si no valiera nada.

"Eres un puto fracasado, Diego, no sirves para nada." — esas palabras resonaban en su mente una y otra vez, con la voz áspera y cruel de su papá. — "¿Por qué no eres más como tu hermano, Mauro? Él sí es un hombre de verdad."

Diego apretó los puños, sintiendo cómo se le llenaban los ojos de lágrimas. Era la misma historia todos los días. Su papá no le daba tregua. Desde que se levantaba hasta que se acostaba, tenía que soportar las críticas, los insultos, las comparaciones absurdas con su hermano mayor.

Mauro siempre había sido el hijo "perfecto" a los ojos de su papá. Jugaba fútbol, tenía un buen físico, y según su papá, era todo lo que Diego no era. Pero Diego sabía que la realidad no era tan ideal como su papá la pintaba. Mauro, aunque lo amaba, no había logrado mucho en su carrera. Había pasado de club en club, apenas durando una temporada antes de ser cedido a otro equipo porque no daba el ancho.

— Y aquí estoy yo, el "fracasado" que ha logrado más que él... — pensó Diego con amargura, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas.

A veces se preguntaba cómo había soportado tanto. Había tenido pensamientos oscuros más veces de las que podía contar. Pensamientos de simplemente acabar con todo, de tirarse del balcón, de saltar del coche en marcha, de hacer cualquier cosa que le permitiera escapar de esta tortura constante. Pero nunca lo había hecho. Algo lo detenía siempre. Quizás era el miedo, quizás era la pequeña esperanza de que algún día las cosas cambiaran.

O quizás era Kevin.

Kevin era lo único bueno que tenía en su vida. Hablar con él cada noche era lo único que lo mantenía cuerdo. Kevin, con su sonrisa, con su voz suave y reconfortante, lograba hacer que Diego se sintiera mejor, aunque solo fuera por un rato. Kevin no sabía todo lo que Diego estaba pasando. No sabía lo horrible que era la vida de Diego en realidad. Y Diego prefería que así fuera. No quería preocuparlo, no quería que Kevin viera cuán roto estaba en realidad.

Por eso, las noches en las que había llorado demasiado, en las que no podía ocultar el dolor en su rostro, evitaba hablar con él. Kevin siempre notaba cuando algo no estaba bien, y Diego no podía soportar la idea de que Kevin viera lo débil que era.

—¡Hey, Diego! — saludó Kevin, su voz llena de calidez. — ¿Cómo va todo?

Diego intentó sonreír, aunque era una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Aquí estamos… — respondió Diego, intentando sonar animado. — Solo pasándola como siempre, tú sabes.

Kevin lo miró con atención, notando la falta de brillo en los ojos de Diego. No quería presionar, pero sí podía percibir que algo no estaba bien.

—¿Te pasa algo? — preguntó Kevin, su preocupación evidente. — ¿Algo que quieras contarme?

Diego desvió la mirada, sintiendo una ola de tristeza que amenazaba con desbordarse. No quería preocupar a Kevin, ni hacerle ver lo horrible que era su vida, así que trató de cambiar de tema.

—No, no es nada. Solo... un día más en la vida, supongo. — dijo Diego, tratando de sonar casual.

Kevin frunció el ceño, pero decidió no insistir. Había aprendido a leer entre líneas con Diego, sabiendo que a veces él simplemente no estaba listo para hablar de lo que realmente le afectaba.

𝐌𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐃 - ᴅɪᴇᴠɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora