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P.O.V Elita Sato

El sol apenas empezaba a asomarse entre los edificios cuando llegué a la entrada de la U.A, el viento fresco de la mañana acariciaba mi rostro mientras le daba los últimos arreglos a mi uniforme. Mis pensamientos todavía giraban en torno al concierto de Måneskin al que fuí con Bakugou el sábado pasado. ¿Quién lo hubiera imaginado? Él, el tipo más rudo y temperamental de la clase, disfrutando de una noche de música conmigo. Fue extraño, casi surrealista.

Bakugou ya estaba en la entrada de la escuela, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio que parecía ser su marca registrada. Me acerqué y antes de que pudiera decir algo, me lanzó una mirada rápida, su boca se torció en lo que parecía ser una sonrisa... bueno, una sonrisa a lo Bakugou.

—¿Te divertiste el sábado o te asustaron los gritos? —me preguntó en su tono burlón.

—Creo que te vi gritando más fuerte que nadie, Tsuki —reí

Sus ojos se encendieron, pero esta vez no fue enojo, sino algo más, algo que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido. No sé qué fue exactamente lo que pasó en ese concierto, pero desde entonces he empezado a ver a Bakugou de una manera diferente, como si una barrera invisible se hubiera caído.

Antes de que la conversación pudiera seguir, sonó el timbre anunciando el inicio de las clases. Nos dirigimos a la primera clase del día: entrenamiento de combate. A medida que corríamos hacia el campo de entrenamiento, sentí que algo había cambiado entre nosotros. Quizás él también lo sentía, porque cuando nuestras miradas se cruzaban, había una especie de conexión tácita, una chispa que no estaba allí antes.

Fuimos a cambiarnos respectivamente a los vestidores que nos correspondía, después me dirigí con mis amigas, Uraraka y Tsuyu, a lo largo de este año había logrado compaginar bien con ellas.

La clase fue intensa como siempre, pero había una energía en el aire, una emoción casi palpable en colectivo, porque sabíamos que el campamento de fin de primer año se acercaba. Y no nos equivocamos. Al final de la sesión y antes de poder irnos a los vestidores a cambirnos, Aizawa-sensei nos detuvo darnos la noticia: el campamento sería en exactamente un mes.

El entusiasmo en la sala era palpable. Todos hablaban sobre lo que planeaban hacer, sobre los rumores de entrenamientos extremos y nuevas técnicas que podrían aprender. Pero mientras la emoción crecía, dentro de mí comenzó a gestarse una inquietud. Era como si una sombra se deslizará sobre el brillo de las noticias. Algo no me dejaba tranquila, aunque no podía precisar qué era.

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El mes pasó más rápido de lo que esperaba. Las semanas se convirtieron en días y antes de darme cuenta, estaba empaquetando mis cosas para el campamento. Sin embargo, esa sensación de inquietud nunca me abandonó. Cada noche, me iba a dormir con un peso en el pecho, una intuición que me decía que algo iba a pasar.

Cempasúchil | Katsuki BakugouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora