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Diego se encontraba acostado en su cama, el teléfono en la mano, dando vueltas sobre el mismo pensamiento una y otra vez. ¿Qué era lo que tenía con Kevin? No podía decir que estaba enamorado de él, pero lo cierto era que desde que comenzaron a hablar, algo cambió en su vida. Kevin le dio algo que nadie más le había dado en mucho tiempo: atención, compañía… algo parecido a un escape de su realidad, aunque fuera momentáneo.

Suspiró, deslizando su dedo por la pantalla del celular, viendo los mensajes viejos. No era como si Kevin le escribiera todos los días ahora, pero aún así, él seguía ahí, revisando cada conversación pasada como si pudiera encontrar una respuesta entre las líneas. Un mensaje, algo que le dijera si realmente valía la pena seguir esperando, si en algún momento Kevin volvería a ser el mismo de antes.

— ¿Pero qué somos?— murmuró Diego, frustrado. — Ni siquiera lo he visto en meses, apenas hablamos en público… ¿por qué sigo esperando como pendejo?

Diego se llevó una mano al rostro, intentando despejar su mente. Le dolía reconocerlo, pero estaba harto. Harto de no entender qué estaba pasando, de no saber si realmente tenían algo o si solo estaba aferrándose a una idea falsa de lo que una vez fue su relación con Kevin.

—Tal vez... tal vez no somos nada. — dijo Diego en voz alta, tratando de convencerse. — Tal vez estoy mejor sin él… o bueno, tal vez no lo estoy, pero al menos ya no sentiría esta mierda.

Se giró en la cama, mirando al techo. Esa era la peor parte: la incertidumbre. No saber si realmente tenía algo con Kevin o si solo se estaba engañando a sí mismo, agarrándose a cualquier migaja de atención que le diera. ¿Cuántas veces había dejado de hacer otras cosas solo por esperar un mensaje de Kevin? ¿Cuántas noches había pasado revisando su celular, esperando que vibrara con una notificación de él?

—Puta madre... — susurró, sintiendo cómo la frustración comenzaba a acumularse en su pecho.

Apretó el celular en su mano, sintiendo la rabia y la tristeza mezclarse. Había empezado a creer que tal vez, solo tal vez, Kevin era diferente. Que a lo mejor sí significaba algo más para él. Pero las últimas semanas lo habían hecho cuestionarlo todo. Kevin se había vuelto distante, frío, como si de repente ya no tuviera tiempo para él. Y eso dolía.

—¡Chingada madre, Kevin! — soltó Diego, casi sin darse cuenta. — ¿Por qué me haces esto?

No podía entender por qué Kevin, quien había sido tan importante para él, de repente parecía haberse alejado. ¿Había hecho algo mal? ¿O simplemente se había cansado de él, como parecía que todos lo hacían eventualmente? Esa idea lo lastimaba más de lo que quería admitir.

—Me trata bien, pero luego se va... — susurró Diego, sintiendo cómo sus pensamientos comenzaban a volverse cada vez más confusos. — Como si... como si solo estuviera jugando conmigo...

Diego no sabía si realmente estaba enamorado de Kevin, pero lo que sí sabía era que Kevin lo había hecho sentir cosas que no había sentido en mucho tiempo. Quizá no era amor, pero era algo. Algo que lo mantenía aferrado a él, esperando por más, aunque fuera solo un poco de atención.

—No puede ser que lo único que quiero sea un pinche mensaje... — murmuró Diego, cerrando los ojos. — Un maldito “hola” y ya estoy feliz como pendejo

Sabía que no estaba bien depender de alguien de esa manera, pero no podía evitarlo. Kevin había sido su escape, su refugio cuando las cosas con su familia y su vida se volvían insoportables. ¿Cómo iba a dejar ir eso, ahora que lo había encontrado?

—Tal vez sí estoy mejor sin él... — dijo Diego, intentando convencerse de nuevo. — Pero no lo estoy, ¿verdad?

Las palabras salieron de su boca como una confesión dolorosa. La verdad era que, aunque intentara convencerse de que podía estar mejor sin Kevin, la realidad era que no lo estaba. Se sentía horrible, como si hubiera perdido una parte importante de sí mismo. Kevin le había dado algo, una ilusión, una esperanza… y ahora que estaba desapareciendo, Diego no sabía qué hacer con ese vacío.

𝐌𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐃 - ᴅɪᴇᴠɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora