31.Verona

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Hoy sería el día en que tendríamos nuestro descanso para ir a pasear con mis hermanos.

—¿Están listos? —preguntó William, con entusiasmo en su voz.

Los tres llevábamos ropa más casual, ya que no teníamos ningún evento oficial programado. Nos sentíamos relajados y emocionados por la oportunidad de explorar Venecia a nuestro antojo.

—¡Sí, listos! —respondimos Harry y yo al unísono.

Una camioneta nos esperaba, y detrás de nosotros iría una camioneta de seguridad, pues esa había sido la condición con la que papá nos había dejado salir. Aunque al principio habíamos protestado, entendíamos la necesidad de tomar precauciones, especialmente siendo quienes éramos.

—No está tan mal —dijo Harry, tratando de levantar los ánimos—. Al menos tenemos la libertad de pasear.

William asintió, abriendo la puerta de la camioneta y gesticulando para que entráramos. El chófer, un hombre de mediana edad con una sonrisa amistosa, nos saludó mientras nos acomodábamos en los asientos.

—¿A dónde los llevaré? —preguntó el chófer, mirándonos por el retrovisor.

—¿Podemos ir a Verona? —pregunté a mis hermanos, poniendo mi mejor cara de perrito triste—. Tengo ganas de ir ahí.

Harry y William intercambiaron una mirada. Sabían cuánto quería visitar Verona, especialmente por la historia de Romeo y Julieta.

—Esta bien Lor—respondió William con una sonrisa—. Vamos a Verona 

—¡Siii! —grité como niña pequeña, mi entusiasmo contagiando a mis hermanos.

El camino fue de una hora y media, ya que hicimos varias paradas para disfrutar del paisaje y tomar fotos. Cada parada se convirtió en una pequeña aventura .

Cuando finalmente llegamos a Verona, mi emoción era palpable. Los edificios antiguos y las calles empedradas nos recibieron con un encanto único.

—Debemos ir a la Casa de Julieta —dije emocionada, casi saltando de la camioneta en cuanto nos detuvimos.

—Vamos entonces —respondió William, riendo ante mi entusiasmo—. No queremos hacer esperar a nuestra pequeña turista.

Caminamos por las estrechas calles de Verona, siguiendo las indicaciones hacia la Casa de Julieta. La ciudad estaba llena de vida, con turistas y locales disfrutando del día soleado. A medida que nos acercábamos, el bullicio aumentaba, indicando que estábamos cerca de uno de los lugares más emblemáticos de Verona, nos cruzamos con personas que nos reconocían y nos pedían fotos.

Finalmente, llegamos a la Casa de Julieta. El patio estaba lleno de gente, todos ansiosos por ver el famoso balcón y dejar sus mensajes de amor en las paredes. Miré a mis hermanos con una gran sonrisa antes de avanzar hacia la entrada.

—¡Es incluso más hermoso de lo que imaginaba! —exclamé, mirando el balcón desde abajo.—Sí, tiene una magia especial —dijo Harry, admirando también el lugar—. Deberías pedir que Kate regrese contigo —sugirió Harry a William.—Sí, es buena idea —contestó William.—Y tú que sigas con Chelsy —dije a Harry con una sonrisa fingida.—Nosotros ya terminamos, Claire —me anunció mi hermano.—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué yo no lo sabía?—Es algo reciente.—Menos mal, ella no era del todo de mi agrado y sé que de la reina tampoco —dije refiriéndome a la abuela.—Bueno, las cosas cambian —dijo Harry—. Ahora, ¿qué tal si seguimos disfrutando de nuestro día?
—Sí, tienes razón —respondí, queriendo dejar atrás el tema—. Tenemos mucho más por explorar.
William sacó su cámara y comenzó a tomar fotos, queriendo capturar cada detalle de nuestra visita. Nos unimos a la multitud, explorando el patio y luego subiendo al balcón, donde nos turnamos para recrear la famosa escena de Romeo y Julieta, riendo y disfrutando del momento.—¿Tengo un poco de hambre? —les dije a mis hermanos, sintiendo que ya era hora de un descanso.—Podemos ir a Vicenza y buscar un restaurante —sugirió William.Harry asintió con entusiasmo. —Sí, suena genial. He oído que la comida en Vicenza es fantástica.Regresamos a la camioneta y nos dirigimos hacia Vicenza, disfrutando del paisaje mientras nos acercábamos a la ciudad. Vicenza.—He oído hablar de un lugar llamado Trattoria Veneta —dijo William al chofer.Nos dirigimos al restaurante y, al llegar, nos impresionó su encanto rústico y acogedor. Nos sentamos en una mesa junto a una ventana con vistas a una pintoresca calle adoquinada. El aroma de la comida italiana auténtica llenaba el aire, haciendo que nuestros estómagos rugieran de anticipación.—Esto se ve increíble —dije, hojeando el menú.Decidimos pedir una variedad de platos para compartir: risotto alla Vicentina, bacalao a la vicentina, y pasta con salsa de trufa. Cada bocado era un deleite para nuestros sentidos, y la conversación fluyó fácilmente mientras disfrutábamos de la comida y la compañía.—Definitivamente, esta ha sido una de las mejores decisiones del día —dijo Harry, levantando su copa para un brindis—. Por la familia y las aventuras.—Por la familia y las aventuras —repetimos William y yo, chocando nuestras copas con una sonrisa.—¿Qué tal si vamos a un viñedo? —sugirió Harry cuando terminamos de comer.—Tú siempre pensando en alcohol —dijo William, burlándose.—Entonces vamos —dijo Harry decidido, con una sonrisa desafiante.Nos reímos y aceptamos la propuesta de Harry. La idea de visitar un viñedo y disfrutar de una cata de vinos nos pareció una excelente manera de continuar nuestro día. Preguntamos al camarero del restaurante y nos recomendó un viñedo cercano que ofrecía visitas guiadas y catas.—Vamos al Viñedo della Serenità —dijo William, consultando el mapa—. Está a solo unos quince minutos de aquí.Nos dirigimos de nuevo a la camioneta y pronto estábamos en camino hacia el viñedo. La carretera nos llevó a través de un paisaje ondulado, con colinas cubiertas de viñas y olivares. Al llegar, el viñedo se veía como sacado de un cuadro, con filas interminables de viñas y una casa rústica en el centro.—Este lugar es impresionante —dije, admirando la vista.Nos recibieron con una cálida bienvenida y nos unimos a una visita guiada del viñedo. Aprendimos sobre el proceso de cultivo de las uvas, la cosecha y la producción del vino. El guía nos llevó a través de las bodegas, donde nos mostró los barriles de roble y explicó cómo el vino envejecía con el tiempo.—Ahora, la mejor parte —dijo Harry con una sonrisa—. La cata de vinos.—Vamos —dije anticipando la respuesta de William.—Tú no puedes tomar, niña, ¿tienes qué? ¿10 años? —bromeó William, riendo.—Jaja, qué divertido —dije con sarcasmo—. Tengo 17.Harry y William rieron mientras nos dirigíamos a la mesa preparada para la cata. El guía del viñedo nos recibió con una sonrisa y comenzó a explicarnos los diferentes vinos que íbamos a probar.—Primero, vamos a comenzar con un vino blanco fresco y afrutado —dijo el guía, sirviendo el vino en nuestras copas.William y Harry tomaron un sorbo, evaluando el sabor y el aroma. Yo me limité a oler el vino, apreciando los matices frutales que describía el guía.—Esto es realmente bueno —dijo Harry, saboreando el vino.—Sí, definitivamente vale la pena llevarse algunas botellas —añadió William.

—¿Quieres un poco? —murmuró Harry para que William no escuchara, extendiéndome su copa discretamente.

—Harry, te estoy escuchando —dijo William con tono severo—. Y tú, deja esa copa.

—Sí, abuela —me burlé de mi hermano mayor, haciéndonos reír a todos.

—Muy graciosa, Vic —respondió William, tratando de mantener una cara seria, pero no pudo evitar sonreír.

El guía continuó presentándonos varios vinos, desde blancos ligeros hasta tintos robustos. A medida que avanzaba la cata, nos explicó cómo cada vino se producía y qué características lo hacían especial.—Este tinto tiene un sabor muy complejo —comentó William, probando uno de los vinos más añejos.—Sí, es increíble cómo cada vino tiene su propia personalidad —respondió Harry.Aunque no pude probar los vinos, disfruté aprendiendo sobre el proceso de elaboración y escuchando las descripciones detalladas del guía. También aprecié los deliciosos quesos y embutidos que acompañaban la cata.—¿Podemos llevarnos algunas botellas para papá y la abuela? —pregunté, pensando en cómo les gustaría probar estos vinos.—Buena idea, Lor —dijo William—. Seguro que lo apreciarán.Después de la cata, compramos varias botellas de sus vinos favoritos y agradecimos al guía por la experiencia. Mientras el sol comenzaba a ponerse, nos dirigimos a la terraza del viñedo para disfrutar de la vista.—Este lugar es realmente hermoso —dije, mirando el paisaje bañado por la luz dorada del atardecer.—Sí, es el cierre perfecto para un día perfecto —respondió Harry

Princesa de GalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora