Capítulo 8.
Llego la noche y por cada estrella que veía me surgía una duda, estaba sentada en lo que llamaban terraza, la noche era fresca y la luna resplandecía tanto que se podía confundir con un farol, las calles estaban con pocas personas, pues en la casa de la esquina la rutina diaria era que todos salían a la terraza y conversaban de diversas cosas o simplemente se sentaban a chismosear a cada persona que pasara o eso dicen las personas, como raro los perros de la casa estaban recostados cada uno en su lugar, todo estaba en calma pero en medio de esa calma mi mente era tormenta, en mis manos estaba la "carta a mí misma" seguía en blanco pues a parte de no conocerme aparentemente no me quería, eso era igual o peor de triste pues entre tantas cosas me había perdido, había perdido el sentido de la vida, ya no disfrutaba las caricias del viento a mi cara, el sonido de la música, el ritmo de los tambores, lo dulce y frio de los helados, del olor de comida recién hecha, leer en un día lluvioso, fui perdiendo el cariño hacia pequeñas cosas hasta que llegue a perderle el amor a grandes cosas, tales como mi misma y mi vida, una de las razones por las que había venido a este voluntariado era distraer mi mente de pensamientos negativos constantes que se me venían a la mente, pero me di cuenta que no era tarea fácil pues aunque me fuera a un continente diferente, mi mente no iba a cambiar de un día al otro, pero quería que así fuera, disfrutar de la vida, vivir plenamente feliz y se que seguramente en otro lugar del pequeño pueblo debe haber alguien quien sus pensamientos también lo atormentan sumida en esos pensamientos decidí agarrar mi silla y entrar a la casa pues tenia que buscar formas de no hacerme más daño mental.
Porque para mi eso era dañarse mental y emocionalmente pues sentirme así solo me hacia sentir una ira o una tristeza profunda, al entrar toda la casa estaba en silencio algo poco común aquí, pues siempre hay algo que hacer o decir, sin embargo, decidí ir a mi habitación y recostarme, mientras estaba viendo las paredes, solo pensé en que debía volver a trotar así me distraeré un poco más, con eso en mente quede profundamente dormida.
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Eran apenas las cinco de la mañana, agarre un par de tenis, mi ropa deportiva, salí sin hacer el mínimo ruido pues despertar a esta hora los perros seria una tortura total, pues empieza a ladrar uno y empiezan todos como manada, así que no quería formar mas alboroto del que podría haber. Al salir solo reafirmé lo temprano que era, pues personas no había muchas, solo algunas que, como yo, disfrutaban de trotar en las mañanas, así que me dispuse a trotar muy concentrada mientras hacia repasos mentales de una cosa y la otra estaba a punto de llegar a un pequeño mirador que había a las entradas del pueblo.
-Te alcancé- esa voz hizo que pegara un pequeño salto, me estremecí por completo cuando me di vuelta pude respirar un poco más tranquila.
-Chico del supermaket me asustaste, no vuelvas aparecerte así sin más- le dije en un tono bastante seria, pues esas no eran bromas, más a estas horas y estando sola, son cosas que no me dan risa si no miedo.
-Lo siento chica manzana, no lo pensé mucho, no sabía que también salías a trotar.
-Es la primera vez que vengo a trotar aquí y a esta hora, debía callar mis pensamientos como diera lugar y pues esto funciona.
-Callas tus pensamientos trotando, es una buena idea, a quienes usan sus pensamientos y los transforman en actos grandes, se ponen a pintar grandes cuadros dignos de Picasso.
-Lo sé, créeme que lo sé, solo que yo no se pintar, ni dibujar, ni escribir, ni tomar fotos, ¿sigo?
- Ja ja ja debes ser buena en algo solo que no te has dado cuenta.
En ese preciso instante pare, pues me estaba quedando sin aire, empecé a caminar y él hizo lo mismo, cambio el ritmo, cosa que agradecí.
-Jamás he sido buena con las cosas artísticas la verdad, lo he intentado, pero simplemente no se me da, así que estaré en busca de eso que pueda transformar mis pensamientos en algo más.
-No es algo fácil encontrar una afición o un talento, si quieres te ayudo a encontrarlo- esa propuesta llego tan de repente que solo lo miré y empecé a trotar de nuevo- si quieres, no estas obligada, solo quiero ayudar.
-Lo sé, no me parece mala idea, solo quiero saber cómo me ayudaras- le dije mientras los dos íbamos codo a codo trotando.
-Es algo muy fácil, debemos probar de todo, se que trabajas, yo también trabajo así que podríamos armar un horario o algo así, algo que no sea tan estructurado pero que haya un plan de por medio, además no conoces mucho de este rincón del mundo.
-Es cierto no conozco mucho, pero supongo que tendré el mejor guía- a lo que yo dije solo se rio un poco, prácticamente una sonrisa, el camino se hizo tan ameno que ya habíamos llegado a las entradas del pueblo, el sol ya se encontraba afuera y resplandecía con fuerza, la brisa fría que encontré al salir había sido remplazada por una suave brisa cálida que tocaba mis mejillas.
-Es hermoso, siempre lo ha sido.
- ¿Cómo puedes encontrar belleza en algo tan pequeño? - le pregunte.
- ¿Pequeño? ¿Te parece pequeño ver el sol resplandecer de esa forma cada mañana? No lo es, es la prueba que a pesar de la oscuridad que hay, que en el momento más oscuro siempre saldrá el sol, con tan luz que disipará tal oscuridad y eso es lo lindo, lo esperas cada mañana porque sabes que saldrá, pero el saberlo solo le resta importancia y valor, créeme que en los momentos en los que no sale resplandeciente es cuando lo más lo valoramos, no cometas ese error, valorar algo cuando no lo estas visualizando.
A veces era tan profundo, a veces solo tenia reflexiones que en el fondo todos sabíamos, que todos usábamos a diario, nos expresábamos mediante esos ejemplos, pero a la hora de aplicarlos se nos olvidaba cada detalle, porque es muy fácil reflexionar, pero muy difícil ponerlo en práctica.
-Hecho, dejare que me ayudes a concentrar todos mis malos pensamientos en alguna actividad, pero solo tendremos un mes para eso.
-Lo dices en serio? – me dijo con su característica sonrisa.
-Si, lo digo muy enserio, pero antes de todo ¿Cómo te llamas? – se nos escapaba el detalle más importante, presentarnos formalmente.
-Cierto no sabemos nuestros nombres- estiro una de sus manos- Me llamo Charles, es todo un gusto.
-Con que te llamas Charles, no tenías cara de ese nombre- le extendí mi mano- Soy Alana, un placer conocerlo señor Charles.
Al darnos ese apretón de manos con una sonrisa en los rostros y el sol en nuestras caras, sellamos el comienzo de una amistad, una amistad que llego a mi vida en el peor momento, aun así, no le importo, se quedó ahí cada día apoyándome.
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El jardín de los lirios
TienerfictieDespués de vivir toda su vida en el mismo lugar, Alana y su familia pasan por situaciones que los llevan a cambiar su estilo de vida, algo que no pone de muy buen humor a Alana, pues siente que esta viviendo en una gran tormenta sin cesar, de la cua...