Capitulo 07

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"¿Me perdonas?"

Emma

—Es lo que somos ahora, extraños —dice en un susurro—. Tú te encargaste de que así fuera.

El estómago se me retuerce y un nudo se forma en mi garganta. Siento que los ojos me escuecen y hago todo lo posible por no dejar que sus palabras me hieran más de lo que ya lo han hecho. Tomo una respiración profunda y aprieto los ojos con fuerza, meditando internamente.

No me digas esas cosas, Axel. No me digas que somos dos extraños, que me hieres. Porque conozco cada centímetro de tu piel desnuda y cada rincón de tu mente. Sé cuántos lunares tienes en la espalda y lo bonito que es imaginarme que son estrellas formando una constelación. Mi constelación.

Conozco cada cosa que te gusta y lo que aborreces. Sé que no te gusta la lechuga porque siempre la sacabas de las hamburguesas que pedíamos. Que odias el pepperoni, pero aún así escarbabas en esa pizza porque era mi favorita. Todo está grabado en mi memoria: cada parte de ti, el anhelo en tus ojos claros cada vez que hacíamos el amor y tu forma tan delicada y familiar de tocarme.

No me digas que he destruido nuestra relación, porque ya lo sé; lo hice para protegerte a ti de destruirte conmigo, porque yo ya estaba jodida. No te atrevas a volver a decirme eso, Axel.

—No es necesario que me tortures.

—Te recuerdo que tú lo hiciste primero —responde, endureciendo aún más su voz.

Me levanto bruscamente al escuchar a Axel gruñir a mis espaldas. Lo conozco, y me conozco; si me quedo ahí en ese momento, iniciaremos una guerra sin cuartel.

Me meto en el cuarto de baño y abro la llave para lavarme la cara y deshacerme de las lágrimas que han salido sin control. Me acerco al colgadero de toallas y al tomar una para secarme, algo cae al suelo, captando por completo mi atención. Una sensación de frío me recorre el pecho y me agacho para recoger la brillante cadena, acariciando la medallita con estupefacción. No puedo evitar recordar por qué decidí regalarle ese detalle el día de nuestro primer aniversario.

Era una noche clara de otoño cuando decidimos escapar a las colinas para ver las estrellas. Llevamos una manta y unas galletas caseras que habíamos hecho juntos. Nos tumbamos sobre la manta, rodeados por la oscuridad del campo y el brillo del cielo estrellado.

Mientras contemplábamos las constelaciones, Axel comenzó a contarme historias sobre cada una. Su voz suave me envolvía mientras yo no podía dejar de mirarlo; cada estrella parecía reflejar su luz. En ese instante, giró su cabeza hacia mí y dijo: "¿Sabes qué? Siempre he creído que las estrellas son los deseos de quienes amamos."

Me quedé en silencio, sintiendo cómo sus palabras resonaban en mi interior. Le tomé la mano y le prometí que siempre haría todo lo posible por hacer realidad nuestros deseos juntos. Esa noche no solo vi estrellas; vi nuestro futuro brillando ante nosotros.

Tiempo después, en nuestro aniversario, quería hacer algo especial para él y preparé una cena sorpresa con su comida favorita y nuestras canciones. Pasamos la tarde riendo, bailando y disfrutando de una deliciosa tarta que había preparado para él.

Al final del día, nos quedamos bajo las luces parpadeantes de la azotea de nuestro edificio. Le entregué un pequeño regalo: un collar con una estrella brillante. "Para recordarte siempre que eres mi estrella", le dije. Él sonrió con lágrimas en los ojos y me abrazó fuertemente. Fue uno de esos momentos que definieron nuestra historia.

De repente, Axel abre la puerta del baño y se congela al entrar, observando el frío metal que tengo entre las manos. La manera brusca en que me lo arrebata y su mirada fría me causan una punzada en el pecho.

—Pensé que lo habías tirado —mi voz sale como un susurro casi inaudible.

—Debería hacerlo —murmura, poco convencido—. Ya no significa nada.

No puedo evitar sentir dolor nuevamente; giro ligeramente la cabeza hacia la derecha y observo mi reflejo en el espejo sintiéndome extraña; mi cara está enrojecida por las lágrimas y mis ojos, llenos de arrepentimiento, no reflejan la confianza que solían tener. Respiro hondo. Es ahora o nunca.

No sé qué estoy a punto de hacer, pero espero no arrepentirme tanto como lo hice al dejarlo. Debo enfrentar lo que he hecho.

—Axel, por favor... necesito hablar contigo —mi voz tiembla ligeramente.

Lo miro fijamente, buscando respuestas en sus ojos mientras siento cómo mis palabras se ahogan en mi garganta, como si cada una de ellas pesara toneladas.

—No sé si hay algo que puedas decirme que cambie lo que pasó —responde él con frialdad.

Sus palabras son como un golpe en el estómago. Sé que tiene razón; fui yo quien decidió dar la espalda a todo lo que habíamos construido juntos. Pero en ese momento no puedo dar marcha atrás y cambiar el pasado, así que intentaré cambiar el futuro.

—Me equivoqué... —digo finalmente, sintiendo cómo las lágrimas comienzan a brotar nuevamente—. No debí dejarte ir sin luchar por nosotros.

Axel frunce el ceño y da un paso atrás, como si quisiera poner distancia entre nosotros. Siento una punzada en el pecho al ver su reacción; sé que le causé dolor, pero lo último que quiero es perderlo para siempre.

—No puedes aparecer ahora y esperar que todo esté bien —dice él con voz áspera—. Ya no soy el mismo de antes.

Sus palabras me duelen más de lo que esperaba. Me acerco un poco más y tomo aire para encontrar fuerzas.

—Lo sé... —admito—. Pero quiero cambiar eso. Quiero demostrarte cuánto significas para mí. No hay un solo día en el que no haya pensado en lo mal que manejé las cosas entre nosotros.

Una sombra de confusión pasa por el rostro de Axel mientras sus ojos encuentran los míos.

—¿Y qué quieres? ¿Que te crea? —su tono es escéptico, pero hay algo más detrás de su mirada: una chispa de esperanza.

Siento cómo mi corazón late con fuerza al escuchar esas palabras. Era la oportunidad que tanto anhelaba.

—Sí... quiero que me creas —respondo con sinceridad—. Estoy aquí porque me doy cuenta de cuánto te necesito en mi vida. Todo este tiempo he estado perdida sin ti.

Axel se queda en silencio, sus ojos fijos en los míos mientras lucha contra sus propios pensamientos.

Doy un paso adelante y tomo su mano suavemente; puedo sentir su calidez incluso a través del frío del ambiente y noto que su fiebre ha descendido.

—Te pido perdón por cada palabra hiriente —continuo—. Nunca quise hacerte daño; estaba asustada y no supe manejarlo. Pero ahora sé lo importante que eres para mí.

El silencio se hace más profundo entre nosotros y puedo observar cómo Axel procesa mis palabras. Veo cómo su expresión cambia lentamente; la desconfianza comienza a dar paso a la vulnerabilidad.

—No es fácil, Emma —dice finalmente—. He estado herido demasiado tiempo como para olvidar tan pronto.

Con una mezcla de esperanza y temor, asiento lentamente.

—Lo entiendo... Estoy dispuesta a luchar por nosotros si tú me dejas —mi voz es firme esta vez.

Un destello de luz ilumina brevemente el baño cuando un trueno resuena afuera, pero esta vez no es solo tormenta; es una señal de cambio para ambos. Axel me mira con una intensidad renovada y en ese momento veo la oportunidad perfecta para sanar las heridas del pasado. Sé que no será fácil, pero por Axel, soy capaz de intentarlo, de enterrar mi orgullo y mis inseguridades.

—¿Me perdonas? —suplico mientras lo observo luchar fervientemente con su orgullo.

—Lo intentaré.

La teoría de las constelaciones ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora