34.Crecer

131 17 1
                                    


La abuela nos había dado permiso para dormir hasta tarde, lo que para ella significaba hasta las 8 de la mañana. Mis primas Eugenie y Beatriz, sin embargo, parecían haber conspirado en secreto para asegurarse de que no desperdiciáramos ni un minuto del día. El suave murmullo de sus risas se deslizó por la habitación como un susurro de verano, tratando de no hacer demasiado ruido, pero sin poder contener del todo su entusiasmo.

-¡Vamos, arriba, dormilona!- susurró Eugenie con una sonrisa traviesa, dándome un suave empujón en el hombro, Beatriz, fiel a su estilo juguetón, se acercó en puntillas y, con un movimiento ligero y rápido, intentó destaparme, provocando una risita entre sueños que me hizo encogerme debajo de las mantas.

-La abuela dijo que podemos dormir hasta tarde, pero ya son las 8,- agregó Beatriz, arrastrando las palabras con una mezcla de seriedad y burla. -¡Es hora de aprovechar el día! No querrás perderte todo lo que tenemos planeado, ¿verdad?

Intenté aferrarme al último vestigio de sueño, deseando quedarme acurrucada en la calidez de las sábanas un poco más, pero el entusiasmo de mis primas era innegablemente contagioso y finalmente, con un suspiro de rendición, abrí los ojos, encontrándome con sus rostros radiantes, llenos de energía y emoción por el día que comenzaba.

-Está bien, está bien, ya me levanto- murmuré entre risas, sabiendo que la batalla estaba perdida.- ¿Qué haremos hoy?

-El abuelo quiere ir a cazar con todos. Dice que hoy es el día perfecto para ello, con el clima tan claro y los animales activos. ¡Nos despertó antes para que estemos listas!- contesto Beatriz 

Mis ojos se abrieron de par en par, el sueño desvaneciéndose por completo. Cazar con el abuelo siempre era una aventura. No solo por la emoción de la actividad en sí, sino por las historias que el abuelo contaba durante el camino, las lecciones que compartía sobre la naturaleza y, por supuesto, la oportunidad de demostrar nuestra destreza. 

-Además, la abuela nos prometió que si volvemos a tiempo, tendremos un banquete de desayuno esperando por nosotros. ¿Quién podría resistirse a eso?-  dijo Eugenie, con una sonrisa que parecía tan deliciosa como el desayuno que nos esperaba.

-Bien, me cambiaré,- respondí, soltando un suspiro que era mitad resignación, mitad emoción. Sabía que no tenía otra opción, pero eso no hacía que la perspectiva de la caza y el desayuno fueran menos atractivas.

Escogí un par de pantalones de caza que había usado en nuestras últimas salidas, de tela resistente y con varios bolsillos, luego, me decidí por una camiseta de manga larga de color verde oscuro, lo suficientemente discreta para mezclarse con el entorno.  Me cambié rápidamente, pero con cuidado, asegurándome de que todo quedara en su lugar. Mientras me abrochaba las botas, escuché a Beatriz tararear una melodía alegre, probablemente imaginando ya las historias que contaríamos al regreso.

-Listas- dije, enderezándome y dándoles una sonrisa a mis primas. -¿Qué tal me veo?.

Beatriz me dio un vistazo rápido, su rostro evaluador por un momento antes de asentir con aprobación. -Perfecta. El abuelo va a estar orgulloso de lo bien que estamos equipadas.

Eugenie, siempre la más bromista, añadió -Y quizás hasta se impresione por lo rápido que te vestiste. Eso sí que es un récord.

Reímos juntas mientras recogíamos nuestras cosas y nos dirigimos hacia la puerta. 

-Buenos días- salude a mi padre y a mis hermanos cuando los vi bajando las escaleras 

-Buenos días Lor

-Su majestad- dije a mi abuela haciendo una reverencia 

-Lory- sonrió la abuela con mi reverencia 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Princesa de GalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora