Susurros del Otoño - Capítulo VI: Mis Mejores años

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Octubre - 23 años


Ruri había estado observando a Fuyumi con creciente preocupación durante las últimas semanas. Al principio, solo eran pequeños detalles: la niña inclinando demasiado la cabeza al leer, acercándose excesivamente a la televisión, entrecerrando los ojos para ver la pizarra donde Ruri escribía las tareas del día. Estos gestos le parecían inusuales, pero no suficientes como para alarmarse.

El incidente que finalmente la convenció de que necesitaban actuar ocurrió una mañana durante el desayuno. Fuyumi, al intentar alcanzar su vaso de jugo, lo derramó al calcular mal la distancia. La niña se quedó paralizada, su rostro reflejando tanto sorpresa como vergüenza.

―Lo siento mucho ―murmuró Fuyumi, sus ojos comenzando a llenarse de lágrimas mientras Ruri se apresuraba a limpiar el desastre―. No lo vi bien...

―No te preocupes, Fuyumi-chan ―la tranquilizó Ruri con una sonrisa suave, aunque su mente ya estaba tomando una decisión.

Esa noche, después de acostar a los niños, Ruri esperó pacientemente en el pasillo que conducía al estudio de Enji. Habían pasado tres días desde la última vez que lo vio; como siempre, estaba ocupado con asuntos de su agencia. Finalmente, el sonido de sus pasos firmes en el pasillo le indicó que había regresado.

―Todoroki-san ―lo llamó, su voz sonó más firme de lo habitual―. Necesitamos hablar sobre Fuyumi.

Enji se detuvo, arqueando una ceja ante su tono inusualmente serio―. ¿Qué sucede?

―Fuyumi necesita ver a un oftalmólogo ―declaró Ruri, con un tono que no dejaba lugar a objeciones―. He notado que tiene dificultades para ver, y está afectando sus actividades diarias.

―Entonces, programa una cita ―respondió él con simplicidad, dando media vuelta para continuar hacia su estudio―. Enviaré a alguien que las pase a recoger para llevarlas a la clínica.

―No ―Ruri lo detuvo, y el sonido de su propia voz la sorprendió a ella tanto como a él―. Usted vendrá con nosotras.

Enji se giró lentamente, sus ojos turquesas clavándose en los suyos con una intensidad que habría hecho temblar a cualquiera, aunque se suavizaron al toparse con el rostro de la pelirrosa, quizá recordando que ya no estaba en su agencia, sino en casa.

―¿Qué quieres decir con no? Explique ―su tono tenía un matiz de advertencia.

―¿Recuerda nuestro acuerdo? ―Ruri dio un paso adelante, sin apartar la mirada. El azul y el turquesa chocaron―. Prometió estar presente en la vida de sus hijos. Esto no se trata solo de llevar a Fuyumi al médico; es una oportunidad para mostrarle que su padre se preocupa por ella.

Enji apretó la mandíbula, sus hombros tensándose visiblemente. Hacía tiempo que intentaba equilibrar sus responsabilidades como héroe con su papel de padre, pero en ese momento una leve culpa comenzó a escarbar en su conciencia. Últimamente, había notado esas miradas de Fuyumi, llenas de una mezcla de anhelo y respeto silencioso, como si ella esperara siempre un poco más de él, aunque nunca se atreviera a pedirlo.

―Tengo responsabilidades en la agencia... ―su voz perdió algo de la severidad, casi como si justificara más ante sí mismo que ante Ruri.

―Siempre las tiene ―replicó Ruri, con un tono que llevaba algo de la misma amargura que le había guardado en silencio todas esas semanas―. Nadie lo ha visto por aquí desde hace más de tres días. Y también tiene responsabilidades como padre. Sus hijos lo necesitan, Todoroki-san. No solo su dinero o su apellido. Lo necesitan a usted.

Un silencio espeso y tenso se instaló entre ellos. Ruri podía sentir su propio corazón acelerado, la fuerza de su determinación dándole un impulso nuevo. Pero esta vez no retrocedió. Finalmente, Enji exhaló, su mirada perdiendo algo de la frialdad habitual y suavizándose apenas, como si el peso de sus decisiones finalmente lo alcanzara.

Determinación familiar ◆ Endeavor x OcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora