Prefacio: Mis últimos días

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El tenue canto de los grillos y el lábil chapoteo provocado por los traviesos peces de colores que jugueteaban en el estanque, componían la suave melodía que la tranquilidad de la noche otorgaba a la anciana mujer de blancos cabellos, los cuales l...

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El tenue canto de los grillos y el lábil chapoteo provocado por los traviesos peces de colores que jugueteaban en el estanque, componían la suave melodía que la tranquilidad de la noche otorgaba a la anciana mujer de blancos cabellos, los cuales llevaba atados de forma impecable en un gran rodete y sujeto gracias a un hermoso pasador. Sentada de manera elegante sobre sus talones, disfrutaba de una caliente taza de té, mientras observaba a través de las abiertas puertas corredizas el pequeño jardín de estilo japonés.

Aunque a la relajante melodía nocturna se le uniera el constante retumbar de un par de pies descalzos impactando contra el piso de madera del corredor principal, la anciana no pareció impórtale y solo sirvió otra taza de té, para luego volver a llenar la suya. Justo cuando volvía a dejar la tetera en su lugar, la puerta corrediza del otro lado de la habitación se abrió de manera rápida, provocando un gran estruendo, pero ni eso alterar la paz de la anciana mujer.

—Los niños están dormidos y arropados en sus habitaciones, pero el pequeño señorito aún llora durante las mañanas y noches sin consuelo alguno —anunció la mujer con tristeza en su voz mientras levantaba la vista hacia el hombre que había ingresado a la habitación, el cual aún se encontraba en el mismo sitio con los brazos cruzados y mirada penetrante—. ¿Qué tal estuvo el trabajo, joven señor?

—Igual que siempre supongo, ya sabe que no puedo hablar de eso con usted —el hombre cerró la puerta a sus espaldas provocando un ruido seco y se acercó a la pequeña mesa de té en donde se encontraba la mujer mayor, para tomar asiento frente a ella y comenzar a beber la taza de té servida junto a él—. Recuerdo que había algo de lo que querías hablar ¿De qué se trata?, solo espero que sea rápido, aún tengo cosas que hacer.

El hombre terminó de beber su té para luego volver a mirar a la anciana, esperando a que iniciara con lo que sea que quisiera decir para volver a su oficina, pero la canosa mujer no parecía muy ansiosa por comenzar una conversación, en cambio, llevó sus manos de forma delicada a la tetera para volver a llenar ambos vasos calmadamente mientras sonreía. Una pequeña vena apareció en la frente del más alto, evidenciando su irritación, pero respiró hondo y comenzó a golpear uno de sus dedos contra la mesa impaciente.

—¿Ha ocurrido algo que le moleste? Si hay algo que usted necesite, sabe que no debe dudar en pedírmelo —volvió a hablar el hombre de gélida mirada, la mujer lo observó, recordando como aquella mirada que parecía analizarlo todo y que lograba congelar el ambiente en unos segundos nunca desaparecía de la vista del joven patrón, finalmente la anciana agitó su cabeza lentamente en forma de negación ante la pregunta.

—Como usted sabe, me he hecho cargo de esta casa por casi 15 años—por fin habló la mujer para luego detenerse a tomar un poco más té, por otro lado, el hombre quien aún golpeteaba la mesa con sus dedos se detuvo al entender hacia dónde fluía la conversación—. Cada día envejezco un poco más y los niños cada vez crecen más rápido, por lo que me temo que ya no soy capaz de cumplir sus exigencias ni las de los niños como antes solía hacerlo.

—¿Me está diciendo que usted desea renunciar?—escupió con impotencia el hombre mientras miraba con asombro a la mujer que desde hace años formaba parte de su hogar—. Okada-san, si desea puedo darle un aumento o lo que sea que usted me pida.

—No me malentienda, a esos pequeños los aprecio tanto como a mis propios nietos, pero ha llegado el momento de cuidar de mi propia familia y dejar que también cuiden de mí —respondió la señora Okada mientras dejaba de sonreír y descansaba sus manos sobre su regazo—. He propuesto demasiado lo inevitable, pero ha llegado el momento de retirarme y soy lo suficientemente razonable para saber cuándo es el momento de hacerlo.

—Lo entiendo, pero no puedo aceptarlo tan fácilmente, mis hijos la conocen desde que nacieron y usted es la única persona en la que confió lo suficiente como para dejarla a cargo de ellos —el Hombre cruzó ambos brazos sobre su pecho dando a entender que no cedería tan fácilmente, a pesar de que sabía que la anciana ya había tomado su decisión, esperaba que esta cambiara de parecer—. Pasará mucho tiempo antes de que encuentre a otra persona adecuada para el trabajo.

—Sé que las cosas han estado complicadas estos últimos meses —el más alto se tensó ante lo dicho por la mujer y frunció un poco el ceño, la señora Okada guardó silencio unos segundos recordando lo triste que se había vuelto todo, para luego continuar a donde quería llegar—. Pero le prometo que no abandonaré a esos niños a su suerte, no me iré hasta que sepa que los pequeños están en buenas manos.

El pelirrojo apoyó las palmas en sus rodillas mientras realizaba una mueca y levantaba una de sus cejas en señal de curiosidad—. Debo de suponer que ya tiene a alguien en mente para decir aquello —insinuó a la anciana mientras entrecerraba los ojos y enderezaba su postura, la mujer quien se encontraba mirando su taza de té, intentando decidir si servirse otra taza o no, levantó la mirada en busca de la contraria, para finalmente sonreír en afirmación.  

¡Holaaa!

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Aquí la autora, esta es de las primeras historias que he escrito ¡Por lo que estaré agradecía con su apoyo, comentarios y opiniones!

Si encuentran algún problema de redacción o de ortografía no duden en hacérmelo saber ¡No me enojo ni nada! Intentaré ir publicando capítulos semanalmente o penas tenga tiempo, ténganme paciencia, por favor.

Eso sería todo por ahora, espero que disfruten de la historia ❥

Determinación familiar ◆ Endeavor x OcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora