POV de Max
Si me preguntan qué pasó, diré que los tragos nos jugaron una mala pasada. No sé qué ocurrió exactamente, solo que dormí bien y mal al mismo tiempo. Puedo jurar que es la primera vez que duermo en el suelo. La verdad, me fue mejor en comparación con Carlos, que amaneció con tortícolis y lo llevaron de emergencia al hospital. Al notar que mi celular estaba apagado, no lo pensé dos veces, me despedí y me fui a nuestro apartamento, el que comparto con Lando. Debe estar preocupado.
– Amor – lo llamé en cuanto entré en nuestro nido. – Cariño, ¿dónde estás? – Empecé a buscarlo por todo el apartamento: en la habitación, en la cocina, en el baño. Finalmente, escuché un llanto, su llanto, y me sentí fatal. Sabía dónde estaba escondido. – Amor – dije al abrir el closet y verlo acurrucado allí. – ¿Por qué estás así? – Verlo así me descompone, me hace sentir mal, me duele. – Bebe, ven, sal.
Lo cargué y lo saqué del closet. Me senté en nuestra cama con él en mi regazo, mientras le daba besos en la cabeza y le sobaba la espalda.
– No llegaste – me reprochó. – ¿Dónde estabas, Max? – preguntaba aún con su cara pegada a mi pecho.
– Me quedé dormido – respondí.
– ¿Con quién? – Se separó y pude ver su rostro rojo y sus ojos llenos de lágrimas.
– Amor, no te pongas así – dije angustiado. – No me gusta verte así.
– ¿Con quién dormiste, Emilian? – preguntó enojado.
– Todos nos quedamos dormidos en el piso, todos – expliqué. – Te lo voy a decir claramente, no pasó nada. Sabes que no soy capaz de serte infiel.
– Max – se puso de pie – te vas a casar y tendrás un cachorro con otro omega. ¿Dime si eso no es ser infiel?
– Lando – dije – amor, sabes que si me caso es porque si no lo hago, perderemos la empresa. Además, de ese matrimonio debe salir un heredero.
– Pero... Max, me dijiste que pronto tendrían una nueva empresa – hablaba entrecortado por las lágrimas. – Dijiste que tendrían un plan para no perder todo.
– Lo tenemos – le confesé – pero estamos peleando por la empresa en la que mis padres y el padre de los Perez tanto trabajaron.
– Eso es otra cosa – dijo mientras empezaba a caminar de un lado para otro. – Trabajas con él, lo ves todos los días.
– ¿Y qué si trabajo con él? – respondí. – Trabajo, pero te confieso que pueden pasar días y no lo veo.
– ¿Cómo no lo vas a ver? – dijo. – Si sus oficinas están casi enfrente y sus paredes son de cristal. – Me sorprendí al escuchar eso. ¿Cómo es posible que Lando sepa ese nivel de detalles? – Sé que Sergio es guapo, lo he espiado – me confesó, caminando hacia mí en silencio para sentarse a mi lado. – Sergio Pérez es muy guapo, tiene una sonrisa muy bonita y está lleno de pecas.
– Amor – dije – tú eres hermoso, eres mi sol, el ser que me da energía, que ilumina mi vida.
– Pero te casarás con Sergio, el señorito perfecto – dijo. – ¡LO ODIO! – gritó.
– No, amor – dije mientras las lágrimas empezaban a salir. No quise evitarlas; lamentablemente, Sergio tenía razón en esto también. – Lo lamento tanto, Lando, perdóname por hacerte sufrir, por ponerte en esta absurda situación.
– No llores, mi luna – dijo y me abrazó inmediatamente. Lo único que hice fue llorar más. Realmente no quería lastimarlo.
– Tú no te mereces esto – dije.
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Mi pequeño Prometido
RomanceEn un rincón del mundo donde las antiguas tradiciones aún tejían los destinos de los más poderosos, dos niños fueron comprometidos en matrimonio para asegurar la unión de dos grandes familias y la prosperidad de una empresa. Max Verstappen, apenas u...