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México era mejor de lo que esperaba, la gente cálida, la comida, las calles llenas de vida, los colores intensos y esa escuela de héroes con la que la U

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México era mejor de lo que esperaba, la gente cálida, la comida, las calles llenas de vida, los colores intensos y esa escuela de héroes con la que la U.A. estaba colaborando superaban lo que me imaginaba.

La escuela había sido toda una experiencia nueva, los dormitorios, por ejemplo, una mezcla extraña —pero fascinante— entre lo prehispánico y lo moderno. Era como dormir en un museo pero con todos los lujos de un hotel de cinco estrellas. Pero, a pesar de todo eso, había algo que me tenía inquieto. Desde que habíamos llegado Elita no había estado mucho con nosotros. Ni siquiera apareció en el entrenamiento especial con la heroína Quetzalli, todo lo que quería era encontrarme con Elita y preguntarle qué demonios pasaba, me sentía extraño sin su presencia.

Después de la sesión con Quetzalli, cuyo don era una locura,algo relacionado con un ave llamada Quetzal, me topé con una de las estudiantes locales: Aketzali. Su piel era de un tono azul profundo, algo que, según había entendido por ahí, era parte de su don heredado del dios azteca de la lluvia, Tláloc.

— Oye tú, niña del agua —me acerque a ella, estaba sentaba en una banca leyendo, me miró con serenidad

— Me llamo Aketzali y mi don es mucho más que el agua —me corrigió en un tono amable y tranquilo

— Perdón pero el nombre de casi todos los de aquí en México son algo difíciles de pronunciar. Como sea, ¿Has visto a Elita? Faltó al entrenamiento —gruñí, aunque no era tan brusco como de costumbre. Algo en su tranquilidad me obligaba a mantenerme relajado.

— Me pareció escuchar que a ella y a Tlanextic los mandaron a una reunión con los demás profesores

Esa respuesta me molestó más de lo que debería. Tlanextic, ese idiota, no lo conocía mucho pero algo en él me alertaba, nosé si era la manera en la que él era con Elita o que se yo, algo en él no me gustaba.

— Otra vez con ese tipo... —Aketzali me miró, como si pudiera ver a través de mis palabras, me lanzó una sonrisa tranquila. No me gustaba que me miraran así.

— Parece que te molesta que ella esté con el—preguntó suavemente.

—No —Mentí, no sabía por qué pero me incomodaba la idea. No era que me importara lo que Elita hiciera con su vida, pero... no era normal. Me sentía raro. No estaba acostumbrado a sentirme así—. Sólo es... raro no tenerla cerca, es todo.

Aketzali asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír.

— Es normal, ha estado un año fuera de México. Ahora que ha vuelto, quiere pasar tiempo con sus amigos y con su familia.

— ¿Que tan cercanos son ella y ese idiota?

— Pues... todos los qué somos del grupo de dioses crecimos prácticamente juntos, desde niños entrenamos en el mismo grupo. Así que si, son algo cercanos

Gruñí ante su explicación. Ese tipo la conocía mejor que yo y eso me irritaba de alguna manera. Me pasé una mano por el cabello, frustrado. No entendía nada. ¿Por qué me ponía así? ¿Por qué diablos los héroes de México tenían que ser tan malditamente coquetos? Es como si fuera parte de su naturaleza. Entendía que cualquiera pudiera caer ante ellos, pero... ¿por qué me molestaba tanto pensar que Elita podría estar siendo conquistada por ese imbécil?

Aketzali se rió suavemente, interrumpiendo mis pensamientos.

— Si te preocupa, podrías sorprenderla.

— ¿Sorprenderla? —levanté una ceja—. ¿Y por qué haría algo así?

—Porque es lo que hacemos aquí. Si quieres impresionar a alguien, lo mejor es ser directo. Los hombres en México suelen ser románticos cuando alguien les importa. Cartas, serenatas, flores, pequeños detalles... cualquier cosa para que la chica que les interesa lo note.

Me crucé de brazos, escéptico. Pero había algo en lo que decía que resonaba en mí, no era mi estilo pero, por alguna razón, la idea de hacer algo por Elita no me sonaba mal.

— ¿Por qué me estás diciendo todo esto? —le pregunté.

— Sólo escucha a tu corazón —respondió Aketzali con una sonrisa— Si necesitas sorprenderla, es porque te importa.

Su respuesta me dejó sin palabras. No era como si yo fuera alguien que escuchara a su "corazón", pero algo dentro de mí se encendió. No era el tipo de persona que escribía cartas ni hacía tonterías románticas, pero por alguna razón, estaba decidido. Iba a hacerle una carta a Elita, no me importaba lo que pensara el resto, incluso lo que yo pensaba.

— Gracias, niña del agua —murmuré con una pequeña sonrisa.

Ella se rió y con eso me fui, decidido a agarrar la fuerza y la valentía necesarias para escribir esa carta.

No sabía qué estaba pasando, pero algo estaba claro. Tenía que dejar de pensar tanto y empezar a actuar.

 Tenía que dejar de pensar tanto y empezar a actuar

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Cempasúchil | Katsuki BakugouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora