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La luz del sol se filtraba por las ventanas, iluminando la cocina de Diego, que estaba llena de vida como nunca. Kevin estaba de pie frente a la estufa, concentrado en lo que cocinaba, mientras Diego, como siempre, estaba sentado en la encimera, balanceando sus piernas y comiendo uvas una por una.

—Neta, no puedo creer que estés cocinando. — dijo Diego, con una sonrisa traviesa. — ¿Sabes lo que estás haciendo, verdad?

Kevin, con una espátula en la mano, se giró para mirar a Diego, haciéndose el ofendido.

—¡Claro que sé lo que hago! — respondió Kevin, fingiendo indignación. — ¿No confías en mí?

Diego se rió, echando una uva al aire y atrapándola con la boca.

—Mmm, no lo sé. — dijo, alargando las palabras de manera juguetona. — Eres bueno para muchas cosas, pero no sé si cocinar es una de ellas.

Kevin rodó los ojos, concentrándose de nuevo en la sartén.

— Pues vas a ver, te voy a preparar la mejor comida que hayas probado en tu vida, cabrón. Y luego vas a tener que pedirme perdón por dudar de mis habilidades culinarias. — aseguró Kevin, con una sonrisa en los labios.

Diego dejó escapar una carcajada.

—Okey, okey. Vamos a ver si es cierto, chef. — dijo Diego, mientras tomaba otra uva. — ¿Qué estás haciendo, de todos modos?

—Es una sorpresa. — respondió Kevin, agitando la espátula de manera dramática. — Confía en el proceso, Diego. Confía en el proceso.

—Mmh tu y tus sorpresas. — comentó Diego, negando con la cabeza, pero con una sonrisa que no podía ocultar.

Mientras Kevin cocinaba, Diego lo observaba con una mezcla de curiosidad y ternura. Era raro tener a alguien ahí con él, en su casa, y mucho más raro que alguien estuviera cocinando para él. La cocina siempre había sido territorio de su mamá, Maricarmen, quien hacía todo en la casa, pero hoy ella se había retirado temprano, dejándolos a los dos solos.

—Hablando de mi mamá… — dijo Diego de repente, rompiendo el silencio cómodo que se había formado. — ¿Cómo te sientes sabiendo que mi jefa te adora? Pocos pasan esa prueba, ¿eh?

Kevin rió mientras meneaba la sartén.

— Tu mamá es increíble. Literalmente me adoptó en cuanto cruzamos la puerta. — dijo Kevin, aún divertido. — Aunque sí me dio miedo cuando me empezó a hacer mil preguntas sobre mí, pero creo que me defendí bien, ¿no?

—Súper bien. — respondió Diego, entre risas. — Pensé que te iba a grillar más duro, pero te la ganaste rápido.

Kevin se encogió de hombros, volviéndose a Diego.

—Pues tenía que hacerlo, ¿no? Pronto me voy a llevar a su hijo. — bromeó Kevin, guiñándole un ojo.

Diego se sonrojó levemente, y aunque intentó esconderlo, Kevin se dio cuenta y sonrió con satisfacción.

— Idiota. — respondió Diego, tirándole una uva en broma.

— —Oye, que estoy cocinando. ¡Respeto al chef! — dijo Kevin, levantando la espátula como si fuera un arma.

Ambos se rieron, mientras el olor de la comida comenzaba a llenar la cocina. Diego se sentía ligero, como si el tiempo hubiera desaparecido por completo. Era raro sentirse tan bien, tan cómodo. Y con Kevin... todo parecía encajar. Se dio cuenta de que, en realidad, no le importaba lo que Kevin estuviera cocinando. Lo importante era que estaba ahí, con él, compartiendo ese momento.

𝐌𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐃 - ᴅɪᴇᴠɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora