"Aprender a sanar I"
Axel
Apago todas las luces del apartamento, dejando que la oscuridad me envuelva al final, cuando apago la de mi cuarto. En este silencio profundo, encuentro un espacio para pensar con claridad.
Mi mente no puede evitar regresar a las palabras de Emma en el baño. Recuerdo sus ojos enrojecidos y la sinceridad desgarradora en su voz cuando me confesó lo mucho que la había consumido el arrepentimiento. Aunque era consciente de que nuestra relación había tomado un giro tóxico, siempre mantuve la esperanza de que estábamos atravesando solo un momento crucial. Pensaba que, como en toda relación, podríamos experimentar altibajos y salir fortalecidos. Sin embargo, nunca imaginé que ella optaría por separarnos como una manera de recomponer las piezas rotas que habíamos esparcido a lo largo del tiempo.
Me enredo entre las sábanas, buscando conciliar el sueño y dejar atrás la resaca emocional que esta situación me ha dejado. Sin embargo, el recuerdo de una de nuestras discusiones irrumpe en mis pensamientos, borrando cualquier intento de encontrar paz.
Era una tarde nublada, el tipo de día que parece presagiar tormenta, y yo sabía que algo no estaba bien. Emma y yo habíamos estado discutiendo más de lo habitual, pero esa vez sentí que algo se había roto en el aire. La tensión era palpable, como si pudiéramos cortarla con un cuchillo.
Recuerdo que estábamos en nuestra cafetería favorita, el lugar donde solíamos reír y compartir sueños. Pero hoy, las risas eran sustituidas por miradas desafiantes. Ella comenzó a hablar de cómo sentía que la ignoraba, de las veces que no estaba presente cuando más me necesitaba. Y en vez de escucharla, me defendí. Le dije que estaba ocupado, que tenía mis propias luchas.
A medida que la conversación se intensificaba, cada palabra se convertía en una daga. Ella me acusó de ser egoísta y yo respondí con sarcasmo, intentando desviar la atención. Pero eso solo avivó el fuego. Sus ojos brillaban con frustración mientras decía cosas que me dolían profundamente. En ese momento, no podía ver más allá de mi orgullo herido.
La pelea escaló rápidamente. La gente alrededor nos miraba con curiosidad y desaprobación, pero no podía detenerme. Me sentía atrapado entre el deseo de hacer las paces y la necesidad de defenderme. Cada insulto era un eco en mi mente; sabía que estábamos cruzando límites peligrosos.
Finalmente, Emma se levantó y se fue, dejándome solo con mis pensamientos y el sabor amargo de la derrota. Me di cuenta de que había perdido algo más importante que una discusión: había dañado a la persona que más quería. Mientras observaba cómo se alejaba, entendí que había cruzado una línea que nunca debí haber tocado.
Con el paso del tiempo, ese día en la cafetería se ha convertido en un eco constante en mi mente. Cada vez que paso por allí, un nudo se forma en mi estómago. Recordar la forma en que Emma me miró, con lágrimas en los ojos y una mezcla de dolor y decepción, es como abrir una herida que nunca sanaría del todo.
A menudo me encuentro revisando mentalmente cada palabra que le dije, cada ataque que había lanzado. Me pregunto por qué no pude simplemente escucharla, por qué dejé que mi orgullo se interpusiera entre nosotros. La imagen de su rostro al levantarse de la mesa y marcharse sigue grabada a fuego en mi memoria. Es como si el tiempo se detuviera en este instante, y cada segundo posterior estuviera marcado por el arrepentimiento.
Poco a poco me he dado cuenta que gran parte de la culpa de que ella me dejara es mía, porque ambos fuimos egoístas y orgullos sin saber cuanto daño nos podríamos hacer el uno al otro.
Después de separarnos, las noches fueron las peores. En la oscuridad, mis pensamientos se desbordaban y me preguntaba si alguna vez podría reparar el daño que había hecho. Sabía que había cruzado un límite irreversible; las palabras son como flechas: una vez disparadas, no puedes devolverlas. Me atormentaba pensar que había contribuido a crear un ambiente tóxico en nuestra relación, algo que nunca había querido.
A veces, trataba de recordar los buenos momentos, las risas compartidas y los sueños construidos juntos. Pero esos recuerdos se veían empañados por la imagen de nuestra pelea. Me sentía impotente al darme cuenta de que mi comportamiento había ahogado todo lo bueno que teníamos.
El arrepentimiento se convirtió en mi compañero constante. Quería encontrar una manera de disculparme, de mostrarle que estaba dispuesto a cambiar, pero el miedo al rechazo me paralizaba. Cada día sin hablarle era un recordatorio de mi error, y deseaba con todas mis fuerzas poder volver a aquel momento y elegir el camino correcto.
Ese día es un recordatorio doloroso de lo tóxico que puede volverse una relación cuando los egos se interponen. Me quedo dormido, sintiendo el peso del pasado y deseando poder volver atrás en el tiempo para evitar nuestras palabras hirientes y acciones egoístas.
La lección es dura: las palabras pueden construir o destruir, y a veces, lo más difícil es aprender a dejar el ego de lado para cuidar lo que realmente importa.
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La teoría de las constelaciones ©
ContoEn una constelación donde el orgullo puede ser más fuerte que el amor, Emma y Axel se reencuentran en la encrucijada de sus sentimientos. Después de dos años de una hermosa relación que se desvaneció por malentendidos y rencores, el orgullo decide s...