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El comedor del hotel estaba animado, jugadores de Tigres y algunos del staff estaban cenando tranquilamente, relajándose antes del partido importante del día siguiente. Diego estaba sentado en su mesa, charlando con uno de sus compañeros de equipo mientras disfrutaba de su cena. Estaba pensativo, claro, porque en los últimos días Kevin había vuelto a desaparecer.

—Pinche Kevin... siempre hace lo mismo. — pensó Diego en voz baja mientras jugaba con su tenedor en el plato.

Habían pasado ya cuatro días desde la última vez que Kevin le contestó un mensaje, y aunque Diego trataba de no darle importancia, se sentía raro. Él había viajado a la Ciudad de México para jugar contra Cruz Azul, pero en el fondo, también quería verlo. Y claro, ahora que estaba ahí, Kevin ni sus luces. ¿Qué pedo con él?

De repente, algo llamó la atención de todos en el comedor. Un grupo de mariachis entró tocando las primeras notas de una canción conocida, "Sabes una cosa" de Luis Miguel. Diego levantó la vista, extrañado.

—¿Qué pedo? — dijo Diego, con una expresión de desconcierto en la cara. — ¿Quién chingados cumple años hoy?

Al principio, no le prestó mucha atención. Pensó que era una sorpresa para algún compañero, pero la curiosidad lo hizo mirar mejor. Los mariachis se fueron acercando, y poco a poco, notó que lo estaban rodeando a él.

— —No mames...— murmuró Diego, su rostro cambiando de la confusión a la incredulidad.

Uno de los compañeros de equipo, Gorriaran que estaba sentado junto a él, le dio un codazo, riendo.

— ¡Ah mira! Parece que a ti te toca, Factor— dijo su compañero, con una sonrisa burlona.

Diego se puso rojo de inmediato. ¿Qué demonios estaba pasando? Los mariachis seguían tocando, rodeándolo y cantando directamente para él. La letra de la canción no le ayudaba para nada, hablaba de confesiones, de amores ocultos.

Diego intentaba esconderse detrás de su plato, deseando que la tierra lo tragara en ese momento. Se sentía completamente expuesto y no entendía qué estaba pasando. Pero entonces lo vio. Entre los mariachis, con una sonrisa nerviosa en el rostro, apareció Kevin. Llevaba un ramo de flores en las manos.

— ¡No mames, Kevin! — exclamó Diego, incrédulo. — ¿Qué estás haciendo, pendejo?

Kevin, visiblemente nervioso pero decidido, se acercó más a Diego mientras los mariachis seguían cantando. Todo el comedor estallaba en carcajadas y gritos de apoyo. A pesar de los nervios, Kevin no dejó que eso lo detuviera.

— ¿Qué? ¿No te gusta la serenata o qué? — bromeó Kevin, deteniéndose justo frente a Diego.

—¡Te mamaste, cabrón! — dijo Diego, riéndose pero todavía rojo de la vergüenza. — ¿Qué es esto? ¿Por qué los mariachis?

Kevin tomó aire profundamente, tratando de calmarse. Sabía que este era el momento, y no podía echarse para atrás.

—Es que... tenía algo importante que decirte. — empezó Kevin, mientras el bullicio del comedor seguía a su alrededor. — Y pensé que esta era la mejor forma de hacerlo.

Diego lo miró confundido, aunque en el fondo algo empezaba a hacer clic. Su corazón latía más rápido de lo normal, pero trató de mantener la calma. A su alrededor, los compañeros seguían haciendo ruido, emocionados por lo que estaba por suceder.

Kevin tragó saliva, se armó de valor y le entregó el ramo de flores a Diego. Este lo tomó, todavía sin saber bien qué esperar. Los mariachis seguían cantando de fondo, y el ambiente en el comedor era una mezcla de risas, aplausos y emoción contenida.

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⏰ Última actualización: Oct 09 ⏰

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𝐌𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐃 - ᴅɪᴇᴠɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora