Un fanático desconocido de Jujutsu Kaisen se convierte en Sukuna. Intenta cambiar el futuro, pero ¿alguien confiará en el Rey de las Maldiciones?
ESTA HISTORIA NO ES DE MI PERTENENCIA ES DE SunglassesCat
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Satoru rara vez visitaba esta zona. Nunca fue alguien a quien le gustara demasiado recordar el pasado. Como era el más fuerte, tenía muchas cargas y deberes que llevar, y no tenía mucho tiempo que perder en recuerdos sin sentido. Diablos, apenas tenía tiempo suficiente para dormir todos los días. Sin embargo, después de escuchar la advertencia de Sukuna, se teletransportó de inmediato a esta tumba familiar. Aunque solo la vio una vez, este lugar se había grabado profundamente en su cerebro.
Satoru se quedó mirando el nombre de Geto Suguru durante un largo rato. Los recuerdos de sus tres años como estudiante en Jujutsu High se repetían en su mente. El frío de la noche ventosa lo golpeaba, pero se sentía un poco febril. Dado que Suguru había sido marcado como un traidor, los ancianos se negaron a darle un espacio en el cementerio de hechiceros de Jujutsu High. Aunque se había enfurecido en ese momento, se sintió algo agradecido ya que no necesitaba ser demasiado cuidadoso al desenterrar la tumba.
Satoru podría encontrar una pala y excavar lentamente la tierra. No sería tan difícil ya que mantenía su físico. Pero no tenía mucha paciencia y quería respuestas ahora mismo. Entonces, simplemente canalizó a Azul y levantó suavemente la tierra. Una vez que el ataúd quedó al descubierto, utilizó el mismo método para abrir la tapa.
Satoru dejó de respirar.
Estaba vacío.
Satoru no sabía qué había pasado, pero lo siguiente que supo fue que le habían quitado la venda de los ojos. La tumba que tenía ante él ya había vuelto a su estado original. Nadie se daría cuenta de que alguien había excavado para revisar el cadáver en mitad de la noche. Se quedó mirando el nombre en la lápida.
La sonrisa de Suguru volvió a aparecer en su mente.
Esta vez estaba ensangrentado y le faltaba el brazo derecho.
Satoru le estaba señalando con Rojo.
Él respiró hondo.
Exhalado.
Cuando Satoru parpadeó, se encontró parado afuera de la oficina de Shoko. Además de él, ella era otra ave nocturna habitual que no podía dormir lo suficiente. Entró en la habitación y la encontró sentada detrás de su escritorio. Su antigua compañera de clase levantó la vista y abrió los ojos como platos. Por lo general, le hacía un comentario seco cada vez que aparecía, pero esta vez, se quedó callada. Lo que fuera que había en su rostro la hizo morderse la lengua.
