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A la mañana Aurora se encontraba tirada en el piso mientras dormía, recargada en la puerta, estaba tan cansada de tanto llorar la noche anterior que ni siquiera pudo irse a la cama que le proporcionaron.
Al poco rato el mismo hombre pelinegro con cabello corto llegó a la habitación, abriendo la puerta de esta el primer reflejo que tuvo Aurora fue despertar.

— Hey! Buenos días dormilona, ¿tenías tanto sueño que no pudiste ir a la cama? Son las 2:36p.m y vas tarde a tu primer día.

Aurora aturdida y molesta de escuchar su voz se levantó del suelo.

— Déjame.  — Fue lo único que pudo salir de su boca.

El hombre la miró de mala gana, dejo ropa en su cama y ella de espaldas sin querer mirarlo solo veía el poco exterior del cuarto donde estaba.

— Hay duchas tres cuartos adelante para que no huelas a mierda. — Calavera se acercó a ella invadiendo su espacio personal, rozo su mano con la de ella de forma pervertida — Si quieres te ayudo.

Aurora reacciono a su toque, volteando para verlo a la cara.

— Lárgate.  — Dijo llena de coraje y se alejó de él.

— Solo digo... — Dice alzando las manos en forma de rendición con mucha diversión en su rostro. — Aburrida — Dijo por último y salió del cuarto.

Aurora fue aquel cuarto de duchas, al abrir la llave el agua estaba helada.
Ella empezó a llorar mientras se duchaba rápido y eso de mala gana, al salir se vistió rápido y pidió un cepillo al hombre que parecía estarse pegando como chicle a ella. Él obedeció y le consiguió un cepillo, luego de darse una pequeña manita de gato salió de aquella habitación con un pantalón holgado pero de su talla, una blusa blanca y una bata blanca qué cubría toda la vestimenta.

— ¿Qué tengo que hacer? — Comentó la chica mientras caminaban por los pasillos de aquel lugar.

— Solo tienes que supervisarlos, en dos horas tendrás un entrenamiento.

— ¿Para qué? — Murmuró la castaña.

— Todos los hombres y mujeres que ves, fueron torturados, algunos ya tienen demencia. Tienes que defenderte ,linda.

Aurora trago saliva al oír su comentario, sus intestinos se revolvieron en ella como si le hubiesen dado una fuerte patada.

— Al que más tienes que echarle un ojo es al soldado del invierno, ese cabron esta empezando a recordar cosas y no saben el porqué, además, es su juguetito maestro aquí en Hydra.

— Todo lo que ustedes hacen...es ilegal?

— Ya entiendes linda.

— No me llames así o te voy a cortar las bolas y luego de las voy a meter en el hemisferio izquierdo del cerebro.— Dice seria.

— Solo porque no entendí en que lugar me vas a meter eso no diré nada. — Él se aleja y la deja en la habitación donde más super soldados se encontraban encerrados.

Ella tomó unos libretos qué le habían dejado con su nombre y empezó a hacer algunas anotaciones en estos.

𝘓𝘢 𝘯𝘰𝘣𝘭𝘦𝘻𝘢 𝘺 𝘦𝘭 𝘥𝘰𝘭𝘰𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora