CAP 4 Verdades

324 55 8
                                    

POV de Max

Si me preguntan qué pasó, diré que los tragos nos jugaron una mala pasada. No sé qué ocurrió exactamente, solo que dormí bien y mal al mismo tiempo. Puedo jurar que es la primera vez que duermo en el suelo. La verdad, me fue mejor en comparación con Carlos, que amaneció con tortícolis y lo llevaron de emergencia al hospital. Al notar que mi celular estaba apagado, no lo pensé dos veces, me despedí y me fui a nuestro apartamento, el que comparto con Lando. Debe estar preocupado.

– Amor – lo llamé en cuanto entré en nuestro nido. – Cariño, ¿dónde estás? – Empecé a buscarlo por todo el apartamento: en la habitación, en la cocina, en el baño. Finalmente, escuché un llanto, su llanto, y me sentí fatal. Sabía dónde estaba escondido. – Amor – dije al abrir el closet y verlo acurrucado allí. – ¿Por qué estás así? – Verlo así me descompone, me hace sentir mal, me duele. – Bebe, ven, sal.

Lo cargué y lo saqué del closet. Me senté en nuestra cama con él en mi regazo, mientras le daba besos en la cabeza y le sobaba la espalda.

– No llegaste – me reprochó. – ¿Dónde estabas, Max? – preguntaba aún con su cara pegada a mi pecho.

– Me quedé dormido – respondí.

– ¿Con quién? – Se separó y pude ver su rostro rojo y sus ojos llenos de lágrimas.

– Amor, no te pongas así – dije angustiado. – No me gusta verte así.

– ¿Con quién dormiste, Emilian? – preguntó enojado.

– Todos nos quedamos dormidos en el piso, todos – expliqué. – Te lo voy a decir claramente, no pasó nada. Sabes que no soy capaz de serte infiel.

– Max – se puso de pie – te vas a casar y tendrás un cachorro con otro omega. ¿Dime si eso no es ser infiel?

– Lando – dije – amor, sabes que si me caso es porque si no lo hago, perderemos la empresa. Además, de ese matrimonio debe salir un heredero.

– Pero... Max, me dijiste que pronto tendrían una nueva empresa – hablaba entrecortado por las lágrimas. – Dijiste que tendrían un plan para no perder todo.

– Lo tenemos – le confesé – pero estamos peleando por la empresa en la que mis padres y el padre de los Perez tanto trabajaron.

– Eso es otra cosa – dijo mientras empezaba a caminar de un lado para otro. – Trabajas con él, lo ves todos los días.

– ¿Y qué si trabajo con él? – respondí. – Trabajo, pero te confieso que pueden pasar días y no lo veo.

– ¿Cómo no lo vas a ver? – dijo. – Si sus oficinas están casi enfrente y sus paredes son de cristal. – Me sorprendí al escuchar eso. ¿Cómo es posible que Lando sepa ese nivel de detalles? – Sé que Sergio es guapo, lo he espiado – me confesó, caminando hacia mí en silencio para sentarse a mi lado. – Sergio Pérez es muy guapo, tiene una sonrisa muy bonita y está lleno de pecas.

– Amor – dije – tú eres hermoso, eres mi sol, el ser que me da energía, que ilumina mi vida.

– Pero te casarás con Sergio, el señorito perfecto – dijo. – ¡LO ODIO! – gritó.

– No, amor – dije mientras las lágrimas empezaban a salir. No quise evitarlas; lamentablemente, Sergio tenía razón en esto también. – Lo lamento tanto, Lando, perdóname por hacerte sufrir, por ponerte en esta absurda situación.

– No llores, mi luna – dijo y me abrazó inmediatamente. Lo único que hice fue llorar más. Realmente no quería lastimarlo.

– Tú no te mereces esto – dije.

Mi pequeño PrometidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora